Alegría había ayer en el gobierno, especialmente en el ministro de Hacienda, Felipe Larraín. Y la razón no era otra que el apoyo que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) entregó su apoyo al proyecto de reforma tributaria.
Las palabras de director del Centro de Política Tributaria, Pascal Saint-Amans enfatizaron en que la mayoría de las medidas de este proyecto tributario tendrán un impacto positivo en el crecimiento y el empleo y por ello "apoyamos decididamente el proyecto tributario que se ha presentado".
Sin embargo, el organismo internacional también entregó su respaldo a la reforma tributaria que en ese entonces impulsaba la Presidenta Michelle Bachelet, iniciativa que iba en sentido contrario a la que hoy se discute en el Congreso.
Es más, dijo que también apoyaba "decididamente" el plan tributario de la anterior administración y que estaba a cargo del ex ministro Alberto Arenas. ¿Cómo se puede apoyar dos proyectos totalmente distintos? La pregunta queda abierta.
Esta contradicción no parece ser solo de OCDE, sino que también de otros organismos internacionales como el FMI. En 2014, la directora gerente, Christine Lagarde, afirmaba que el cambio impositivo era deseable.
"Apoyamos enérgicamente este programa de reformas para Chile, que de nuevo, desde una perspectiva macroeconómica no causará ningún tipo de perturbación de la economía y mejorará la productividad y el bienestar del pueblo Chileno". El año pasado, en tanto, también brindó su respaldo a la Modernización Tributaria del gobierno de Piñera.
En 2015, el Banco Mundial también apoyó la reforma de Bachelet señalando que los cambios tributarios tienen un impacto positivo en la redistribución del ingreso y la equidad. Hasta ahora no se ha pronunciado sobre el actual proyecto.