Fue el protagonista de la celebración de un nuevo aniversario de la Cámara Nacional de Comercio esta semana. Juan Cúneo Solari, histórico empresario del grupo Falabella, de 81 años y de una larga relación con el gremio, fue reconocido con el premio CNC 160 Años, entregado por primera vez y con el que se destacó su aporte a esta actividad.
Miembro de una familia de inmigrantes italianos, recuerda sus orígenes con emoción. "Eran tiempos donde existía un gran patriotismo. Mi padre, a los 17 años, partió desde Chile como voluntario a la Primera Guerra Mundial (...). Se casó en Italia con mi madre, hija de una familia de comerciantes establecidos en Chile que luego migraron a Iquique", relata. Sus inicios están en esa ciudad del norte, pero fue en Santiago donde se desarrolló profesionalmente, terminando la secundaria y estudiando Ingeniería Comercial en la PUC. Concluidos sus estudios, y luego de unas temporadas como profesor, se había inscrito para cursar un máster en la Universidad de Chicago, cuando su madre lo convenció de trabajar en la entonces incipiente Falabella, con su tío Alberto Solari. "Él fue un gran guía para mi desarrollo profesional y empresarial", rememora. En la década del 70 se independizó, formando Confecciones Italmod.
Años después, Alberto Solari puso a la venta el 75% de sus acciones en Falabella. Cúneo junto a Reinaldo Solari decidieron hacer la compra, asumiendo él como gerente general. En total, permaneció 50 años en esa compañía, hoy la de mayor capitalización bursátil del país.
En la semana del Premio de la CNC, Cúneo repasó con PULSO su trayectoria, el avance del comercio y también del grupo Falabella.
Con la perspectiva de su historia empresarial, ¿Chile aporta las condiciones para que los emprendimiento se desarrollen? En otras palabras, ¿cómo es emprender en Chile?
-Yo creo que en todas partes del mundo es difícil y es fácil. Es difícil, porque es difícil tener ideas. Es fácil una vez que están las ideas. Y eso pasa en todas partes.
O sea, lo que se necesita es una buena idea…
-Teniendo buenas ideas. Lo que pasa es que en Chile tenemos miedo al fracaso. ¡Si el fracaso es una condición de la vida! Yo quería ser médico y no fui médico.
¿Estoy fracasado por eso? No. Tú, tal vez, querías estudiar ingeniería y eres periodista. ¿Estás fracasado? Tampoco. Depende de la oportunidad, del momento, de la disponibilidad económica, que también influye, para que tomes la decisión que corresponde. Y fracasar es la vida. ¿Nunca te sacaste una mala nota en una prueba?
Todos. No hay nadie que no lo haya hecho.
¿Es mal visto el fracaso en Chile?
-Afuera es igual. En todas partes. Está lleno de fondos buscando a alguien que tenga una idea para aportar a esa idea. Tiene que ser una buena idea, en tecnología u otra, y no le quepa ninguna duda que va a funcionar y va a tener aceptación. Pero ojo: hoy el mundo cada día está más regulado por los derechos de autor, la propiedad intelectual, que hay que usarla siempre. Y eso es algo con que la gente no está tan interiorizada. La historia de la tecnología moderna, Facebook, etc., está llena de ese tipo de problemas. Gente que tuvo la idea, que partió, y otro se la llevó y la inscribió. A la gente hay que instruirla en ese sentido.
¿Es buen terreno Chile para que se desarrollen buenas ideas?
-Lo primero que Chile tiene que reconocer es que somos chicos. Segundo, que tenemos una vocación bastante buena y tenemos un pasar bastante bueno.
Reconociendo eso, estamos en el último confín del mundo. Por lo tanto, la comunicación nuestra es más difícil que para otros. Todas esas son barreras que hay que salvar. Para las ideas no hay muchas barreras, surgen con una velocidad tremenda. Pero sí es importante que Chile dentro de aquello tenga una economía muy abierta. Porque si hace lo que ha hecho Trump en EE.UU., poner aranceles, etc., nos vamos al infierno en seis meses. Nos metemos el cobre por buena parte. Es tan simple como eso. O bien, pasa como el salitre.
El retail es un buen ejemplo de un desarrollo chileno que se ha exportado. ¿Cómo ha visto ese proceso?
-Hay varias empresas que lo han hecho, y lo han hecho bien. También hay muchos fracasos. Pero así es la vida. La vida sin fracasos no existe. El éxito sin fracaso no existe. No solo el comercio. Todo ha evolucionado. Acá hay un terremoto y no se cae ningún edificio. Eso no pasa en ningún país.
¿Cómo ve usted al empresariado chileno?
-Creo que el empresariado chileno es pujante. Si no, que lo digan las calles. Está lleno de gente tratando de vender.
¿Es un reflejo de la cultura chilena?
-Todas estas cosas se producen con necesidad. En Italia hay espacios más regulados. Acá hay mercados persas donde no se boletea, etc. Es un problema. Pero la gente tiene mucho derecho a vivir. Los chicos tienen derecho a vivir (…). Pagar IVA es clave. Pagar impuestos es clave. Para el tema de la salud. Todo eso al final termina pagándolo el Estado. Y se paga con menos desarrollo. Esa es la palabra. El Estado somos todos. Una boleta que no paga IVA, es plata que la pagan todos.
Uno tiene que entender que ese es el camino correcto. Cada país tiene que entender su realidad.
Cuando le preguntábamos por el empresariado tenía que ver con la imagen que existe, considerando las críticas que han surgido.
-Lo que es claro es que algunas cosas se han hecho mal, y tienen que recibir su castigo. ¿Por qué hay ladrones? No debiera haber, pero hay. No es fácil el tema. Pero, en general, el empresariado se ha movido bien, y muy bien. Estamos vendiendo cerezas en China, paltas en EE.UU., pese a las restricciones geográficas.
¿Chile sigue siendo un país confiable?
-Yo creo que Chile sigue siendo confiable interna y externamente. Tiene una economía ordenada. Podría ser mucho mejor. Pero Chile, en el tenor latinoamericano, es el país más serio, más correcto y más avanzado en términos de buscar la excepcionalidad.
Chile fue pionero en la economía abierta. ¿Qué ha significado eso?
-Es la razón de por qué hoy creo que Chile, a pesar de todo lo que se habla, sigue siendo una economía sana, próspera y con desarrollo futuro, no sé si asegurado, pero en la dirección correcta. Además, la gente que vota en Chile es inteligente, porque cuando las cosas no van muy bien, cambian de gobierno.
Usted ha sido parte de una de las empresas más exitosas de Chile. ¿Le hubiese gustado haber hecho algo distinto?
-Sí, hay algo muy importante. Que es algo que no nos dejaron hacer. Pudimos habernos fusionado con D&S. Pero se consideró que Falabella era muy grande. Un tribunal de cinco personas pensó eso y nos vetó esa opción para desarrollar Falabella en más países. Pero, por favor, ¡que me digan qué es grande! Llegó Walmart al final. No es malo para los consumidores, por favor, es mucho más eficiente que lo que era D&S. Pero eso no quita que estemos haciendo Tottus, en la forma que corresponde crecer, porque no puedes llegar y levantar mil locales. Hay que crecer en la forma que corresponde crecer. Además, Falabella tiene un prestigio.
Lo de D&S creo que es el error más grande que se ha producido en Chile, porque fue una señal de que nadie podría crecer, entonces todas las empresas más o menos exitosas se vendieron.
¿Cómo siguió Falabella tras eso?
-Es cuestión de ver los balances. Es una empresa muy bien valorizada y que está en pleno desarrollo. Como todas las empresas exitosas en el mundo, siempre están en desarrollo, buscando nuevas cosas. Hace poco anunciaron que se iban a juntar con Ikea. Son cosas que van a liderar otra dinámica.
Lo difícil es mantenerse arriba…
-Lo que sí ha molestado un poco a las empresas es la tasa de impuestos que hubo, que es un poco excesiva, y eso significa menos desarrollo, y empiezan a venir más empresas de afuera. Hay que ver cuánto han comprado los chinos acá, los americanos, los italianos, que se quedaron con la electricidad. ¿Por qué? Porque, lamentablemente, Chile no logró desarrollarse por esta disminución que tuvo durante estos períodos. Y hoy día el Presidente dice que va a tener que mantener los impuestos, con lo cual seguimos en la línea equivocada, pero qué le vamos a hacer. Estamos en la línea equivocada, porque otros países están en caminos diversos. Argentina bajó los impuestos. Tendrá su crisis, pero bajó los impuestos. Estados Unidos bajó los impuestos, Francia bajó los impuestos, Canadá. Los grandes los bajan y los chicos los subimos. Algo no camina.
Pero si se bajan los impuestos se recauda menos…
-Depende. Mirado de a uno, sí. Mirado de a cinco, no. Si tú hoy estás detenido, pagas 100% de impuestos. Los que se bajan los impuestos no son tontos. La reinversión conlleva más trabajo, más empleo, la gente está más conforme. Pero el primer precio es bajarlo, convertirlo en algo normal. Teníamos algo que era alto, pero no exagerado, que era 20%, y ahora tenemos 27, 30% más.
¿Toda esta revolución del retail tiene que ir de la mano con un entorno más competitivo?
-¡Qué más competitivo que el internet! Mira lo que les pasó a los taxistas con Uber.
Se lo pregunto en términos regulatorios, ¿debiera tener que adaptarse la regulación?
-Hay que tener un muy buen código de ética, más que regulaciones. Las regulaciones exageradas solamente sirven para detener el desarrollo, detener las ideas, salvo que sean un mínimo razonablemente aceptado. El código de ética es clave. Si las personas no tienen un código de ética, menos lo pueden tener las empresas. Son las personas las que tienen que tener su código de ética. Dígame, ¿en qué enredo ha estado metido Falabella?
Pero eso implica una normativa más estricta…
-Pero si la normativa es básica. ¿Hay que pagar impuestos? Sí. Es éticamente incorrecto no pagar impuestos, evadir impuestos es incorrecto. Yo no tengo ninguna sociedad en la que no pague impuestos. Falabella no podría estar donde está, estaría llena de problemas.
"Antes nadie quería trabajar en el comercio. Todos pensaban en un banco, tener secretaria, café..."
¿Cómo toma la distinción de la Cámara Nacional de Comercio?
-Es algo que honestamente me llega muy profundo. Yo empecé con la Cámara a través de Sideco (N. de la R.: Sindicato de Dueños de Establecimientos Comerciales de Chile). Yo venía de la universidad y pertenecer a un movimiento que tuviera que ver con los gremios me motivaba. Ahí partimos, hasta que me fui a la Cámara Nacional de Comercio. Estuve no sé cuántos años, pero hicimos un trabajo que fue un avance gigantesco, pensando en cómo estaba entonces el comercio a como está ahora. Nadie quería trabajar en el comercio. Sobre todo a nivel ejecutivo. En la universidad, todos pensaban en irse a un banco, tener secretaria, café. ¡En el comercio no hay café! Cuando nos asociamos con Home Depot, la oficina del gerente estaba debajo de una escalera. Eso me gustó. Por eso nos asociamos con ellos.
Eran un monstruo mundial.
¿Cómo recuerda esa época?
-Esto fue un convencimiento primero de nosotros mismos, y luego al gremio. Y entramos con un grupo de gente joven a tratar de modificar este estatus de que el comercio era la última rama de la Confederación de la Producción y del Comercio, lo último de todo. Empezamos a dignificar el comercio. Cambiamos los estatutos de la CNC. Antes, los grandes distribuidores eran los que manejaban. La estructura no era la que es hoy día. Antiguamente, las empresas de afuera tenían un distribuidor. Y ese distribuidor vendía al comercio, y el comercio le vendía al público. Con el tiempo esa cadena se achicó, desaparecieron los distribuidores y fueron los empresarios directo a la fuente a comprar, a la fábrica.
¿Esa evolución sigue?
-Ahora el proceso de la globalización está cambiando las cosas, se está permitiendo que los accesos sean distintos. Se están cambiando los espacios de las barreras para el comercio, con todo el proceso digital y la globalización. Se siguen eliminando barreras para hacer más eficiente el precio para el consumidor. Esa fue la tarea.
En ese tiempo usábamos los recursos para mejorar el estatus de los trabajadores del comercio y sus ejecutivos. Y para allá nos dirigimos. Por eso, por ejemplo, trajimos el código de barras, que no se le daba a nadie con fines de lucro. Y hoy existe en todo el mundo de forma masiva. Pero van a venir muchas cosas. Vienen muchos cambios. En las cajas, etc. El mundo sigue cambiando. Tenemos que cambiar permanentemente. Tenemos que tener esa visión dentro del comercio, ir capacitando e innovando, porque lo nuevo viene mañana. Ese es el gran mensaje que tienen que transmitir los gremios hoy día.
¿Qué aporte ha hecho el comercio al país?
-Maravilloso. Primero que todo es el primer empleador. Ya con eso… porque no hay ninguna cosa más importante, para ninguna institución, que dar trabajo. Hay fallas en una economía dirigida en forma absurda, donde no tenemos mecánicos, eléctricos, torneros, pero tenemos hartos abogados, directores, ingenieros. Estamos llenos de eso. ¿Con qué preparación? Eso es porque la capacitación no ha funcionado. La capacitación no puede ser per se. Puede ser que maneje un taxi alguien que estudió para médico. Pero preferiría que el que se preparó para taxista sea un muy buen taxista y el que se preparó para médico, sea un muy buen médico. Yo a la edad que tengo le digo, van a venir cien mil cambios más. En la agricultura, por ejemplo, tú puedes trabajar sin tractoristas, y con tractores andando, combinando
GPS con pilotos automáticos.
Eso mismo se está viendo en el comercio, con autoatención, modernización de las tiendas. ¿Cómo ve eso?
-La autoatención es una forma de acercar el público al producto. Igual, siempre va a haber alguien que tenga que terminar la transacción. Hoy es un vendedor o una cajera. Esa es una diferencia entre la tienda por departamento y el supermercado. En una tienda, el servicio es más personalizado, hay que ver si el zapato calza, la ropa, etc. En el supermercado eso no se da. La forma estética con que se presentan los productos, por ejemplo, también es importante. Los productos se ven mejor en un lado que en el otro.
Todo ese cambio ha generado, en el caso de los supermercados, que haya menos personal, pero más cajeras. En el caso de las tiendas, un poco menos de personal y más cajeras. Hasta que venga la revolución que viene, que es de internet. En las nuevas generaciones hay más gente que compra por este medio. Y otras que se van muriendo, que eran las que compraban por otro medio. Este es un cambio que viene y que es inevitable. No se hace de la noche a la mañana, son de a poco. Por eso empresas como Falabella tienen áreas de compras a distancia, donde el cliente compra sin estar en el recinto y otra donde el cliente accede al recinto. Y se han logrado comunicar ambas partes, tú compras en internet y lo retiras en tiendas.
¿Cuál es su evaluación de eso?
-Toda la parte de internet es muy bonita, pero tienes que distribuir los productos. Y el tema de la distribución es un gran problema. Y ese gran problema se resuelve ocupando las tiendas y decir no pago, voy a la tienda, me pierdo unos minutitos, me ahorro unos pesos y yo hago la última milla, que es la más cara.