Las separaciones o quiebres dentro de las empresas familiares son lamentables y complejas, y cada vez más comunes. La buena noticia es que, si se conduce adecuadamente el proceso, se puede salir no solo fortalecido, sino -aún más importante- con paz mental de ellas.
Es una fase lógica y esperable -aunque, no por ello deseable-, dada la aparición y toma de protagonismo de las siguientes generaciones, que en ocasiones quieren migrar a otras actividades o formas de gobernar los negocios comunes. También es un subproducto de la enorme creación de riqueza de las últimas tres décadas, que está dando alas a proyectos individuales independientes de los originales. Pero muchas veces el problema pudo haberse evitado a tiempo, creando un temprano animus societatis entre las nuevas generaciones.
De acuerdo con estadísticas de Proteus Management Consulting, el 20% de los casos de asesoría a empresas familiares responde a desafíos de este tipo. Por lo tanto, es importante evidenciar que se trata de un asunto delicado que hay que enfrentar con sutileza y efectividad para no destruir valor del patrimonio, ni arriesgarse a perder el talento gerencial reunido y entrenado por largos años.
La separación no siempre tiene que ser total, a veces la mejor solución es buscar un nuevo esquema de funcionamiento que evite la desintegración de la empresa familiar. El hilo se corta por lo más delgado, y por ello existe un orden natural que debiera partir por intentar implementar cambios en la administración; si ello no basta, se debe reestructurar el gobierno corporativo; o finalmente, avanzar hacia una transformación más radical en la propiedad. En ese caso, se requiere cuidar cada parte del proceso trabajando con respeto, transparencia y objetividad, en base a metodologías bien probadas.
El rol del ponderado mediador es determinante en estos procesos, donde hay ciertos pasos a seguir para que sean efectivos. Uno de ellos es definir los principios que guiarán el período, generando un marco que promueva el respeto entre las partes y frente a las decisiones.
Los negocios deben seguir funcionando, definiendo roles de socios y ejecutivos, plan para evitar la fuga de talento, y garantías que aseguren la continuidad de compromisos con colaboradores, clientes, proveedores y socios. Es ideal poder incorporar externos de buena trayectoria, objetivos e independientes que cuiden el equilibrio y la racionalidad del proceso, como también cuidar especialmente las comunicaciones, pues un mal manejo puede ser desmoralizador y devastador.
Es inevitable que estos casos sean dolorosos y agotadores, pero se deben tomar decisiones en base a criterios objetivos y no dilatar el proceso, pues aumentan la ansiedad y los temores.
En definitiva, se aconseja mantener un enfoque constructivo. Las reorganizaciones son también renacimientos: ofrecen nuevas formas de vida para desarrollar nuevos negocios, reagrupar fuerzas y atraer nuevos talentos y recursos; movilizando a las siguientes generaciones a comprometerse, activarse y convertirse en la fuerza motriz de un proyecto transgeneracional, que aprenda de los errores del pasado y que quizás en esta nueva oportunidad sí logre trascender las generaciones.