Un escenario económico difícil de prever es el que se configuró para el país a partir del 18 de octubre. Esto mismo, explica el economista jefe del Banco de Chile, Rodrigo Aravena, implica una serie de desafíos de política pública que no solo no estaban contemplados, sino que requieren de una coordinación que va más allá de lo puramente económico. En ese contexto, advierte, cualquier medida que se tome a futuro debe tener como eje fundamental que Chile pueda seguir creciendo.
¿Cuál es su balance de 2019?
-Estamos ante un cambio material en el escenario macro local, con un deterioro impensado. En solo un par de semanas, pasamos de un escenario de recuperación, con un crecimiento que se encaminaba al 3%, incluso con mejoras en las estimaciones de PIB tendencial dado el proceso migratorio, hacia una recesión de corto plazo, con un desempleo sobre el 10% y una abrupta caída de la inversión. Claramente, vamos a terminar con una economía mucho peor de lo que esperábamos.
Con cifras negativas...
-No solo tenemos un escenario deteriorado en crecimiento, sino también dudas sobre el deterioro en algunos de los fundamentos de la economía. Es decir, más allá de si el Imacec cae 6% en noviembre o si Chile crece menos de 1% en 2020, hay temas de mediano plazo a los que se debe prestar atención.
¿Cómo cuáles?
-Primero, esta crisis es distinta a cualquiera de las que hemos tenido los últimos 30 años. Tanto en la asiática como en la subprime hubo contagio externo y la respuesta contracíclica monetaria y fiscal fue suficiente. Hoy hay una serie de shocks, principalmente de oferta, con impacto en la demanda, que requieren desde medidas fiscales hasta de orden público. Segundo, tendremos un par de años con una incertidumbre mayor a la habitual. Más allá de la d iscusión si es un buen o mal timing para cambios de fondo, esto genera impacto en la inversión que puede profundizar el ciclo contractivo y dilatar una potencial recuperación. Y tercero, debemos pensar cómo enfrentaremos las presiones fiscales en el largo plazo.
Por la deuda pública y los déficit...
-En solo dos meses la deuda bruta esperada para los próximos años aumentó desde 26% a 40%, un alza de más de US$40.000 millones, lo que equivale a más de medio año de gasto fiscal. Y en esa nueva realidad, tendremos que discutir sobre mayores recursos para pagar intereses, el uso adecuado de fondos soberanos que serán más escasos y la reducción de los déficits, porque niveles de 4% son insostenibles en el largo plazo. Sobre este punto quiero ser categórico: la principal fuente de financiamiento fiscal de largo plazo proviene del crecimiento económico. Si no crecemos, no podremos financiar una agenda pública más ambiciosa en el largo plazo.
¿Cómo evalúa las medidas del gobierno para enfrentar la crisis?
-Tenemos shocks de fuentes muy diversas interactuando al mismo tiempo. Por lo tanto, el diseño e implementación de políticas es desafiante. Hay falta de información, apenas conocemos las cifras de actividad de octubre. Lo mismo para el empleo y las decisiones de inversión. Además, la naturaleza de esta crisis requiere un alto grado de coordinación entre diversas autoridades, que excede con creces las acciones de Hacienda. El anuncio de un estímulo fiscal de más de US$5.000 millones es una buena noticia, pero hay desafíos como la reconstrucción que requiere de condiciones mínimas de seguridad pública y eficacia en la gestión. Eso no es menor.
Hasta hace poco era crítico pensar que pudiese acercarse a 30%. Ahora se encamina a 40% en 2024.
-Es uno de los temas macro más desafiantes de largo plazo. Es preocupante que en 15 años se habría multiplicado casi en 10 veces. La persistencia de déficit en niveles superiores a 3% en el largo plazo puede ser perjudicial para los equilibrios macro que, al final, afectan el crecimiento, el empleo y el bienestar. Y no es un tema de un gobierno, requiere esfuerzos que trascienden el ciclo político.
¿Es creíble la trayectoria de reducción de déficit estructural y efectivo fijado por Hacienda?
-Es factible, pero requiere recuperar el crecimiento económico, la ausencia de un deterioro del PIB tendencial, eficiencia del gasto y buena gestión. Es posible, pero requiere esfuerzos desde ya.
¿Cómo ve a la economía en 2020?
-Partiremos el 2020 con una base muy débil, con el menor nivel de Imacec desde inicios de 2017. Es decir, el deterioro en octubre y noviembre probablemente nos lleve a perder el nivel de producción ganado en más de dos años, al menos transitoriamente. Veremos varios meses con tasas anuales negativas de Imacec y un par de trimestres con contracción.
¿Con recesión técnica?
-Por ahora, es razonable asumir un crecimiento en torno a 1%, con inversión cayendo al menos un 3% y consumo total en línea con el PIB. Definida como caída secuencial, es decir, en relación al trimestre anterior, la recesión no es descartable. Pero falta información. Sin embargo, más allá de la definición, tendremos tasas anuales de crecimiento negativas hasta mediados del próximo año.
¿Hay un daño permanente en la economía en términos de PIB tendencial?
-Es muy temprano para una estimación cuantitativa, pero sin duda hay riesgos a la baja.