Por casi tres años se desempeñó como jefe de Riesgos Globales y Agenda Geopolítica del World Economic Forum (WEF). Emilio Granados, economista y experto en políticas públicas, llega la próxima semana a Chile con el objetivo de aterrizar las tendencias de relevancia que hoy están impactado en las mayores economías del mundo, Latinoamérica y Chile.
Como invitado estelar a la Conferencia Anual Wholesale & Investment Banking de Bci el jueves 5 de octubre, Granados dice que existen tres grandes riesgos que acechan la economía mundial y revela sus temores al respecto sobre el futuro chileno.
“En resumen, el triángulo de riesgos globales está en la desaceleración china, el resultado eleccionario en EE.UU. y la fractura entre el norte y sur global”, advierte el exdiplomático mexicano.
¿Cuáles son los principales riesgos económicos que enfrenta el mundo hoy, luego de los efectos de la pandemia global?
-Sin menospreciar el efecto de la pandemia, varias tendencias venían desde antes y fueron aceleradas por la crisis del Covid. No hay que olvidar que Rusia ya había invadido Georgia en 2008 y Ucrania en 2014. Además, las presiones entre China y Estados Unidos datan de los últimos 10 años. Entre los riesgos globales hoy me preocupa el estancamiento de China, porque ha sido el motor del crecimiento mundial, más que Estados Unidos y la Unión Europea. Se espera que la economía china apenas crezca 4% en los próximos cinco años, porque el gobierno se está endeudando drásticamente; la población china está llegando a su tope. Todo esto va a afectar al resto del mundo y a Chile en particular, porque el 40% de sus exportaciones van hacia China. Se van a encarecer los medios de producción para todos, incluido la India y América Latina.
También en la parte social veo un riesgo de implosión en China. Las parejas están teniendo menos hijos, están comprando menos propiedades, porque hay una crisis en el sector inmobiliario. Y el modelo de China estaba basado en el sector inmobiliario. Es increíble que el 30% del PIB está invertido en el sector inmobiliario.
¿Cómo sopesar esta crisis china? ¿Dejará de ser el motor de crecimiento mundial?
-La tendencia indica que China va a dejar de ser el motor de crecimiento de la economía mundial. Está enfrentando a varias fuerzas adversas por dentro y por fuera. A nivel interno, Xi Jinping es el jefe de Estado con más años en el poder. Hay una centralización del poder, cuando lo que más alentaría a la economía mundial sería lo contrario. Estoy viendo tensiones de China con economías en Europa, con Estados Unidos. De todas formas, China es un activo importante para la economía global, lo que pasa es que ese activo está perdiendo fuerza.
¿Qué otro riesgo visualiza para la economía mundial?
-Otro riesgo que me preocupa es el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos el próximo año. El experimento de “Make America Great Again” no ha terminado. Donald Trump es el candidato más probable para ganar las primarias republicanas. Habiendo perdido la presidencia, estando bajo juicio y después de los eventos en el Capitolio, es posible que vuelva a ganar el movimiento “Make America Great Again”. Eso da más fuerzas para perseguir políticas que son adversas a la economía global, con mayores tarifas, mayores restricciones a la inversión y con un confrontamiento menos diplomático con China.
Un riesgo relacionado a la vuelta del proteccionismo en Estados Unidos…
-Totalmente, y eso es hacia afuera. Hacia adentro también hay un riesgo de un Estado más intervencionista, el que es independiente de si ganen los demócratas o los republicanos, porque el centro electoral en Estados Unidos ya se movió hacia una mayor intervención del Estado en el mercado y mayor proteccionismo. Esa tendencia va a continuar.
En resumen, los mayores riesgos globales hoy son el menor crecimiento chino y el mayor proteccionismo en Estados Unidos…
-Sí, pero también añadiría un tercer riesgo: la fractura que hay entre los países del norte y del sur global en cómo enfrentar materias económicas, de cambio climático, de migración y de relación con EE.UU. y China, por ejemplo. En resumen, el triángulo de riesgos globales está en la desaceleración china, el resultado eleccionario en EE.UU. y la fractura entre el norte y sur global.
¿Cuáles son los mayores riesgos para la región de Latinoamérica?
-América Latina, desafortunadamente, es la región emergente que más me preocupa, porque su crecimiento apenas va a ser de 1,5% este año. Quizás 2,2% el próximo. Estamos en una tendencia muy por debajo del potencial de la región, mientras otras regiones, como el sudeste asiático, superaron la pandemia; han diversificado su comercio. En América Latina más de la mitad del comercio aún es con EE.UU. y China, no está bien diversificado, y es una relación que está muy tensa. Me preocupa también la brecha digital de la región y que tendencias favorables que estamos viendo como el nearshoring no van a durar para siempre.
¿Será una nueva década perdida para la región, como lo anticipa el Fondo Monetario Internacional (FMI)?
-Más que una década perdida, son 20 años perdidos para la región. Ninguna de las ventajas de una población joven, de ser un mercado importante y con costos competitivos, se han reflejado en una senda de crecimiento positiva, todo lo contrario.
¿Cuál es su explicación a lo que llama dos décadas perdidas?
-Es la pregunta del millón de dólares que todos los economistas hemos tratado de contestar por muchos años y veo tres grandes problemas estructurales. El primero es la corrupción, que no hemos podido combatir y que está arraigada, y cuyos incentivos siguen estando presentes. Lo segundo es la educación y que en la región aún lo vemos como algo muy romántico, donde todos quieren tener un grado mínimo de estudios universitarios. Otros países, como Corea, ven la educación como algo más pragmático, grandes programas de formación técnica y donde no todos son universitarios. El tercero es geopolítico: pese a que compartimos la misma religión, idioma y raíces culturales, no hay coordinación. Está la Aladi, Mercosur y un sin fin de mecanismos multilaterales que no trabajan en coordinación.
¿Cómo evalúa la posibilidad de la llegada de Milei al poder en Argentina?
-Estoy de acuerdo con Milei en que varias de las fórmulas ortodoxas para sacar un país de la crisis no han funcionado. Argentina lleva 20 años en crisis y con muchos presidentes. Milei tiene algo de razón en que Argentina necesita un tipo de soluciones que no necesariamente se originen en el FMI o en el Banco Mundial. Pero donde se equivoca es en pensar que acciones tan drásticas no van a ser castigadas por los mercados, porque lo van a hacer. Argentina está globalizada. No se puede dar el lujo de países como China o la India, donde la economía está mucho más controlada. Argentina no puede experimentar, porque los mercados lo van a castigar y eso puede generar aún mucha más pobreza. No es un salón de clases.
¿Cómo ve la situación política y económica de Chile tras la pandemia?
-A Chile lo veo con optimismo porque es un país de altos ingresos en términos relativos, tiene una geografía muy rica. Tiene una población que no es ni muy grande como para ser tan compleja para desarrollar algunas políticas, ni tan pequeña como para no tener la relevancia como fuente económica. Chile es un país muy dinámico, que puede cambiar muy rápido si se dispone de ello. Sin embargo, me preocupa su rigidez económica: todavía la minería representa el 45% del PIB y es cierto que ahora la transición climática está demandando más cobre y más litio de Chile. Pero, como todas las tendencias ecológicas, va a perder fuerza. Lo que tiene que hacer Chile es verlo como una fuente de ingresos para el futuro, de tener una alcancía.
La otra gran vulnerabilidad de Chile es la ciberseguridad. Chile es la víctima perfecta para los hackers, porque tiene los ingresos relativamente altos y es el quinto país de América Latina con defensas más bajas, de acuerdo con las evaluaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
¿Cómo ve la actual situación político-social de Chile tras el estallido de 2019?
-Me preocupa. De acuerdo con las últimas encuestas que he leído de la Universidad Adolfo Ibáñez, un 46% de la sociedad chilena opina que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno y eso es muy poco. Pero me preocupa aún más que una cuarta parte de los votantes chilenos piensa que, en algunas circunstancias, un régimen autoritario es preferible. Con todo, soy optimista con el ejercicio democrático que está siguiendo Chile, a propósito del segundo intento de tener una nueva Constitución, que puede resultar en un Estado de derecho moderno, incluyente y sostenible. El reto que enfrenta Chile no es necesariamente económico, sino más bien político.