La crisis del euro y del coronavirus les ha pasado la cuenta a los países de la periferia europea. Aunque en el Viejo Continente la contracción económica fue generalizada el año pasado, la de República Checa se acotó a alrededor de 6%, mientras las de España e Italia fueron de dos dígitos.
De esta manera los checos anotaron un PIB per cápita de US$40.293, superando los US$40.066 de los italianos y los US$38.143 de hispanos.
Estos últimos, según datos del FMI, también quedaron desplazados en 2020 por Lituania y Eslovenia, que registraron US$38.605 y US$38.506, respectivamente. Con los motores encendidos a toda máquina, estos mercados emergentes ya venían los años previos acortando distancia con varios de los países desarrollados de su vecindario.
El arranque
Lo anterior, gracias a que al impulso recibido “por una combinación de grandes transferencias de capital, de fondos de la Unión Europea; una mayor integración a las cadenas de valor centrales de la eurozona, en particular la industria del automóvil en Alemania; y mejoras en la productividad dados los estrechos mercados laborales”, explica Erich Arispe, economista para Europa Oriental, en Fitch.
Por su parte Marchel Alexandrovic, economista para Europa en Jeffereis, asegura que “la puesta al día en las cifras del PIB per cápita no es realmente inesperada”, precisando que “incluso antes de 2020, con la crisis por coronavirus, las economías más grandes todavía se estaban recuperando en cierto sentido de la crisis de la deuda soberana, mientras que los países de Europa oriental seguían avanzando en términos de niveles de vida”.
Un ejemplo de progreso ha sido Lituania, país que superó el PIB per cápita de Chile en 2001 pero que en 2010 todavía miraba hacia arriba a Portugal y Grecia. Sin embargo, en la década pasada creció un promedio anual de 3,5%, frente al avance de 0,8% de los portugueses y la contracción de 0,2% de los griegos.
Fue así que, en el año del coronavirus Lituania, superó los PIB per cápita de US$33.131 y US$29.045 de los dos países de la periferia antes mencionados, respectivamente.
Reconfiguración europea
“El PIB per cápita ha crecido rápidamente en Europa central y oriental desde finales de la década de 1990 y un denominador común es que los países que más se liberalizaron durante la transición del comunismo han crecido más rápidamente”, plantea Liam Peach, economista de mercados emergentes en Capital Economics.
El experto relata que tras “la década dorada” con la que estos países abren el siglo XXI, logrando una convergencia de ingresos acelerada con los países europeos centrales, se experimentó una desaceleración, que de todas maneras resultó más débil que la experimentada por la periferia, gracias a su citado acoplamiento con los germanos.
Lo anterior ha contribuido “al aumento de los niveles de ingresos de los hogares durante la última década, que ha ido asociado con el surgimiento de un sector de consumo grande y dinámico, que ha respaldado el gasto de los hogares”.
A juicio de Fredrik Ericson, director del Centro Europeo para la Economía Política Internacional en Bruselas, está fotografía de la realidad europea, más gráficamente percibida en los datos del PIB per cápita, dan cuenta de que “el mapa europeo de riqueza y dinamismo económico está cambiando”.
Según detalla, el sur de la región “está atrapado en una espiral de baja productividad y sin dinamismo económico, con elevadas deudas públicas y poca voluntad de reforma”. Por el contrario el norte y centro “son cada vez más el núcleo de poder económico de Europa y, dentro de diez años, lo más probable es que estén aún más por delante que el resto. En ese marco, Erixon plantea que “unos años después de la década de 2030, veremos países que anteriormente estaban en el bloque del Este estarán enviando subsidios al sur de Europa”.