A las 00:01 horas del viernes comenzaron a regir los aranceles de 25% que impuso Donald Trump a US$34.000 millones de importaciones provenientes desde China, lo que automáticamente activó represalias de igual magnitud contra Estados Unidos. Así, las amenazas de una guerra comercial entre las dos mayores potencias globales tomaron forma en la economía real, sin que se asome un punto de retorno. Por el contrario, siguen sobre la mesa las amenazas del presidente estadounidenses de escalar el conflicto hasta afectar de manera contundente la actividad económica mundial. En Europa temen que, además de los aranceles sobre el acero y aluminio, EEUU agregue barreras a los automóviles, mientras que en China no dejan de tomarse en serio la reciente advertencia de impuestos a un total de US$500.000 millones de sus importaciones.
Trump ha dado muestra de su convicción respecto a lo perjudicial que resulta para el país el déficit comercial, que en el caso chino llegó a US$375.000 en 2017. En ese marco, está dispuesto a asumir las consecuencias, de manera tal que las represalias desplegadas por su contraparte solo alimentan su ánimo proteccionista.
Conflicto en expansión
Ayer Rusia, también afectada por los impuestos al acero y el aluminio, se sumó al contraataque, con aranceles de 25% y el 40% a una serie de productos estadounidenses, por un total de US$88 millones.
La Unión Europea, México y Canadá ya han fijado sus represalias y lo han hecho de manera quirúrgica. El blanco predilecto son los bienes producidos en estados cruciales para las elecciones legislativas de noviembre de este año, donde podría cambiar el balance de poder con la arremetida demócrata en ambas cámaras.
Ejemplo de esta estrategia son las barreras impuestas al whiskey, que se exporta desde Kentucky, por donde va a la reelección el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell.
Aunque la lógica tiene sentido, lo cierto es que en este punto del enfrentamiento pocos ven un impacto concreto en la pujante economía estadounidense. "Los aranceles que han entrado en vigencia hoy afectan sólo al 0,1% del PIB de los respectivos países. Por lo que no se verá una consecuencia en el crecimiento económico o en los indicadores", detalla Juan Carlos Hidalgo, analista de Cato Institute.
Sin embargo, el temor en los mercados a una escalada en las tensiones ya está dejando algunas víctimas y, para pesar de Chile, una de ellas es el cobre.
Preocupación en Chile
El metal rojo cerró el Día D de la guerra comercial en los US$2,8694 la libra, tras ceder ayer 1,15% en la Bolsa de Metales de Londres, donde acumula un descenso de 9,25% en el último mes.
La situación es seguida con cautela por el gobierno. "Sabemos que la incertidumbre asociada a los conflictos comerciales en curso afecta las percepciones de los mercados financieros, y en esos casos los principales afectados son las materias primas o commodities como el cobre", señala a PULSO Roberto Ampuero, ministro de Relaciones Exteriores. Sin embargo, matizó asegurando que "la solidez de la economía chilena y su red de acuerdos internacionales son instrumentos que nos permiten estar mejor preparados para este tipo de shocks en el ámbito externo".
En el sector empresarial también siguen de cerca el conflicto propiciado por Trump. "Para una economía como la nuestra, que entren en una guerra comercial tus socios principales claro que tiene efectos que ya comenzamos a ver", indica Alfonso Swett presidente CPC, a quien le inquieta la baja en el cobre, sus efectos en la recaudación fiscal y, por ende, en la economía local.
En ese contexto, Ampuero resalta que "por experiencia propia sabemos que gran parte de nuestro desarrollo económico, la creación de empleos, la reducción sustantiva de la pobreza y la prosperidad de Chile está basada en el libre comercio y nuestra integración comercial al mundo", por eso se ha procurado manifestar la preocupación del gobierno en diferentes instancias multilaterales.
Los commodities han sido los primeros damnificados
La caída del cobre no ha sido en soledad. Su descenso de 9,25% en el último mes ha sido acompañado por las bajas de 9,14% en el aluminio, 3,24% en el hierro y 12,71% en la soya.
Los commodities, siempre vulnerables a las perspectivas económicas de China, se han visto afectados por el conflicto comercial que escala entre Beijing Y Washington. Sin embargo, el panorama no es del todo negativo.
Según el economista jefe de Itaú, Miguel Ricaurte, en el mercado "ya se está adelantando lo que podría ser un conflicto comercial de escala mayor al actual". Sin embargo, en su escenario base anticipan que en "las próximas semanas haya señales positivas y que EEUU quiera negociar con China o la UE", ayudando a un repunte de las materias primas.
Algunos sacan cuentas alegres de la disputa
Mientras las mayores economías levantan barreras entre sí, ya sea por el ímpetu proteccionista de su gobierno o como represalias a los impuestos recibidos, otros mercados ven el vaso medio lleno al convertirse en una alternativa más atractiva de comercio.
La soya, por ejemplo, ha sido uno de los blancos predilectos para los aranceles contra Estados Unidos, lo que podría resultar beneficioso para los productores brasileños y argentinos.
Si la guerra comercial sigue escalando, los exportadores de alimentos chilenos también podrían sacar cuentas alegres, según Miguel Ricaurte, quien de todas maneras advierte que en ese escenario también se podría ver afectado el crecimiento mundial, compensando este efecto.
Mercado laboral de EEUU amortiguó efecto en Wall Street
Aunque las barreras comerciales que levantan China y EEUU tuvieron inquieto a los mercados, Wall Street cerró ayer al alza gracias al reporte de empleo estadounidense correspondiente a junio.
Aunque la tasa de desempleo subió a 4%, desde 3,8%, el mercado se quedó con el dato de la creación de 213.000 puestos de trabajo, que superó con creces los 195.000 anticipados por los analistas consultados por Bloomberg.
En ese marco, el Dow Jones subió 0,41% y el S&P 500 0,85%. Pero el incremento más fuerte se observó en el Nasdaq, con un alza de 1,34% gracias al rebote de las tecnológicas que habían caído las semanas anteriores por el temor a un límite de las inversiones chinas en el sector, medida que más tarde fue descartada por la Casa Blanca.