Claudio Sapelli, actual director del Instituto de Economía de la Universidad Católica, fue uno de los firmantes de la carta realizada por académicos de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de esa casa de estudios.
En el texto "Urgencia y voluntad de diálogo", el grupo de especialistas reconoce haber cometido errores y que tiene el "deber moral" de contribuir al debate para reducir las brechas de desigualdad que sufre Chile. La carta fue firmada por más de cuarenta académicos, que incluyó, además de Sapelli, al decano de la facultad, José Miguel Sánchez; el director de la Escuela de Administración, José Tessada y el director científico de J-Pal, Francisco Gallego.
¿Cuál fue el origen de la carta enviada por un grupo de académicos de la Facultad de Economía?
-Primero, hay que decir que la carta no es institucional, es una carta firmada por un grupo de académicos de manera personal, por lo que representa a los firmantes, que son dos tercios de los académicos de la facultad. No es un mea culpa colectivo como se ha dicho, sino que individual. Con eso claro, y hablando entonces solo por mí, puedo decir que lo sucedido en estos últimos días me ha sorprendido. Me agarró por sorpresa, y creo que eso le sucedió a muchas personas. En algo nos habremos equivocado si es que nos agarró tan de sorpresa. Por sobre todo esta situación nos llama a la humildad. Y en la carta quisimos reconocer esta situación, y con humildad reconocer que hemos cometido errores.
¿Qué errores?
-En lo personal, respecto a mis errores, hay uno en particular en el que he pensado bastante el último tiempo: no sopesé que cada vez son más importantes las representaciones de desigualdad distintas a la desigualdad de ingresos. Yo he estudiado que la desigualdad se ha ido reduciendo en las generaciones más jóvenes, respecto de los mayores. Pero hay otras desigualdades, como por ejemplo la desigualdad de trato, que tienen mayor importancia de lo que inicialmente había pensado. Yo vengo de una sociedad como la uruguaya que es más horizontal. Acá en Chile el trato es muchas veces más vertical, y yo creo que eso molesta. Basta ver que hay situaciones en que se confunde a alguien que va a prestar un servicio (servir un plato en un casino por ejemplo) con un sirviente. Esto es complejo, porque va a demorar más en corregirse.
¿Hay una sensación que las reglas no son parejas para todos?
-Yo creo que falta más empatía. Falta ponerse en el lugar del otro. Y la falta de eso es más importante de lo que pensamos.
La Facultad de Economía de la UC jugó un rol clave en el actual modelo económico, tras su alianza con la Universidad de Chicago. Hoy hay voces que critican ese modelo. ¿Hay algo por lo que la facultad también debiese hacer un mea culpa?
-Mi opinión al respecto, nuevamente. Creo que hay cosas que me preocuparía que se comiencen a cuestionar, como la apertura económica, lo que hasta ahora nadie ha cuestionado y que ha sido clave para el desarrollo que ha tenido el país en los últimos 30 años. Otro tema es que a pesar que algunos dicen que no importa el crecimiento, es súper importante, ese es otro error que estamos comenzando a cometer. Pero hay otros temas como la salud, donde no se ha respondido a las necesidades de la población, donde hace ya muchos años las diferentes opiniones se neutralizan entre sí y no pasa nada. Aquí creo que el llamado es a ser más pragmático, hay que buscar acuerdo para que haya soluciones.
¿Van a hacer algo más como facultad en estos días, dada la coyuntura?
-Hoy (ayer) estuvimos reunidos académicos, funcionarios y estudiantes, donde discutimos temas y vimos algunos resultados de la Encuesta Bicentenario de 2019, que refleja algunos de los temas sociales que se han planteado. Entre esos, por ejemplo, el problema que hoy representa el alto precio de las viviendas. Ese es un problema nuevo, un tema que yo encuentro grave, y que nos llama a repensar la ciudad. Particularmente en las zonas con mayor accesibilidad de la capital es muy difícil para la clase media costear una vivienda. Es una frustración nueva: si tengo buena conectividad no puedo tener mi vivienda propia.
Vamos a seguir con estas reuniones y elaborar un documento. Mañana la universidad hace algo parecido acá en el Campus San Joaquín.
Volviendo al tema de la desigualdad, usted ha estudiado que las generaciones más jóvenes son menos desiguales. ¿Por qué la gente no está sintiendo esa mejora?
-Decir que estamos bien encaminados no quiere decir que ya estamos bien. Lo que sí me preocupa es que se crea que no se ha avanzado nada. Por otro lado, que las generaciones más jóvenes sean mas equitativas no quita que la sociedad está compuesta por todas las generaciones y las mayores en particular son las peor tratadas de todas. Ese es un tema cuando hablamos de pensiones, por ejemplo. Este es uno de los aspectos en los que de todas maneras se podría hacer más. Los adultos mayores de hoy vivieron en un país mucho más pobre que el actual. Quizás la sociedad les debe un trato de país más rico, con algo de solidaridad intergeneracional, por último, pareciera una necesidad desde el punto de vista ético.
¿Qué le parece la medida del ingreso mínimo garantizado anunciada por el Presidente Piñera?
-Me gusta esa medida. Creo que se pueden transformar programas del Ministerio de Desarrollo Social, los cuales suman cerca de 250 -si se les saca los relacionados a la educación y salud-, los que equivalen a un gasto cercano al 4% del PIB y convertirlos en un ingreso mínimo universal, entregándole los recursos directamente a las personas. Esa medida nos aseguraría que todos tuvieran un mínimo no importa qué. Y dotaría a la sociedad de menos incertidumbre. Hoy es imposible saber qué logra la suma de los efectos de estas dos centenas de programas.