Después de su mejor temporada deportiva de los últimos años, en Azul Azul solo pensaban en cómo mantener esa performance. Al interior de la concesionaria del popular club de fútbol de la Universidad de Chile, 2025 se visualizaba como un año para consolidar la racha ganadora. Hasta que el 20 de diciembre, en un escueto comunicado, el club deportivo Universidad de Chile anunciaba que su presidente, Michael Clark Varela, se había convertido en su principal dueño. La sorpresa y la indignación fueron enormes. Algunos directores de la firma no podían creer lo que leían. Tampoco los hinchas de la institución.

La sigilosa operación fue vista -a lo menos- como poco amistosa y opaca. Tanto, que la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) obligó a Clark a aclarar los términos de la transacción y, luego de que éste respondiera, le pidió más información y advirtió que estaría cometiendo infracciones por este cambio de control. Según el regulador, no cumplió con la obligación de informar al respecto y no lanzó una Oferta Pública de Adquisición (OPA) por las acciones en manos de los socios minoritarios.

El reproche del regulador es compartido en Azul Azul, donde algunos de los miembros de su directorio reclaman que el sigilo y la sorpresa han sido dos de las principales características de la era Clark en la firma, que comenzó en mayo de 2021, luego que los socios del grupo Sartor -cuya Administradora General de Fondos está hoy en liquidación- junto a Clark tomaran el control de la concesionaria, tras la compra del 63,07% que tenía Carlos Heller.

Esa operación, que se estructuró a través de Fondo de Inversión Privado (FIP) Tactical Sport fue liderada por el propio Clark e implicó el pago de US$15,5 millones a Heller, unos US$9,3 millones menos que los US$5,7 millones desembolsados hace algunas semanas por el ingeniero comercial de 47 años con recursos propios, según él mismo le dijo al abogado Héctor Humeres, representante de Universidad de Chile (la casa de estudios) en el directorio de Azul Azul.

La operación se hizo a través de Inversiones Antumalal Limitada, una sociedad, perteneciente a Michael Clark y su cónyuge, Andrea Toro Cunha, que adquirió la participación que Sartor tenía en el Fondo Tactical Sport, quedándose con el 100%.

Según los registros mercantiles, Inversiones Antumalal fue creada en 2015 con un capital de un millón de pesos. Corresponde a la típica sociedad rentista que puede invertir en un amplio abanico de negocios. Desde entonces, no ha aumentado su capital ni registra otras operaciones. El 90% está en manos de él y el otro 10%, lo mantiene su mujer. Y así, una sociedad con un capital de $ 1 millón, invirtió cerca de $ 6 mil millones de un momento a otro.

El negocio de la vida

La enorme diferencia de precio en la compra de Azul Azul, desalineada además con lo que hoy vale esa compañía en Bolsa (el 100% vale US$ 25 millones), sumada a la forma indirecta de la toma de control y al eterno rumor de que detrás de Clark y el fondo Tactical Sport hay otros inversionistas, agitaron al mercado y le quitaron el sueño a los aficionados, temerosos de que una nueva disputa por la propiedad ponga en duda todo lo que tanto les ha costado.

Hoy, el exejecutivo del desaparecido banco Penta, deportista, hijo del exsubsecretario de Vivienda (1975 - 1983) y general de Brigada Aérea, Arthur Lyndon Clark Flores, tampoco quiere hablar al respecto.

“La mejor política de comunicaciones es comunicar cuando hay algo que comunicar”, le dijo a un periodista en 2021, cuando se completaban 50 días de su arribo a Azul Azul y nadie sabía cuál era su plan. Su reservado estilo es una de las características que mencionaron sobre él personas contactadas por Pulso. “Nunca habla más allá de lo que le conviene”, “analítico”, “un lobo solitario”, “alguien que arma equipos, lidera y controla”, “estudioso” y “emprendedor”, fueron algunas de las frases con que lo describieron en el sistema financiero, donde pasó la mayor parte de su carrera tras egresar de la Universidad Católica en 2001 y de un MBA en la Universidad de California (UCLA). En Chile, trabajó en el banco BBVA desde donde fue fichado por el naciente Banco Penta, en 2012, para crear el área de finanzas corporativas. Allí se mantuvo hasta el cierre de la firma en 2016. Fue quien estructuró un crédito para la ANFP, cuyo pago se ligó a los ingresos de la televisación del fútbol, un “golazo” que lo puso muy rápidamente en el negocio del balompié.

Michael Clark, presidente de la concesionaria Azul Azul.

Según recuerdan algunos ejecutivos en esa operación, a Clark se le veía como un conocedor del tema. Siempre ha sido fanático de la U y, según sus cercanos, estuvo muy encima de todo el proceso que a principios de los 2000 derivó en la privatización del fútbol, tras la nueva ley de sociedades anónimas deportivas. Por eso, hay quienes aseguran que Azul Azul es el negocio para el que “Mike” -como lo llaman- “ha trabajado toda su vida”.

Su experiencia en Estados Unidos, especialmente en el banco de inversiones Empyrean Capital Partners, le abrió los ojos de que en el deporte/espectáculo “estaba la plata”. Esa firma ha invertido en ligas, firmas deportivas y de todo tipo.

En ese país Clark también tuvo un paso por Countrywide Financial Corporation, una hipotecaria que en 2008 desapareció tras la masiva quiebra inmobiliaria que produjo la crisis subprime.

Lo malo, la exposición

En el Banco Penta, que cerró por el escándalo del financiamiento ilegal a la política, Michael Clark coincidió con el gerente de finanzas de esa entidad, Daniel Subelman, con quien se asoció en Redwood Capital, la firma de asesorías financieras que estuvo en toda la operación de compra de las acciones de Heller en Azul Azul.

Redwood Capital SpA fue una de las sociedades mencionadas en la arremetida de la CMF contra Sartor, en noviembre, donde el regulador acusó a la AGF de Sartor de financiar con fondos del público a personas vinculadas. Michael Clark era entonces director independiente de Sartor.

Redwood es una empresa medianamente conocida en el mundo de las asesorías financieras por tener un perfil bastante similar -dicen en el mercado- al que tenía Sartor. De hecho, Clark comparte con Pedro Pablo Larraín -el dueño y cerebro de esa firma- la afición por el fútbol y los deportes en general, las finanzas y la búsqueda de negocios. Entre sus clientes figuran varias empresas de regiones a las que él mismo ha ido a ofrecerles oportunidades de crecimiento o valorizaciones. Entre sus clientes estuvo el club deportivo Ñublense.

En su entorno, Clark ha manifestado que “lo único malo” de Azul Azul es la exposición pública. Hace algunos meses, destacaba -sin ufanarse- en una reunión, que la U iba a terminar 2024 como el equipo que más público llevó al estadio en el último campeonato. Nadie imaginó esa tarde que quien hablaba sería muy luego, el nuevo dueño del club.