(CincoDías) Wolfgang von Goethe escribió en 1797 el poema Der Zauberlehrling (El aprendiz de brujo). El argumento, más conocido popularmente gracias a Mickey Mouse y Walt Disney, trata de un viejo mago que se marcha de su taller y deja encargado a su aprendiz para que friegue el suelo. Cansado de acarrear agua del pozo, este decide encantar a su escoba para que haga el trabajo, pero no controla bien la magia y el taller acaba inundado. Elon Musk no es Mickey Mouse y le sobra edad para ser aprendiz pero su forma de aproximarse a los mercados financieros sí que recuerda a la fábula de Goethe.
Este emprendedor (Pretoria, Sudáfrica, 1971) comenzó a hacerse popular hace 20 años, cuando eBay compró la plataforma de pagos PayPal (dirigida por Musk y de la que era accionista). Él decidió irse y embolsarse 165 millones de dólares. Ahora, a su fortuna hay que ponerle tres ceros más detrás.
De acuerdo con la revista Forbes su patrimonio supera los US 165.000 millones, lo que le convierte en el segundo hombre más rico del mundo, solo por detrás de Jeff Bezos, dueño de Amazon.
Detrás de esta meteórica evolución hay un nombre: Tesla. La empresa de autos eléctricos que fundó Musk tras dejar PayPal. En 2010, las acciones de su compañía valían US$ 4 . En 2019, US$ 40. Ahora superan los US$ 800, lo que valora la compañía en US$ 800.000 millones (más que la suma de Volkswagen, Ford, General Motors, Fiat Chrysler, Daimler, BMW y Renault, que en 2019 vendieron en conjunto 40 millones de autos, frente a los 400.000 de Tesla).
Aunque en esta fulgurante evolución Musk se ha apoyado en los mercados financieros y en inversores externos, siempre ha mostrado un gran desprecio hacia Wall Street. Antes de que Tesla se disparara, el emprendedor tuvo que renunciar como presidente de la compañía después de que el supervisor de los mercados de Estados Unidos (la SEC) le investigara por tratar de inflar el precio de la acción a través de un polémico mensaje en Twitter. Primera vez que el hechicero fue reprendido.
La popularidad que ha alcanzado Elon Musk y su faceta de outsider que lucha contra el sistema le han situado en una posición en la que cualquier compañía que menciona en sus redes sociales se dispara. El caso más llamativo fue cuando animó a sus seguidores a usar la aplicación de mensajería Signal (un competidor de WhatsApp) y se dispararon un 5.000% las acciones de una compañía que se llamaba igual pero que no tenía nada que ver con esa aplicación. Aun hoy, esas acciones cotizan un 350% por encima del precio previo al mensaje de Musk. Nadie sabe por qué.
Otro capítulo de su capacidad para mover el mercado a su antojo ocurrió hace dos semanas, con el caso GameStop. Un grupo de inversores minoristas decidió comprar acciones de esta cadena de tiendas de videojuegos. Sus acciones se dispararon en pocos días de menos de US$ 20 hasta tocar los US$ 400, lo que provocó enormes pérdidas en inversores profesionales que habían apostado a la baja. Musk, a través de sus tuits, fue uno de los promotores de la campaña, aunque siempre de forma velada, coqueteando con la ironía y el humor.
Esa misma aproximación es la que ha mostrado recientemente con las criptodivisas. El gurú sudafricano ha animado a invertir en dogecóin (una criptodivisa un tanto estrambótica, basada en el meme de un perro) y su valor se disparó un 500%. El empresario cambió su biografía de Twitter para incluir el logo de bitcóin, lo que también revalorizó a esta moneda virtual. “He llegado tarde a la fiesta, pero apoyo el bitcóin”, aseguró en una entrevista.
Lo que parecía casi más una broma, o una pose, se convirtió en una tangible realidad esta semana, cuando Tesla anunció que ha invertido US$ 1.500 millones de su tesorería en esta criptomoneda y que pronto la aceptaría como medio de pago. Todo un desafío para las normas contables.
Por ahora, las escobas siguen ayudando al aprendiz de brujo a traer agua del pozo pero, con los reguladores cada vez más alerta ante la fuerte volatilidad de las criptodivisas, ¿hasta cuándo durará la magia?
Las otras inversiones del empresario
Elon Musk fundó esta compañía, dedicada a los viajes espaciales en 2002, antes de la creación de Tesla. En la actualidad, la firma tiene más de 8.000 empleados. Space X se ha convertido en un aliado esencial para la NASA y ha enviado a más de 20 astronautas a la Estación Espacial Internacional.
También ha conseguido el logro de poder realizar aterrizajes horizontales de cohetes orbitales y la recuperación completa de estos cohetes. El objetivo declarado de Musk es poder realizar vuelos al planeta Marte. Space X no cotiza en Bolsa, pero se le calcula un valor cercano a los 40.000 millones de dólares.
Se trata de una compañía de neurotecnología que diseña implantes cerebrales para ayudar a personas que tengan afecciones neuronales. Según Musk, han llegado a insertar un chip a un mono para que pueda jugar a videojuegos directamente en su cerebro.
Harto del tráfico en Los Ángeles, Musk fundó esta compañía para construir túneles por los que se moverían los coches, evitando los atascos. Sus principales proyectos son, por ahora, túneles privados encargados por empresas.