Cuando se graduó de la universidad en Japón, Tomohiro Ohno no sabía lo que quería hacer, pero sí sabía lo que no quería hacer: trabajar en una compañía tradicional japonesa.
Así que fundó una empresa más de la era espacial que del ámbito formal: Ohno fue uno de los pioneros de la realidad aumentada. La compañía que creó, Kudan, desarrolla programas que permiten que las computadoras tengan el equivalente de ojos humanos, utilizando lo que Ohno y su industria llaman algoritmos de visión por computadora.
Kudan comenzó a cotizar en la bolsa de Tokio en diciembre y fue un debut brillante. Las acciones se sextuplicaron con creces a fines de febrero, lo que hizo que su fortuna superara los US$800 millones. Si bien desde entonces ha perdido parte de esas ganancias, el valor de mercado se mantiene en torno a los US$1.300 millones y Ohno posee más de la mitad de los títulos. Actualmente tiene un patrimonio neto estimado de unos US$700 millones, según el índice de multimillonarios de Bloomberg. Aún así, el empresario de 49 años está lejos de dejarse llevar.
'Cantidad ridícula'
"Es una cantidad ridícula", afirmó Ohno, a quien llaman "Tomo", en una entrevista en Tokio. "Eso no significa nada. No apuntamos a incrementar el valor de mercado", precisó. "Realmente no nos afecta".
Mientras la gente suele asociar la realidad aumentada con Pokemon Go, el exitoso juego móvil que hace que imágenes de personajes de anime parezcan estar ubicadas en lugares del mundo real, Ohno aclara que la tecnología va mucho más allá. "No tengo nada contra Pokemon Go", indicó. "Pero después de todo, solo muestra a Pikachu", uno de los personajes, "en la esquina de la habitación".
Kudan usa la tecnología para fines variados. Desarrolla programas que permiten a las computadoras percibir objetos del mundo real en tres dimensiones y tienen usos en muchos productos, desde autos sin conductor hasta drones e incluso aspiradoras. Funciona con otras tecnologías como la inteligencia artificial para mejorar la experiencia autónoma e interactiva.
Cerebro y ojos
"La inteligencia artificial es el cerebro y nosotros somos los ojos", explicó Ohno, quien comenzó su carrera como consultor de administración antes de trabajar en una startup en Bristol, Reino Unido, y luego fundar su propio negocio comprando y vendiendo licencias de juegos de computadora. "Los ojos y el cerebro necesitan trabajar juntos".
Kudan anunció recientemente una asociación con la californiana Synopsys para incorporar su tecnología en productos de aquella marca, que abarcan mercados como el móvil y el automotor. Si bien Ohno asegura que hacer que su compañía sea masiva no es su objetivo principal, este tipo de alianza ayuda a Kudan a tener mayor exposición.
"No queremos ser el próximo Google", aseguró Ohno. Quiere que Kudan se parezca más a ARM Holdings, diseñadora de chips de SoftBank cuya tecnología se encuentra en la mayoría de los teléfonos inteligentes. "ARM es enorme, pequeña en comparación con Intel, pero está en todas partes. Ahí es donde queremos ir".
Kudan se centró inicialmente en el uso de realidad aumentada para fines de marketing, según Ohno. Nadie tuvo éxito al hacer que la tecnología fuera fácilmente digerible para la gente común en ese momento, lo que le dio a la empresa una buena oportunidad de negocios, añadió, pero pronto una empresa más grande que hacía cosas similares surgió como competidora. Eso hizo que Kudan propusiera una estrategia orientada a convertir a sus competidores en clientes en lugar de defender su territorio.
El proceso conllevó cambiar el modelo de negocios de la compañía, de usar realidad aumentada para mercadotecnia a desarrollar aplicaciones usando la tecnología y finalmente convertirse en un proveedor de algoritmos para otras firmas. El director de tecnología de Kudan, John Williams, a quien Ohno considera un "genio autodidacta" y su mejor amigo, lo convenció para que se alejara de las aplicaciones y pasara a las tecnologías subyacentes. Ahora Kudan tiene una base de clientes más amplia que incluye antiguos rivales, detalló.
Su oficina en Bristol está situada en una antigua iglesia. El asiento de Ohno tiene una vidriera de cinco metros directamente detrás de él, que emite un brillo de luz en los días soleados. Cuando se le preguntó si tenía planes de mudarse a otro lugar, respondió que está contento de dónde está.
"Me veo como un dios allí", bromeó.