La Agencia de Sostenibilidad Energética lleva dos meses con ese nombre. Pero su actual director ejecutivo, Ignacio Santelices, debutó en el cargo hace sólo 10 días. Ambos cambios esperan darle una cara nueva a la ex Agencia de Eficiencia Energética.

"Hoy estamos en una etapa de transición energética, donde avanzamos hacia un sector más sostenible, limpio, productivo y con mayores beneficios para la población, algo que tiene mucho que ver con la descarbonización de la matriz y uso de energías limpias", dice Santelices, y agrega: "La eficiencia energética y las energías renovables van muy de la mano".

¿Por eso el cambio de nombre?

-Exactamente. Hoy, la eficiencia energética no es una isla, se integra con la electromovilidad, el autoconsumo con renovables, gestión de la demanda, etc. Y la Agencia, en su carácter público-privado, tiene un rol muy importante. Uno transicional.

¿Dentro de esa definición "le hace la cruz" a las energías fósiles?

-Dentro de la visión amplia de la sostenibilidad no se les hace la cruz. Sin embargo, nuestro foco tiene que ver con energías amigables con el medioambiente.

¿Pero hay una definición de no incentivar las energías en base a combustibles fósiles?

-Ciertamente ese tipo de energía no es nuestro foco, pero todo va a depender del desarrollo tecnológico. Por ejemplo, quizá una carbonera con una tecnología muy avanzada de captura de carbono es sostenible. Pero es importante aclarar que nuestro foco tampoco está en la generación a gran escala. Estamos más preocupados desde el lado del consumidor, de las pymes, los hogares, el transporte, etc.

¿Cuál es la agenda de la Agencia?

-Justo estamos en un proceso de revisión de las líneas estratégicas. Pero lo que hay que hacer sí o sí, mientras, es avanzar para el cumplimiento de la Ruta Energética.

Además, hoy hay un proyecto de Ley de Eficiencia Energética en el Congreso que va a cambiar el escenario de cómo se hace la gestión de la energía en Chile y ahí, nosotros tenemos que aportar desde nuestra vereda.

Otras líneas tienen que ver con el apoyo a las pymes, cómo mejoramos la infraestructura pública cambiando culturalmente al Estado, a las empresas, escuelas, etc.

¿Y con respecto al transporte?

-Ese es otro tema importantísimo: cómo contribuimos las metas de las política públicas de avanzar a un transporte más limpio y sustentable, especialmente mediante su electrificación.

¿Cómo está Chile preparado para la electromovilidad?

-Una forma interesante de abordarlo es comparar la electromovilidad con la entrada de los paneles solares. Hay dos tipos de países. Primero, están los que impulsan el desarrollo tecnológico, el aumento de la escala y la baja de costos, como Alemania y España.

Y por otro lado, están los países como Chile, que, una vez que la tecnología maduró, ya teníamos todo preparado para su llegada: un marco normativo acorde y los incentivos adecuados (además de tener una buena radiación).

Eso nos permitió una avalancha de proyectos solares y hoy somos un referente mundial, porque, preparamos las condiciones. Con la electromovilidad está pasando lo mismo.

¿De qué forma?

-Estamos haciendo el trabajo de anticiparnos y preparar las condiciones, para que cuando la electromovilidad sea ampliamente competitiva, entre muy rápido. Hoy hay mucho interés del sector privado y público (además de apoyo) para el desarrollo, por ejemplo, de estaciones de carga.

Ya tenemos más de 20 públicas y ya sabemos que en las carreteras habrán varias muy luego, que permitirán conectarse desde La Serena hasta Puerto Montt.

Eso sí, creemos que donde se justifica a nivel de políticas públicas es en el transporte público, ya que hoy la electromovilidad es rentable, para vehículos que recorren muchos kilómetros.

¿Falta mucho para que sea rentable a nivel de transporte privado?

-Hay una gran diferencia. Hoy es sustantivamente más caro un vehículo eléctrico en ese segmento. Para alguien que usa un auto unos 12.000 kilómetros al año, la inversión no se paga con un vehículo eléctrico.

¿Cuándo podría cambiar el punto de equilibrio en ese segmento?

-Hay distintas proyecciones internacionales que hablan de que entre el 2022 y el 2025 un auto eléctrico va a costar lo mismo que uno a gasolina. Sólo el auto.

Entonces, nuestras ciudades y hogares deben prepararse para la irrupción tecnológica de la electromovilidad, que ocurrirá en unos tres o cuatro años más.