A muchos chilenos nos encantaría saber qué siente Sebastián Piñera en estos momentos. Sin duda se ha hablado mucho acerca de que el presidente está acorralado, contra la pared y sin capacidad de reaccionar. Es posible que esto sea así, pero cualquiera con sentido de coherencia y conciencia lo estaría. En caso contrario sería una persona irracional, alejado de la realidad o peor aún, indolente e irresponsable.
En lo personal, veo positivo que Piñera se encuentre en esta condición de aflicción profunda y es que las personas inteligentes (nadie podría decir que no lo es) y determinadas, sacan lo mejor de sí cuando se encuentran acorralados, en la oscuridad absoluta y sin escape alguno. En momentos difíciles, estas personas desarrollan autocontrol, afinan sus sentidos frente a las amenazas, intensifican su confianza en ellos mismos, controlan su carácter, aplican una disciplina espartana a su trabajo diario y juegan para ganar. Junto a esto, su mecanismo de defensa se activa a niveles sorprendentes, pues más que un acto de defensa es un acto de supervivencia. De querer triunfar en una situación extremadamente difícil y por ello estas personas elevan su tolerancia a la frustración, refuerzan su valentía y rectitud al actuar.
Lo anterior podría confundirse con orgullo, pero no es así. A su vez, conducen su pensamiento en base a la verdad, pues no tiene margen para el fracaso, focalizan su energía en lo realmente importante, en este caso, superar la crisis en el cortísimo plazo y protegerán al indefenso con justicia.
Todas estas características son parte de un liderazgo milenario y no actual que Piñera debe asumir como propias. Liderazgo perdido en nuestros tiempos, basado en códigos de ética, cumplimiento de la palabra y más fuerte aún, el honor en hacer lo correcto para quien gobierne, pues lo importante es el legado. "Buscando siempre el ser y no el obtener". Un liderazgo sin forzar, sin dominar. Un liderazgo que solo conduce y -aunque algunos no deseados prefieren caminos tortuosos para confundir-, Piñera debe guiar con simplicidad, siempre receptivo dejando venir lo importante y útil y desechando lo difícil. Si bien las personas son complicadas de guiar, cuando saben que no saben descubren su camino y para ello se necesita transparencia y educación.
Piñera debe abandonar las ideas fijas y más aún las personales y tomar como propias las ideas del pueblo. Solo así los chilenos verán en él, a alguien que no busca su provecho, sino solo guiar y conducir un país hacia el desarrollo, para luego retirarse tan pronto como se complete la tarea y dar paso entonces a lo útil y relevante, el "Legado".