En la reciente fecha triple por las clasificatorias al mundial de Qatar tuvimos un segundo aire que nos permitió avanzar algunas posiciones importantes en la tabla. Saltamos del penúltimo al sexto lugar gracias a dos triunfos fundamentales, pero sobre todo logramos ascender gracias a la suerte, al darse en forma inesperada todos los resultados que necesitábamos para escalar posiciones.
Qatar, pese a la irregular campaña de la generación dorada comandada por Bravo, Isla, Medel, Aránguiz, Vidal y Sánchez, todavía es un objetivo alcanzable en la medida que ganemos los partidos que tenemos que ganar, que Ben Brereton siga marcando los goles que no hicimos en otros partidos y que la suerte siga de nuestro lado alineando los astros.
Sin embargo, hay otra tabla de posiciones que debiera preocuparnos mucho más que la anterior y es la del populismo. Hasta no hace mucho tiempo Chile tenía reglas del juego estables e instituciones políticas que actuaban de garantes, lo que nos permitió liderar la tabla de posiciones sudamericana en dimensiones sociales, institucionales, culturales y económicas relevantes (reducción de la pobreza, productividad, ingreso per cápita, estabilidad macro, integración comercial, profundidad del mercado de capitales y control de la inflación).
A diferencia de las clasificatorias a un mundial de fútbol, cuando los países pierden posiciones en la tabla del “mundial del populismo” no es posible recuperarlas entre una fecha y otra, porque inevitablemente los países se van consolidando en la parte baja de la tabla por muchos años y generaciones, incluso con el riesgo de bajar a la segunda división. Y si esto ocurre, las consecuencias para una sociedad son infinitamente más drásticas que el no clasificar a Qatar 2022.
De esto sí saben Argentina y Venezuela, países que en algún momento de su historia estuvieron en lo más alto de la tabla de posiciones, como potencias latinoamericanas, y hoy son ejemplo de populismo y malas políticas públicas adoptadas.
Es evidente que las reformas sociales que Chile necesita no son implementables sin crecimiento y que el crecimiento sin esas reformas sociales no brindará cohesión social ni legitimidad al proceso social que estamos viviendo. Por lo mismo, es indispensable que los candidatos a la presidencia, junto con la institucionalidad política y parlamentaria, estén a la altura de las circunstancias y den una señal contundente rechazando un cuarto, “único y excepcional” retiro, porque de lo contrario, condenarán a los jubilados a tener una pensión aún más reducida, pero también se verán afectados los ciudadanos de a pie, quienes verán restringido el acceso a créditos hipotecarios por el alza de tasas consumada, obligándolos a enfrentar un costo de vida creciente producto de la inflación.
El populismo no es inocuo y las consecuencias ya están a la vista. El tipo de cambio está $200 más alto de lo que debiera, el riesgo país ya superó al de Perú y se acerca al de México, mientras que algunos economistas no descartan que caigamos en recesión el 2023. La votación del cuarto retiro está a la vuelta de la esquina y, de aprobarse, tendremos que resignarnos a mirar la tabla de posiciones del populismo desde los últimos lugares por largos años.
- El autor es empresario