El mundo está de cabeza metido en una recesión. De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertó que es la peor crisis desde la Gran Depresión de 1929, superando incluso la subprime de hace una década.

En este contexto, y tal como en esas dos crisis anteriores, a nivel global se habla de que parecen volver las medidas “keynesianas”, con los gobiernos gastando a niveles históricos, con tal de proteger a sus ciudadanos y mantener sus economías a flote.

En su famoso libro de 1936, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, John Maynard Keynes -uno de los economistas más influyentes de la historia, y que es catalogado como el padre de la macroeconomía- planteó que en escenarios de crisis o de desaceleración, los estados pueden incrementar la demanda agregada aumentando el gasto fiscal.

Y elevar el gasto fiscal es en gran parte lo que están haciendo nuevamente los gobiernos, con paquetes fiscales de emergencia que cada semana suman montos mayores. Estados Unidos ya aprobó un plan por US$2 billones (millones de millones) y está pensando en uno adicional por otros US$ 500 mil millones. En Chile, el gobierno lanzó uno por US$11.750 millones (4,7% del PIB) en marzo, y hace un par de días agregó otros US$5 mil millones (2% del PIB). Otros, como Japón, Alemania, España y muchos más, están haciendo cosas similares.

En suma, las estimaciones indican que la respuesta fiscal global ya estaría en torno al 4% del PIB del planeta y a cerca del 5% del PIB en los países desarrollados.

En la crisis subprime también los gobiernos tuvieron que poner dinero para reactivar la economía, al menos en un primer momento, seguido en varios lados por políticas de austeridad para reducir los déficits que se crearon, una política polémica hasta hoy.

Aunque la diferencia -por ahora- con esa crisis, es que el foco de los gobiernos no es reimpulsar sectores o la actividad. Por el contrario, es suplir la falta de recursos producto de las paralizaciones obligatorias, lo que ayuda a garantizar también que estas detenciones se sigan cumpliendo.

Los déficits fiscales y los aumentos de las deudas son una de las preocupaciones que los expertos ya ven que tendrán que afrontarse en lo que viene. La crisis financiera internacional de 2008-2009 elevó la deuda bruta de las naciones desarrolladas en cerca de 20 puntos del PIB y nunca volvió a sus niveles anteriores. En Chile, la Dirección de Presupuestos indicó que este año el país tendrá el mayor déficit fiscal desde 1973 y algunos expertos anticipan que la deuda pública estará en torno al 40% del PIB.

El economista del ESE-Universidad de los Andes, Matías Braun, señala que “desde la Gran Recesión que las políticas keynesianas han vuelto a tomar vigencia después de años de neoclasicismo a partir de los 90, especialmente. Por cierto que en eventos extremos se dan los supuestos de los modelos keynesianos y, si bien los modelos clásicos ya incorporan una serie de elementos de fricción en los mercados, el esquema keynesiano parece haber probado su mayor relevancia”.

El economista señala que las herramientas de este tipo mostraron su eficacia en la crisis subprime: “Ahora, los procedimientos de salvataje normalmente generan efectos secundarios, y aquí mi temor es que el Estado vaya tomando un rol cada vez mayor en la economía. Esto ya lo vimos en los ‘50 y ‘60, en que, a través de dirigir el crédito a ‘sectores prioritarios’ (motivados muchas veces por presiones políticas), se terminó con una estructura de producción del todo ineficiente”.

Por su parte, el director del Centro de Estudios del Desarrollo, Luis Eduardo Escobar, indica que “la crisis causada por la pandemia del Covid-19 y las soluciones sanitarias para limitarla han causado, en una primera vuelta, una masiva contracción de la oferta de bienes y servicios -debido a las políticas de distanciamiento físico- y, en una segunda vuelta, una deficiencia de demanda, ya que al no poder trabajar, las familias tienen una mucho menor capacidad de compra. La falta de demanda afecta a las empresas y el ciclo se repite una y otra vez, generando una espiral contractiva”.

Por esto, la respuesta de impulsar el gasto ha sido similar en los distintos países, “aunque algunos se hayan tardado más que otros en aceptar su inevitabilidad”, puntualiza y agrega que en la parte económica hay que “suplir la caída de ingresos de las personas en un alto porcentaje -para que puedan sobrevivir- y apoyar a las empresas para que no quiebren. La única institución capaz de hacer esto es el Estado. No existen otras instituciones con esa capacidad, aunque le pese a los libertarios y liberales de derecha que siempre quieren reducir el tamaño del Estado”.

En este marco, Escobar también alerta que estas políticas tendrán como resultado “un déficit fiscal gigantesco”, cercano al 20% en los países europeos y el de EE.UU., a algo más del 10%. Eso, con los paquetes conocidos hasta ahora. “Es el costo de salvar vidas”, sostiene.

La académica de la U. Adolfo Ibáñez, Andrea Repetto, dice que la política económica para enfrentar una crisis como la actual tiene dos fases.

“La primera, la etapa en que estamos hoy, consiste en detener parte de la economía, ponerla en el congelador, con el fin de evitar los contagios y la propagación del virus. Así, la política necesaria para esta etapa no es intentar expandir la economía por medio de la política fiscal, sino todo lo contrario, el objetivo es detenerla. Ello no significa que la política fiscal no juegue un rol. Para que la contención sea eficaz y para facilitar el ‘descongelamiento’ una vez detenidos los contactos, en esta etapa lo que deben hacer las autoridades es proteger los ingresos de los trabajadores y apoyar la liquidez de las empresas. En otras palabras, el rol del fisco es el de otorgar seguridad social”, indica. Luego, en la segunda etapa, cuando se detengan los contagios, hay que estimular nuevamente la economía. Ahí, dice, “la política fiscal jugará un rol central, aun cuando tal vez sea menos efectiva que lo habitual: el multiplicador keynesiano puede tener menos fuerza si hay sectores que no pueden volver fácilmente a producir y si las personas gastan menos ante la incertidumbre de que la pandemia persista. Por tanto, la política en esta etapa debe combinar elementos fiscales y monetarios”.

En ese momento, los gobiernos deberán despertar los “espíritus animales” de los que hablaba Keynes, para reactivar las confianzas de consumidores e inversionistas y comenzar a hacer las cuentas de cómo pagar este mayor gasto, lo cual dependerá en gran medida de cómo sea la trayectoria de la recuperación (en V, U, L u otra).

Robert Skidelsky, un biógrafo del economista inglés y miembro de la Cámara de los Lores en el Reino Unido, recuerda que Keynes también habló del problema del “exceso de demanda”, en especial en momentos en que la oferta estaba limitada, lo que termina con mayores precios o impuestos más altos.

Luego de las dos guerras mundiales, los datos muestran que en EE.UU. hubo un alza de la inflación, pero eso no pasó tras la crisis subprime, y parte del mercado cree que eso se repetirá ahora. En ese contexto, el execonomista jefe de la Fed, David Wilcox, indicó a The Wall Street Journal que “el peligro mayor hoy de parte de los gobiernos es que elijan subresponder en vez de sobrerresponder, basados en la noción de rectitud fiscal que se arrastra de hace una generación o dos”.