En los últimos días recibimos malas y buenas noticias en lo que a inclusión laboral femenina se refiere. La mala: de acuerdo a las últimas cifras entregadas por el INE, la tasa de desempleo femenino anotó en el trimestre móvil que finalizó en mayo un incremento hasta el 8,1% (la más alta de los últimos 8 años), mientras que la de los hombres experimentó un leve descenso.

Una realidad que no deja de sorprender, especialmente porque en el último tiempo hemos visto esfuerzos y avances desde distintos sectores de la sociedad (tanto públicos como privados) para generar una mayor participación laboral de las mujeres.

Hay que señalar que este incremento en el desempleo femenino se explica por una mayor cantidad de mujeres que ingresaron al mercado laboral en busca de trabajo. De hecho, según cifras del propio INE, la fuerza de trabajo femenina creció un 3,6% en el último año, un 0,1% más de lo que lo hizo el empleo.

Lo anterior refleja que las políticas en torno a fomentar la inclusión laboral de mujeres han tenido un efecto positivo a nivel de la oferta (más mujeres buscando trabajo), pero que aún tenemos desafíos en la demanda.

En efecto, si la tendencia se mantiene, nos encontraremos con una creciente fuerza laboral y con una demanda estancada. Sin duda que el Gobierno ha dado pasos decisivos en este sentido, y la recientemente anunciada propuesta de sala cuna universal para padres y madres es una muestra concreta de aquello.

Se trata, sin duda, de un incentivo que (a diferencia de las políticas hechas anteriormente) apunta a equiparar la cancha en cuanto a los incentivos para que el mercado laboral absorba mayor cantidad de mano de obra femenina.

Es además, una señal que da cuenta de un cambio de paradigma en la forma de abordar este tema desde la política pública. La experiencia internacional indica que entregar beneficios que faciliten el equilibrio trabajo-familia generan avances concretos cuando no se cargan solo en la mujer, sino que son compartidos entre padre y madre.

Un panorama que se ve auspicioso, ya que esta nueva mirada de "emparejar la cancha" genera ganancias para todos: padres, madres, hijos y también las empresas.

Un estudio de McKinsey sobre 345 compañías de Latinoamérica mostró que las empresas con una o más mujeres en sus comités ejecutivos lograron un mejor desempeño que aquellas conformadas sólo por hombres, con retornos promedio un 44% mayores y un Ebitda 47% más alto.

No hay que olvidar que una de las principales trabas en el desarrollo de carrera de las mujeres ha sido hasta ahora la dificultad de compatibilizar sus distintos roles familiares y profesionales, pero que al mismo tiempo, generar costos a la contratación femenina puede tener un efecto contrario. El proyecto de sala cuna apuesta precisamente a igualar las condiciones para hombres y mujeres, una medida que debiera sentar un precedente para el futuro.