Tras el agotamiento de los recursos, después de 63 años de operaciones, la División Salvador de Codelco cerró el 31 de diciembre a las 20:30 horas su mina subterránea, con miras a iniciar, en agosto, otros 47 años de producción, pero ahora a cielo abierto, en el llamado Rajo Inca, que cuenta con 796 millones de toneladas de reservas y una ley media de cobre de 0,5% a 0,65%, lo que demandará una inversión estimada en US$ 1.400 millones.
Para hoy se había programado una ceremonia formal de cierre con la ministra de Minería Marcela Hernando y los presidentes del directorio y ejecutivo de la minera estatal, Máximo Pacheco y André Sougarret, respectivamente, la que se suspendió por el accidente fatal de este lunes en El Teniente.
La transformación estructural de subterránea a rajo le permitirá a Salvador aumentar en régimen la producción desde las cerca de 60.000 toneladas registradas en 2021 a 90.000 toneladas anuales de cobre fino en régimen, lo que el gerente general de la División, Christian Toutin, estima ocurrirá recién será en 2025. Esto porque durante los primeros siete meses de este año dejará de producir la planta concentradora (que se alimentaba de la mina subterránea); solo seguirá operando la planta hidrometalúrgica con los óxidos del yacimiento a rajo San Antonio, junto con la fundición y refinería.
“Cumplido el hito de cierre de la mina subterránea, el objetivo es acelerar la construcción del nuevo rajo, para el 1 de agosto partir la entrega de mineral a la planta concentradora y llegar a su capacidad de diseño cinco meses después. Pero cuando se reinicie la operación de la concentradora se detendrá la planta hidrometalúrgica, también por siete meses, para someterla a un plan de reparaciones mayores que permitan cumplir las metas y objetivos del proyecto”, afirma Christian Toutin. En todo caso, el gerente está empeñado en un plan para intentar adelantar a mayo la operación.
Respecto de los costos, el ejecutivo detalla que lo proyectado para cuando esté 100% en régimen es un costo de mina cercano a un US$ 1,9 por tonelada y el costo directo (C1) será de 1,6 US$/libra. “Comparado con un precio de cobre de US$ 4 es un proyecto bastante bueno, que generará excedentes equivalentes a US$ 150 millones”, pronostica, aunque confiesa que “la pedida” del presidente ejecutivo, André Sougarret es llevarlo ojalá bajo US$ 1,5 para estar dentro “del segundo cuartil de costos de la industria”.
El ejecutivo afirma que si bien seguirá siendo una división de bajo tonelaje de cobre fino en el consolidado de Codelco, ya que no aportará más del 5% de su producción, “lo importante es que será más competitiva y rentable. Salvador tuvo pérdidas durante mucho tiempo, pero en los últimos años demostramos que puede operar ganando plata, con las mismas exigencias de El Teniente o Chuqui”.
Una vez estabilizada la producción de 90.000 tonelada, se evaluará una segunda etapa para llevar la División Salvador a unas 150.000 a 200.000 toneladas de cobre fino con una nueva explotación en Potrerillos, donde ya tienen identificados los minerales, lo que la convertiría en un equivalente de la actual División Andina. La ingeniería para este crecimiento debiera realizarse entre 2025 y 2030.
La sustentabilidad de Rajo Inca es un desafío no menor, sobre todo en materia de agua, considerando que en julio de 2020 el Consejo de Defensa del Estado interpuso una demanda de reparación por daño ambiental en contra de Codelco, “por el grave perjuicio provocado en el Salar Pedernales, que afectó el componente hídrico de su acuífero” por parte de la División Salvador. Toutin explica que siguen usando agua continental, pero este proyecto hará más eficiente el consumo, que ya han bajado de 690 litros por segundo a cerca de 480, tras un acuerdo con el CDE para disminuirlo con procesos más eficientes en la descarga de sus procesadores (a 2022 el porcentaje de sólidos llegaba 53% versus 40% a 45% de unos años antes). Pero entre 2025 y 2030 tienen que implementar proyectos para obtener agua desalada para el total de sus necesidades a 2032.
Aparte de acciones de recuperación de las condiciones hídricas, el avenimiento con el CDE incluyó un plan para poner en valor 175 hectáreas que incluyen los sistemas vegetacionales, zonal, hídrico y terrestre del salar y un catastro de las especies de flora y fauna.
El costo del plan de cierre de la mina subterránea se sabrá tras hacer la ingeniería, aunque circulan estimaciones de US$ 300 millones a US$ 400 millones.
Retraso e imprevistos
Actualmente, Rajo Inca está en fase de construcción con un total de 5.000 trabajadores en dos turnos. Las obras se inauguraron en agosto de 2021 e inicialmente se contemplaba el cierre de la mina subterránea para julio del año pasado, con 22 meses de prestripping (proceso en que se extrae la roca estéril o sin valor comercial que cubre las reservas minerales) y un ramp up (proceso en que se somete los equipos a pruebas con diferentes cargas de escalonamiento para ir aumentando el nivel de producción) de la planta concentradora de siete meses, por lo que su puesta en marcha estaba programada para el segundo semestre de 2022 con el hito de llegar a las 90.000 toneladas en el primer semestre de 2023.
Pero se postergó el ingreso de Rajo Inca y la intervención de la planta producto de desfases originados en la pandemia, el atraso de los barcos que traían las estructuras y un accidente fatal por el que el prestripping estuvo intervenido varios meses (el 7 de octubre Sernageomin liberó las restricciones para su reinicio). Esto llevó a que en 2022 Salvador solo produjera cerca de 35.000 toneladas de cobre fino.
Reconversión laboral
El gerente general ha sido parte de este proyecto que le dará una segunda vida a Salvador desde su concepción. Christian Toutin es ingeniero civil en minas y ha desarrollado toda su carrera profesional en Codelco. Lleva 4 años y medio en Salvador, pero partió en Chuquicamata donde en 12 años pasó por varios cargos, entre ellos jefe de turno, ingeniero jefe de producción, superintendente de perforación y tronadura, gerente de mina y gerente de seguridad y salud ocupacional. Después estuvo otros tres años en El Teniente y volvió como gerente de operaciones a Chuquicamata.
En marzo de 2018 Nelson Pizarro, entonces presidente ejecutivo de Codelco, le ofreció la gerencia general de Salvador, para evaluar el cierre definitivo o extender la vida útil a través de un proyecto: tras los estudios de rigor, la decisión fue poner las fichas en darle continuidad por otro medio siglo. El 19 de octubre del mismo año ingresó al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) el Estudio de Impacto Ambiental de Rajo Inca para la continuidad operacional, que implicaba invertir US$ 1.400 millones para, con la misma capacidad extracción de mineral, producir casi 50% más del cobre fino extraído en los últimos 10 años y llegar a unas 90.000 toneladas al año. “Yo había sido parte de la transformación de Chuquicamata de rajo abierto a subterránea y ahora tenía la posibilidad de hacer el proceso inverso. Se sacó el interior de la sandía, pero la cáscara es de buena ley y con la explotación en rajo vamos por ese cobre”, cuenta.
Esta transformación implica un plan de reconversión laboral para los cerca de 380 trabajadores que se desempeñaban como operadores y mantenedores de la mina subterránea, quienes están aprendiendo a usar equipos mucho más grandes en Chuquicamata, Radomiro Tomic y Andina. “La capacidad de las palas que teníamos era de siete yardas cúbicas y las que estamos trayendo son de 46, casi 8 veces más. Los camiones serán de 300 toneladas y los que ellos manejaban no pasan de las 10 toneladas”.
Varios trabajadores optaron por el retiro. “La mayoría están siendo capacitados porque hay compromiso social y emocional de por medio. Habría sido más fácil despedir y contratar gente ya especializada. Pero hubo mucha épica en esto ‘de salvar Salvador’ en los últimos tres años; nuestros trabajadores tienen un arraigo muy fuerte con el proyecto y eso le da mucho sentido a operar con la misma gente, se merecen la oportunidad de operar estos equipos mayores porque van a trabajar con más ganas”, afirma el ejecutivo. Toda la comunidad está atenta a la reconversión, ya que el cierre comprometía el futuro de la ciudad campamento de El Salvador, incertidumbre con la vivieron mucho tiempo.
Por ello, el mayor orgullo de Toutin es haber podido habilitar Rajo Inca, con el que la División tendrá una explotación mucho más rentable y competitiva. Otro es contar con la primera planta en el mundo operada 100% por mujeres supervisoras, operadoras, mantenedoras y personal externo. Se trata de Las Añañucas, donde se extrae el cobre que queda en los relaves: “Esto fue consecuencia de una estrategia pensada inicialmente para que las mujeres compitieran en los procesos de selección en igualdad de condiciones con los hombres, y que luego se orientó a permitir que las esposas de trabajadores propios o contratistas y mujeres de la comunidad participaran en la incorporación de dotación femenina, para permitirles mejorar la economía familiar”, comenta. Las Añañucas es una planta de baja experiencia laboral, así es que las postulantes son capacitadas y entrenadas en las distintas áreas.