La compleja situación que enfrenta Deutsche Bank (DB) no se trata de la señal de una nueva crisis financiera, sino de un resabio de la última. El banco alemán que cumple 150 años en 2020 ha tenido dificultades para encontrar su camino tras la debacle global que se experimentó 11 años atrás, tan evidentes que ni siquiera la masiva reestructuración que presentó este fin de semana logra convencer al mercado.
Ayer sus acciones retrocedieron 5% en la recepción del plan con el que su CEO, Christian Sewing pretende recuperar la rentabilidad extraviada. Aunque avalan el programa que eliminará la banca de inversión y 18.000 empleos, para reducir un nivel de gasto que abarca más del 90% de sus ingresos (revisar infografía), ponen de manifiesto sus dudas luego de otros grandilocuentes anuncios con los que no han logrado recuperar el rumbo.
Lenta reacción
Deutsche Bank, que no ha levantado cabeza desde que en 2015 anotó pérdidas históricas de más de US$7.500 millones, ha mostrado una "continua dificultad y limitados progresos en mejorar su rentabilidad y definir su modelo de negocios", señaló Fitch el mes pasado cuando le aplicó un nuevo recorte a su calificación, dejándolo a penas dos escalafones por encima de los bonos basura.
En efecto, mientras otros grandes prestamistas tomaron sus medicinas para operar en el mundo post crisis, el otrora líder europeo no ha sabido adaptarse con la velocidad de su competencia.
No siempre por iniciativa propia, más bien por las exigencias de sus respectivos reguladores, los bancos redujeron sus operaciones, cancelaron algunos de los activos más peligrosos de sus balances y se enfocaron en aquello para lo que eran mejor.
Más rápido en EEUU, la tendencia se replicó en el Reino Unido y en los bancos suizos. UBS y Credite Suisse, por ejemplo, se dedicaron a la gestión de la riqueza.
En todo este proceso, acompañado de tasas de interés en el suelo y cambios en las reglas, Deutsche Bank simplemente no daba en el blanco, ni siquiera con el cambio tecnológico que se imponía en el mercado de venta de acciones.
Las opciones
Intentos para encarar estos desafíos sí que los hubo. De hecho, durante los últimos años el banco germano ha presentado otros planes de reducción de gastos. El problema es que esto ha ido de la mano de una pérdida aún más veloz de negocios.
En ese contexto, Deutsche Bank buscó alternativas novedosas, como la fusión con su coterráneo Commerzbank que entusiasmó al mercado, con alzas de 4% y 7% tras el anuncio. Sin embargo, a fines de abril, a poco más de un mes de sus intenciones de unirse, ambas entidades reconocieron que el coloso resultante de la unión no cumpliría con las condiciones de rentabilidad y negocio esperados, por lo que desistieron de la idea.
En esa ocasión, DB redujo sus estimaciones de última línea para 2019, la que tras el plan presentado el domingo se verá golpeada en US$5.608 millones, mientras se esperan pérdidas para 2020. Además, se suspenderán los dividendos en ambos ejercicios.
"Estamos muy seguros de que esta es la reestructuración final de esta organización", aseguraba ayer el CFO del banco, James Von Moltke, detallando que volcándose a la banca comercial, con énfasis en Alemania, se pretende reducir los costos ajustados en un trimestre a US$19.000 millones en los próximos años.
No obstante, el éxito del plan ya está en tela de juicio. Aunque lo consideran un plan "osado", en JPMorgan ven dificultades para su implementación, lo cual también fue destacado por Moody's. En tanto Stephen Isaacs, jefe de inversiones de Alvine Capital Management, planteó que enfocarse en el país germano, justo cuando su economía tambalea, "no es una clave para la rentabilidad".