Los últimos datos conocidos sobre el crecimiento de Europa son poco alentadores. Si hasta hace un año, una de las virtudes de la recuperación global era el balance exhibido entre todas las regiones, ya desde hace algún tiempo se observa un desacople entre EEUU y el resto de las potencias.
Y en este nuevo escenario de desbalance, particular atención merece lo que acontece en la Unión Europea, puesto que luego de registrar el año pasado su mayor expansión de la última década, hoy presenta un menor dinamismo.
Prueba de ello es que el crecimiento en el trimestre recién concluido estuvo por debajo de las previsiones del mercado, ubicándose en 1,7%. Entre las razones que explican esta coyuntura, se encuentra la menor demanda externa de las exportaciones europeas, los efectos de la exposición a Turquía y las tensiones políticas generadas por los grupos euroescépticos.
Un caso patente de esto último, se vislumbra en el diferendo entre Bruselas y Roma por el presupuesto italiano para 2019, y el difícil avance en las negociaciones del Brexit. Esto ha generado que los niveles de confianza hayan descendido desde enero y el crecimiento de la actividad haya perdido tracción.
Si bien es cierto que el desempleo ha retrocedido, la inflación comienza a ser objeto de debate, puesto que hace varios meses que está en torno a su meta y en algunos países la supera con holgura.
Especial atención requiere el caso alemán, la mayor economía de la región, donde la variación del IPC de octubre fue de 2,5% -su mayor nivel en muchos años-, y conocido lo cautos que son los germanos respecto a las variaciones de precios, pronto comenzarán a requerir a las autoridades europeas que reduzcan el impulso monetario.
De este modo, el Banco Central Europeo se enfrenta al dilema de reducir el impulso monetario para controlar la inflación a costa de ponerle freno a la economía o dejar que esté un período por encima de la meta para no debilitar el avance de la actividad.
Vale destacar que la autoridad monetaria del bloque recién está comenzando a recortar su programa de compra de activos financieros. Hasta ahora ha habido una disminución de las compras desde un monto mensual máximo de €80 mil millones hasta los €15 mil millones actuales, y según lo anticipado por la autoridad, el programa concluiría a fines de este año.
Sin embargo, comienzan a surgir dudas respecto a la conveniencia de dar por acabada esta política en el actual escenario. Porque aunque existe poco margen de acción respecto a las tasas actuales, que están todavía en niveles ultraexpansivos, podría retrasarse el proceso de retiro del estímulo para transitar más suavemente hacia esta nueva etapa del ciclo económico.
Pero frente a esta opción, lo esperable es una oposición de los alemanes.
Así las cosas, durante los próximos meses veremos un entorno global más incierto, en el que se podría producir un debilitamiento del euro si prima la postura de retrasar la normalización monetaria.
Lo anterior, generará volatilidad en el tipo de cambio de las economías emergentes y podría tensionar las finanzas de los países con desequilibrios macroeconómicos.