A los sour y los ceviches, durante la pandemia se sumaron los jabones, el champú y los desinfectantes a la oferta del Ají Amarillo. Es que para evitar su cierre y conservar parte de su personal, Jorge Jaramillo, el dueño de este restaurante, uno de los más antiguos en Av. Manuel Montt, tuvo que ampliar el giro de su local. Así, durante varios meses se dedicó a la venta de platos peruanos a domicilio y también de artículos de aseo personal y para el hogar. “De esa forma pude mantener con empleo a cinco de los 11 trabajadores”, cuenta el empresario gastronómico.
Con el desconfinamiento y la apertura gradual, el alcohol gel, las cremas y los otros productos fueron desaparecieron del local y, en cambio, volvieron los comensales, las comandas y los brindis en sus mesas con alguna de las 42 variedades de pisco sour que preparan, entre ellas una de “viagra natural”. “Y desde que comenzó la Fase 3 no hemos parado con la cantidad de gente que viene. Estamos trabajando más de la cuenta. Yo estoy dedicando más de 14 horas diarias al restaurante”, cuenta Jaramillo.
Unas cuadras más al norte, casi al llegar a Av. Nueva Providencia, Paola Forno y Onur Erdemir, los dueños de Meze, el único restaurante turco de Santiago, han tenido una carga similar de trabajo en los últimos días. Más exactamente desde hace tres semanas, cuando toda la Región Metropolitana avanzó a Fase de Preparación y los locales gastronómicos pudieron volver a atender público en sus salones y en sus terrazas y de lunes a domingo. “Desde entonces no deja de venir gente, especialmente los fines de semana, lo que es bueno, pero trabajamos sin parar, todos los días, solo llegamos a dormir y apenas podemos compartir con nuestros hijos”, confiesa Erdemir.
Basta darse una vuelta los jueves y viernes en la tarde y los sábados a la hora de almuerzo por el circuito de bares y restaurantes de Av. Manuel Montt para comprobar cómo la gente se volcó con todo a sus lugares de siempre y que extrañaron por más de un año. También a los nuevos, porque en plena pandemia varios locales debutaron a lo largo de esta avenida que va desde Providencia a Ñuñoa. “Nosotros abrimos recién este año y estos últimos días hemos tenido el local lleno. Incluso, el fin de semana pasado tuvimos una lista larga de espera, con una fila de más de 30 personas que doblaba hasta Alberto Decombe”, cuenta Penélope Ávila, la dueña de Pepperland, el bar vegetariano que hace algunos meses sumó en esta avenida un segundo local al que ya tenía en Av. Santa Isabel.
A un par de cuadras de ahí, en Porfirio, el bar que especializa en los cocteles en base a mezcal -ese destilado mexicano pariente del tequila- hoy cuesta encontrar una reserva, sobre todo de miércoles a sábado. Cuenta su dueño, Mauricio Rojas, que ahora el flujo de público es mayor que en los anteriores avances de fases, los del verano y de mayo. “La gente se volcó a los restaurantes y bares, se nota que tenía ganas de tomar. He conversado con mis colegas del rubro y coincidimos en que han sido días muy buenos y todos están agradecidos”, asegura. Y agrega que, incluso, ahora tienen más trabajadores que antes de la pandemia, ya que su dotación de personal pasó de 8 a 11. “Y todavía andamos en busca de gente para la cocina”, acota. El que están disfrutando es algo así como un happy hour en medio de la pandemia para los locatarios de Manuel Montt y del resto del país.
Según el presidente de la Asociación Chilena de Gastronomía (Achiga), Máximo Picallo, esa situación se repite en varios otros polos de Santiago que concentran una gran cantidad de restaurantes. También en regiones, especialmente en las ciudades turísticas que ya están en Fase 4, como Viña de Mar y La Serena. “La gente tenía la necesidad de salir y reencontrarse con otras personas y por supuesto que los locales son los lugares favoritos para hacerlo. Además de que están saliendo a comer con confianza, porque se están respetando las normas sanitarias y los aforos. Y también influyó el buen clima de estos días en que los restaurantes se estén llenando”, plantea el dirigente gremial y también dueño de Elkika, emblemática fuente de soda de Av. Tobalaba.
En Av. Manuel Montt, en las tardes, a la hora del after office, es el público más joven el que suele repletar las terrazas de bares como el recién inaugurado El Destape, que se especializa en cervezas artesanales, y de otros de clásicos del sector, como Ramblas, que tiene más de 15 años y que por estos días luce lleno de parroquianos que llegan a probar sus tragos en formato medio litro, piscolas y mojitos especialmente. “Desde que comenzó la Fase 3 se repletan nuestras terrazas, aunque hay que decir que por las normas sanitarias tenemos una capacidad de 70% respecto a antes de la pandemia”, asegura Sebastián Pérez, dueño del bar.
Él también es socio de otros dos locales en el barrio, la fuente de soda Martuca y la pizzería Domani y ha podido comprobar lo mismo en estas tres semanas: que el público se volcó a reencontrarse y probar esos lugares a lo que durante el confinamiento no podían ir. Es lo que se puede ver en este último lugar en las tardes, después del trabajo, y sobre todos los fines de semana, cuando las familias repletan la terraza que pudieron instalar en plena calle Granaderos para probar sus pizzas italianas, que se preparan en un horno especial traído desde Italia.
Preparando el toque de queda
“Lo único malo es que tenemos que empezar a cerrar cuando el público recién se está prendiendo, pasada las 9 PM”, comenta Pérez. Así, el actual horario de toque de queda en la Región Metropolitana, que parte a las 10 PM, es uno los problemas que por ahora les está aguando el happy hour a los empresarios gastronómicos. Este rubro es uno de los que está demandando públicamente que, al menos, comience a regir a las 12 AM, tal como ya sucede en regiones como Valparaíso, Biobío, Coquimbo y la Araucanía.
Por lo mismo a algunos locales han hecho pequeños cambios para preparar la hora de cierre, como en Ramblas, donde durante la tarde suenan prendidas canciones de black music, de estilos como soul y funk. Pero antes de las 9 PM, cuando tienen que ir pasando las cuentas y cerrando el lugar, bajan las revoluciones con canciones más lentas, de Stevie Wonder y Michael Jackson, por ejemplo. “Y antes de la pandemia desde esa hora en adelante era nuestro mejor horario”, dice su dueño.
El presidente de Achiga asegura que es un asunto pendiente para lograr la recuperación del sector “y que ojalá se pueda concretar dentro de las próximas semanas.
Hay pega
Pero también hay otra situación con que los locatarios se ha encontrado en este regreso a su funcionamiento casi normal: la falta de trabajadores. Al igual que en rubros como la construcción, la escasez de gente para ocupar los puestos vacantes y que se recuperaron se repite por igual en bares, restaurantes y otros establecimientos afines. De hecho hoy, junto con compartir fotos de sus platos y terrazas, los locales están publicando avisos en redes sociales como Instagram para conseguir gente que quiera trabajar, además de buscarlos en las habituales publicaciones en los portales de empleo.
Cocineros, ayudantes de cocina, garzones y coperos, entre otros, son algunos de los puestos que hoy se ofrecen y que cuesta llenar. “Hay pega” es la frase que más se repite en sus avisos.
“Acá necesitamos 10 personas más, pero ha costado harto encontrarlas, está súper complicado. Sobre todo para la cocina, donde que se requieren trabajadores con preparación. No sé qué estará pasando, quizás se daba a que muchos decidieron emprender durante estos meses y ahora tienen sus propios proyectos y no están dispuestos a volver”, plantea el dueño de Domani.
Otras, agrega Mauricio Rojas, el empresario detrás del bar Porfirio, eran personas extranjeras que trabajan en el rubro y que estaban solas en Chile y que con la pandemia se devolvieron a sus países para estar junto a sus familias. “Acá estoy falto de personal y aun sigo buscando, sin resultados”, se lamenta.
Incluso en el frontis del Ají Amarillo hay un letrero con la oferta. “Se necesita copero urgente y ayudante de cocina”, reza el aviso. Según su dueño, por la falta de personal él mismo hoy se encarga de múltiples labores en su restaurante peruano: “Incluso, he tenido que salir a hacer delivery en bicicleta. Así llegué le otro día desde aquí hasta Los Domínicos. Y a mis 70 años”.