La economía estadounidense mantuvo un fuerte ritmo de crecimiento en el cuarto trimestre gracias a que los consumidores aumentaron el gasto en bienes, pero el impulso pareció ralentizarse de forma considerable hacia finales de año, con unas tasas de interés más altas que erosionan la demanda.
El Producto Interno Bruto (PIB) creció a una tasa anualizada del 2,9% el pasado trimestre, informó este jueves el Departamento de Comercio en su estimación adelantada del último cuarto del año. La economía se expandió a un ritmo del 3,2% en el tercer trimestre. Los economistas encuestados por Reuters habían previsto un crecimiento del PIB del 2,6%.
Este podría ser el último trimestre de crecimiento sólido antes de que se dejen sentir los efectos retardados del ciclo de endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal, el más rápido desde los años 80. La mayoría de los economistas prevén una recesión para el segundo semestre del año, aunque leve en comparación con las recesiones anteriores.
Las ventas al por menor se han debilitado bruscamente en los dos últimos meses y el sector manufacturero parece haberse unido a un mercado inmobiliario en recesión. Aunque el mercado laboral se mantiene fuerte, la confianza empresarial sigue deteriorándose, lo que podría acabar perjudicando a la contratación.
El sólido crecimiento del segundo semestre borró la contracción del 1,1% de los seis primeros meses del año. En el conjunto de 2022, la economía se expandió un 2,1%, por debajo del 5,9% registrado en 2021. El año pasado, la Fed subió su tasa de interés oficial en 425 puntos básicos, desde cerca de cero hasta un rango de entre 4,25% y 4,50%, el más alto desde finales de 2007.
El gasto de los consumidores, que representa más de dos tercios de la actividad económica estadounidense, fue el principal motor del crecimiento, reflejando sobre todo un repunte del gasto en bienes a principios del trimestre. El gasto se ha visto respaldado por la resistencia del mercado laboral, así como por el exceso de ahorro acumulado durante la pandemia de Covid-19.
No obstante, la demanda de bienes manufacturados duraderos, que en su mayoría se compran a crédito, se ha desvanecido y algunos hogares, especialmente los de menores ingresos, han agotado sus ahorros. El gasto de las empresas también perdió algo de brillo al finalizar el cuarto trimestre.
¿Recesión en marcha?
Pese a los claros signos de debilidad que se vislumbran para 2023, algunos economistas se muestran cautelosamente optimistas ante la posibilidad de que la economía eluda una recesión en toda regla y sufra más bien una desaceleración progresiva, en la que los sectores decrecen por turnos y no todos a la vez.
Argumentan que la política monetaria actúa ahora con menos retardo que antes, debido a los avances tecnológicos y a la transparencia del banco central estadounidense, que, según ellos, hace que los mercados financieros y la economía real actúen anticipándose a las subidas de tasas.
La inversión residencial sufrió su séptima caída trimestral consecutiva, la racha más larga desde que el colapso de la burbuja inmobiliaria desencadenó la Gran Recesión, pero hay indicios de que el mercado de la vivienda podría estar estabilizándose.
Las tasas hipotecarias han tendido a la baja a medida que la Fed ralentiza el ritmo de subidas.
Un informe separado del Departamento de Trabajo mostró el jueves que las solicitudes iniciales de subsidios estatales por desempleo cayeron en 6.000, a una cifra desestacionalizada de 186.000, en la semana finalizada el 21 de enero.
El número de personas que reciben prestaciones tras una semana inicial de ayuda, un indicador aproximado de la contratación, aumentó en 20.000, a 1,675 millones en la semana finalizada el 14 de enero.
Las empresas ajenas a la industria tecnológica, así como los sectores sensibles a las tasas de interés, como el inmobiliario y el financiero, están acaparando trabajadores tras pasar apuros para encontrar mano de obra durante la pandemia.