Como "un desastre" calificaba en 2002 las cuentas fiscales de Chile el economista jefe de BCP Securities, Walter Molano, quien en ese entonces se alzaba como una de las voces del mercado más críticas de los primeros años de la administración de Ricardo Lagos. "Hay señales conflictivas desde el gobierno, una actitud hostil hacia el sector privado y una falta de acuerdo para desarrollar reformas económicas. Esos son los problemas esenciales", señalaba en esos tiempos el experto que comparte con el exmandatario el mismo alma máter: la Universidad de Duke en Carolina del Norte, Estados Unidos.
"¿Quién es ese señor Molano?", reaccionaba molesto Lagos cuando le consultaban por las críticas de quien no le ha perdido la pista al país desde esos años. Especializado en mercados emergentes, ha visitado Chile en varias oportunidades, pudiendo conocer incluso lugares fuera de Santiago. En base a este recorrido, Molano no se siente para nada sorprendido con la crisis social que sacude nuestras calles desde el pasado 18 de octubre.
Distingue claramente dos tipos de Chile, el "paraíso" de Las Condes, que se asemeja a Europa, y el resto, que a su juicio no es muy distinto a las naciones vecinas, varias de ellas con una red de seguridad más sólida que la chilena, según su análisis. Estas características, junto con la desconexión de la clase política con la ciudadanía -sostiene-, fueron las que generaron una creciente frustración que derivó en el estallido.
Ante esta realidad, considera que es necesario hacer cambios estructurales, particularmente en áreas como salud y educación, incluso si esto requiere de un endeudamiento que, en su opinión, debe ser visto como inversión. Dicho lo anterior, sin embargo, advierte que la discusión de una nueva Constitución generará una incertidumbre que podría retrasar la inversión.
¿Cuál es su percepción sobre la crisis social y económica que está experimentando Chile?
-No fue algo totalmente inesperado. Chile ya ha tenido episodios de violencia anteriormente, especialmente la primera vez que (Sebastián) Piñera fue Presidente, hubo confrontaciones con los estudiantes.
Yo lo he estado viendo más como una tendencia internacional más que particular de Chile. Hay una frustración entre generaciones, que también vemos en Hong Kong, Colombia, Ecuador, Bolivia...
Todo es facilitado por las redes sociales, aplicaciones como Telegram, y el aprendizaje que van teniendo los estudiantes de los otros movimientos y que aplican.
Aunque se trate de un fenómeno global, ¿ve algunas particularidades en el caso chileno?
-Yo siempre he dicho que hay dos Chile, uno que típicamente conocemos los extranjeros, de Las Condes, Providencia y todos esos vecindarios lindos, y está el resto de Chile. Ese Chile que no es tan próspero.
Es duro ser pobre en Chile, porque hay un capitalismo más salvaje, sin tantos sistemas de ayuda social. Entonces, cuando sales de ese paraíso de Las Condes, que es parecido a un país europeo, y empiezas a ir a regiones, por ejemplo, Puerto Montt en el sur, o Iquique en el norte, que son lugares que he podido conocer, te encuentras con un Chile que es mucho más parecido a los países vecinos.
Eso genera frustración, porque el Chile que está fuera de Las Condes escucha todo el tiempo que están viviendo en un país que es perfecto, cuando no lo es. Es un país bastante caro, y no tiene todas las redes de ayuda social que sí puedes ver en otros países como Brasil o Argentina. De hecho, con todos los problemas que tienen ellos, no han tenido estas explosiones sociales y de violencia como las tiene Chile.
¿Qué le ha parecido la respuesta del gobierno a la protesta social en materia de reformas?
-Es la respuesta necesaria, pero es un principio para ponerse a escuchar a la gente. Uno de los problemas que ha enfrentado Chile ha sido la destrucción de los partidos políticos tradicionales. El partido político va escuchando los reclamos de la sociedad y lo va transmitiendo en políticas y propuestas. Pero se han destruido los partidos y lo que tienes son figuras de alto reconocimiento, como Michelle Bachelet o el Presidente Piñera, pero la gente no tiene forma de transmitir sus deseos hacia ellos.
Hay una falta de conexión entre pueblo y quien está haciendo la política y tomando las decisiones, generando una frustración que en un momento lleva a una explosión social. Ese no es solo un problema chileno, es mundial. Está pasando en Europa, en Estados Unidos y en otros países latinoamericanos.
¿Son precisos cambios estructurales para generar la red de seguridad social a la que hace referencia?
-Sí. Si Chile pretende ser más estilo europeo, entonces tiene que ver lo que han hecho los países europeos. Por ejemplo, se gasta mucho más en salud y yo sé que el sistema de salud público chileno no es muy bueno. También se tiene que gastar en educación, que en Europa es gratis hasta el nivel universitario.
En pensiones el sistema que Chile lideró fue muy interesante, pero también hubo ciertos errores, al beneficiar a una parte pequeña de la sociedad y definitivamente benefició mucho a los dueños de las empresas. Ese es uno de los temas que se escuchan mucho en la calle y no solo en Chile. Hay demasiada concentración de riqueza.
En ese contexto, ¿qué cambios son urgentes para Chile?
-En Chile se necesita más competencia en todo tipo de productos y servicios. Hay demasiada concentración en algunos sectores y si se da más competencia ayudaría a rebajar precios, a que las cosas sean más asequibles para el resto de la población. Entonces, eso es lo primero.
En segundo lugar, se tiene que reducir su gasto en defensa. Chile tiene tecnología de punta en Marina, Aviación, en todas sus Fuerzas Armadas. ¿Es necesario para un país latinoamericano tener esa clase de armamento? Yo sé que tienen conflictos históricos con todos los países vecinos, pero se deben medir las capacidades contra las de sus vecinos, y a mí me parece que se gasta demasiada plata.
¿Le preocupa que se opte por aumentar la deuda del país?
-Eso se puede ver de dos formas. Una de ellas, como un incremento en gasto, lo que no suena muy positivo. La otra, es verlo como inversión y si te vas a endeudar por eso, vale la pena. Hay toda una literatura de economía que respalda particularmente dos tipos de inversión: educación y salud. Si vas a atender esas áreas, se justifica totalmente el incremento de la deuda, siempre y cuando se establezcan metas.
Hay muchos ejemplos en el planeta, y además, el Banco Mundial, el BID y hasta el FMI están llenos de estudios que ayudan a asesorar a los países para desarrollar programas en esas áreas. Hay que aprender lo que se ha hecho en otros países y aplicarlo, eso no es para nada difícil.
¿Qué opinión tiene del proceso constitucional que se abrió en Chile?
-Me preocupa lo de la Constitución, porque va a generar mucha incertidumbre hasta que acabe el proceso, lo que no es bueno para la inversión extranjera que Chile necesita para fomentar el crecimiento, como lo requiere cualquier país en el mundo. Si una empresa de minería no tiene conocimiento sobre cuál será el régimen legal, o el de operación en recursos naturales, todo ese tipo de cosas, entonces no va a invertir.
No fue el estallido social lo que cambió mi perspectiva para Chile, eso ha pasado antes y es algo momentáneo que va a quedar atrás. Lo que me inquieta es la caja de Pandora que se ha abierto con la discusión de una nueva Constitución, con las votaciones y los referendos que vienen, que van a poner mucha incertidumbre en la economía chilena.
De acuerdo a todo lo anterior, ¿cómo cree que este episodio afectará a la economía y cuánto proyecta de crecimiento para Chile en 2020?
-Mi estimación para el año es de un 1%.