El reservado estilo de Cecilia Karlezi, la empresaria que busca controlar Clínica Las Condes
Es la principal accionista de Falabella y la más reservada del clan. Fue la única del directorio del retailer que dijo no a la fusión con D&S, y si bien no le gusta tomar el control de las compañías, Clínica Las Condes parece ser la excepción.
A mediados de mayo de 2007, Reinaldo Solari y Juan Cuneo se acercaron a Cecilia Karlezi. Desde 2004, la hija de María Luisa Solari la representaba en el directorio de Falabella, y fue en ese rol que su tío abuelo y el primo de su madre le consultaron qué le parecía firmar un acuerdo de fusión con D&S, hoy Walmart. Ella no estaba de acuerdo. Fue la única entre siete integrantes de la mesa que dijo no. Tal fue su negativa, que al final del día su madre debió firmar directamente como accionista para lograr el 100% de aprobación de parte del pacto controlador del holding. La polémica fusión fracasó y terminó con integrantes de la familia sancionados por la entonces SVS, por uso de información privilegiada.
Como evidencia este episodio, María Cecilia Karlezi Solari (55 años) -única hija y heredera de María Luisa Solari Falabella (la Icha), quien falleció en 2015, y de Fernando Karlezi Marré, fundador de la empresa de seguridad Patroll- no teme decir que no, según la caracterizan cercanos a ella. Distanciamientos importantes como el que tuvo con su madre durante años, con quien hablaba de cosas puntuales y de manera esporádica, dada la mala relación que tenía con su pareja Marcel Zarour -"No nos soportamos", declaró a la SVS a raíz de la mencionada operación con D&S-, forjaron un carácter reservado, solitario y de bajo perfil, siendo una de las integrantes del clan Falabella más alejada de la arena pública. Tal es así, que para este reportaje no solo declinó participar, sino que todo su reducido círculo cercano se mantuvo al margen, sin contestar llamadas ni mails. Nunca ha dado entrevistas y una fotografía suya que aparezca en alguna publicación que vaya más allá de las carreras de caballos (una de sus grandes pasiones) le genera una molestia de magnitudes.
Pero hoy, una de sus múltiples inversiones la ha obligado a estar en las primeras páginas: el 27,37% que tiene en Clínica Las Condes (CLC). En esta, si bien no es ella la que se involucra, sino su marido, Alejandro Gil Gómez, los intensos enfrentamientos de este último con la gestión realizada por Andrés Navarro han teñido a la dupla de un carácter confrontacional que, según directores y exdirectores de la clínica, está reducido a él. Karlezi prácticamente no va a la clínica, y muchos directivos no la conocen. Es esta inversión, además, la que la ha hecho transar algo que en algún momento se vio como una máxima: no tomar el control de las compañías donde estuviera. El martes la empresaria, a través de una de sus sociedades, lanzó una OPA para adquirir un 22,73% de la clínica, y así hacerse del control con un 50,1%; un hecho inédito para una Cecilia Karlezi fanática de los caballos y de las plantas, que pocas ganas tiene de involucrarse de lleno en un negocio, comentan cercanos. De hecho -puntualizan-, ella es muy sencilla, con cero aires de grandeza. "Con todo el dinero que tiene, es muy llana. No te hace sentir su nivel de riqueza", explican.
Activos por más de US$ 3.000 millones
A través de la sociedad Lucec Tres, Cecilia Karlezi es la principal accionista de Falabella. Según la memoria de la compañía, tiene un 10,67% de la propiedad de un holding cuya capitalización bursátil asciende a US$ 14.372 millones. Si bien el retailer es el que le provee la mayor cantidad de recursos, sus negocios son bastante más amplios. Vía Lucec tiene el 4,31% de Enaex, el 7,87% del Hipódromo Chile, el 99,82% de la firma de transporte aéreo Aero Kas, y el 10,10% de CLC (a ese porcentaje se suma un 17,27% que tiene a través de Inversiones Santa Filomena). A diciembre, el total de activos de Lucec Tres bordeaba los US$ 1.700 millones. Sus utilidades, en tanto, superaban los US$ 74 millones, de los cuales un 70% decía relación con su inversión en Falabella. La matriz de Lucec Tres es Inmobiliaria Cechi (con activos por US$ 823 millones) e Inversiones Ensenada (con un patrimonio ascendente a US$ 51 millones).
Con todos esos fondos y más -tiene un 21% de Cruzados, es la principal accionista del Club Hípico, con un 11,93%, y tiene acciones de Valparaíso Sporting Club, Moller & Pérez-Cotapos, y un sinnúmero de compañías-, Karlezi estructuró su family office. Se trata de Grupo Auguri -en alusión a uno de los caballos campeones criados en el haras de su madre-, cuyas oficinas centrales están en Avenida Kennedy. Ella preside la compañía, en la cual también participan como directores su único hijo, Sebastián Arispe (36 años, y que lidera la concesionaria Autokas de Honda), que tuvo con su primer marido Daniel Arispe Fantinati; y el abogado Emilio de Ioannes.
Auguri es gerenciado -confirman cercanos- por Alejandro Gil, y a cargo de las finanzas está el sobrino de este último, Eugenio Ortúzar Gil. De manera externa, sus manos derecha son el abogado de Grasty Quintana Majlis, Alejandro Quintana (que está en el directorio de CLC), el abogado de Bofill Escobar Silva, Jorge Bofill, y Alex Harasic, que en algún momento la representó en la mesa de Cruzados. Y además es asesorada por la agencia de comunicaciones de Enrique Correa, Imaginacción.
La relación de Karlezi con Gil lleva años. Según fuentes vinculadas a la pareja, ambos se habrían conocido en el mundo de los caballos. Él, un marino mercante 16 años mayor que Karlezi, separado con tres hijas; ella también divorciada con un hijo pequeño. Gil, sin estudios superiores, se dedicaba a gerenciar su empresa Transportes Gil -fundada en 1978 y que aún tiene-, que presta servicios de transporte a la minería, mientras que ella tenía un vivero en Buin. "Alejandro partió siendo marino mercante de barcos de cabotaje. Después instaló una empresa de transporte de ácido para la minería. Y la conoció a ella", subraya un cercano. Poco a poco fue logrando injerencia en los negocios, a tal punto que optaron por dividirse las empresas. Ella quedó a cargo de Falabella, mientras que él pasó a manejar lo demás: hoy es director de Enaex, del Hipódromo y de la Clínica Las Condes.
Quienes conocen a Karlezi subrayan, eso sí, que manejar no es sinónimo de tomar decisiones en solitario. Ella es la estratega. Tal estilo ya lo graficaba su madre en 2007, en el marco de la investigación de la SVS por la fallida fusión con D&S: "Cecilia Karlezi era quien tomaba las decisiones principales referentes a Falabella personalmente, sin seguir una pauta o planificación conjunta y sin rendirle cuentas". El resto de los negocios de su madre -concentrados en ese entonces en Agrícola Icha Solari- eran administrados por Marcel Zarour. Él manejaba las inversiones. Tras la muerte de Solari y Zarour, la estructura se mantuvo, pero ahora lo que estaba controlado por este último pasó a estar manejado por Gil, pero con una gran diferencia... Karlezi no se desentiende. Las decisiones se toman de a dos, confirman cercanos.
Luego del fallecimiento de Zarour en 2014, madre e hija se acercaron. Tal es así, que en 2015 el tradicional haras que había fundado Icha Solari con su marido -El Sheik- cambió de nombre a, justamente, Haras doña Icha Limitada, para desmarcarlo de Zarour. La nueva sociedad quedó conformada por ella, su hija y el hijo de esta última, Sebastián Arispe. Hoy, el haras funciona en un amplio terreno en Calera de Tango, el cual compraron al pintor Claudio Bravo. Tienen una decena de caballos. Y Karlezi extendió sus fronteras. Tiene un símil en Ocala, Florida, Estados Unidos. Es que la pasión de la familia por los caballos es ancestral. Fue su abuelo, Alberto Solari Magnasco, el que partió con la crianza de los fina sangre en su haras Tarapacá, pasión que heredó a sus tres hijas: Teresa -mamá de Francisca y Juan Carlos Cortés-, Liliana -madre de Carlos y Andrea Heller- y María Luisa. Esta última -además de ser la primera mujer en ocupar un cargo directivo en el Hipódromo Chile en 1994-, armó su propio haras, El Sheik, tras disolverse Tarapacá.
El mismo año de la reinvención del haras -en 2015-, María Luisa murió de cáncer en la Clínica Las Condes. Es esa vinculación, -estiman quienes conocen a la empresaria- lo que hace a Karlezi seguir ligada a CLC, y no haber vendido las acciones tras la seguidilla de conflictos que ha tenido en esa inversión.
Una pelea sin cuartel
El devenir del grupo Auguri en Clínica Las Condes ha sido, por decir lo menos, complejo. La sociedad ingresó a la compañía en 2008, y al poco andar los problemas por el poder ejercido por los médicos -que tienen cerca del 50%- empezó a aumentar. Eran constantes las acusaciones de que actuaban como pacto, y sus dardos apuntaron permanentemente a la dupla que mantenía el gerente general, Jaime Mañalich, y el presidente, Andrés Navarro. Ambos estuvieron en dos tandas: hasta 2012 y luego entre 2017 y hasta hoy en el caso del segundo; Mañalich se fue en junio, cuando asumió como ministro de Salud.
Fueron justamente estas diferencias las que sacaron a relucir públicamente el carácter de Alejandro Gil. Para él, Navarro ha sido poco diligente en el manejo de la clínica, sobre todo cuando se descubrió un error contable que provocó pérdidas por $ 10.000 millones, y que a juicio de Auguri no fue investigado como correspondía. Desde el otro "bando", creen que el marido de Karlezi se ha enfocado demasiado en detalles, haciendo eco de rumores de doctores o comentarios que poco tienen que ver con una mirada más estratégica del negocio. Y si bien Auguri siempre ha planteado sus críticas al modelo de negocio médico-accionista, era común que Gil invitara a comer a los doctores para saber lo que estaba pasando, y también a algunos directores.
Es que a pesar de que ni Gil ni ninguno de sus asesores estuvo dispuesto a hablar o cotejar información para este artículo, fuentes al tanto precisan que el empresario incluso tuvo diferencias fuertes con los mismos representantes que instaló en la mesa de la clínica. "Alejandro intentó imponerle al resto una cierta conducta que no compartían y que hizo que varias veces los directores optaran por dar un paso al lado", cuenta un exdirector.
Desde 2014 a la fecha, la clínica ha debido cambiar de directorio anualmente, gatillado, en la mayoría de las veces por la renuncia de uno de los representantes de Karlezi.
El portfolio manager de uno de los fondos que ha participado en la propiedad de CLC comenta que siempre le llamó la atención "la beligerancia que tenía Alejandro Gil respecto a lo que hacía el management". De hecho, añade que eran constantemente cuestionados por la pareja de Karlezi en las juntas, debido a sus votaciones.
No fueron pocas las oportunidades en que Mañalich y Navarro se reunieron con Gil o con alguno de sus cercanos para intentar resolver las diferencias. Para el marido de Karlezi, la única solución pasaba porque esa dupla diera un paso al costado. "Es muy vehemente y la clínica pasó a ser casi una pugna personal", confirman varias fuentes contactadas.
Cecilia Karlezi, no obstante, está fuera de esas lides. Al menos directamente no se ha involucrado, aunque quienes la conocen dicen que, al final, debe estar decidiendo todo. "El lanzamiento de la OPA no es obra solo de Alejandro", precisan cercanos. Y el valor puesto a la acción -cuyas críticas por su bajo precio acaba de abrir un nuevo frente-... menos.
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