Hace poco más de un año Chile era un país completamente diferente al que vivimos hoy: sin grandes cambios, relativamente seguro y con un futuro más menos predecible. 12 meses y medio después estamos inmersos en un nuevo contexto con amplios escenarios posibles. Una importante proporción del país salió a la calle a protestar, y una inmensa mayoría decidió cambiar la Constitución hace un par de domingos. Somos otros.
Este remezón también impactó a la empresa la que está buscando nuevas formas de comunicarse, vincularse con su entorno y volver a encontrarse con su propósito, redefinirlo o cambiarlo. Y qué ha pasado a nivel de los inversionistas. Han cambiado sus preferencias. ¿Les llegó el estallido?
Optar por inversiones de impacto para generar resultados sociales positivos medibles, o invertir de manera sostenible significa incluir aspectos “extrafinancieros” en la toma de decisiones de inversión. Supone considerar factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG por sus siglas en inglés), ya sea de manera conjunta o separada.
Para muchos, el término “ESG” trae a la mente problemas ambientales como el cambio climático y la escasez de recursos. Estos forman un elemento de ESG, y uno importante, pero el término significa mucho más. Cubre cuestiones sociales como las prácticas laborales de una empresa, la gestión del talento, la seguridad de los productos y la seguridad de los datos. Cubre asuntos de gobernanza como la diversidad de directorios, la remuneración de los ejecutivos y la ética empresarial.
Según el Global Impact Investing Net work (GIIN), se estima que a finales de 2018 había 1.340 organizaciones que manejaban US$ 502 billones en inversiones de impacto alrededor del mundo. A comienzos de 2020 esta estimación alcanza a 1.720 organizaciones que administraban US$ 715 billones en esta área alrededor del mundo. A nivel local, recientemente la Asociación Chilena de Administradoras de Fondos de Inversión (Acafi) estimó que las inversiones acumuladas por los fondos de inversión de impacto superan los US$ 318 millones a julio de 2020, más del doble de la cifra registrada en 2018, cuando ésta alcanzaba los US$ 138 millones. Si bien los números aún son acotados, hay que mirar con atención la tendencia, ya que al parecer la curva no cederá.
Según la encuesta Global Consumer Insights 2020 de PwC, el 58% de los consumidores dice que el propósito o los valores de una empresa juegan un papel importante en sus decisiones de compra. Y un reciente ejemplo del mayor compromiso del sector financiero ha sido el anuncio de Citigroup de su Estrategia de Progreso Sostenible 2025, que busca acelerar la transición a una economía baja en carbono. Una de las metas definidas es invertir US$ 250 mil millones en soluciones climáticas a nivel global. Y como guinda de la torta la decisión del Fondo
de Inversión más grande del mundo, BlackRock, que en enero anunció en una carta a sus clientes que pondría la sostenibilidad, y en especial, el calentamiento global, en el núcleo de su negocio, buscando suplir su cartera de fondos pasivos con alternativas sostenibles.
Entonces la pregunta es ¿estamos frente a un estallido de los inversionistas? Al menos en Chile aun no, pero nadie previó tampoco que lo que comenzó hace un poco más de un año con escolares saltándose los torniquetes del Metro terminaría cambiando una Constitución.
*El autor es socio principal PwC Chile