Las redes sociales se llenan de comentarios sobre los paros en las universidades, mujeres marchando y agendas pro igualdad de género.
"No sé qué tan importante sean las cifras. Creo que, a estas alturas del proceso, lo que es relevante es que se dé un cambio de paradigma", me comentaba una renombrada directora de empresas sobre la revolución feminista; en su caso, aplicada a las empresas.
Diez años atrás, las mujeres representaban el 4% en los directorios -hoy son el 7%- y las reglas eran de los varones. Incluso, varias cuentan que las trataban de "mijita", en un afán paternalista malentendido. A nadie le importaba que no hubiera mujeres en alguna actividad de negocios. La diversidad no era un tema. Pero después de la crisis financiera del 2008, se abrió paso una veloz revolución impulsada por la tecnología, la que transformaría miles de puestos de trabajo y generaría importantes cambios en los modelos de negocio y estructura de las empresas.
En este contexto, que más de la mitad de la población se quedara fuera de la estructura productiva era arcaico. Según estudios, hoy las mujeres son menos del 40% de la fuerza de trabajo y sólo el 25% de las posiciones de gerentes a nivel global.
¿Cómo se puede hacer frente a uno de los más relevantes cambios en el mapa de los negocios sin que las mujeres estén representadas cabalmente en los liderazgos?
Los directores de empresas con los que trabajamos a diario están agobiados con la volatilidad e incertidumbre de este cambio en el que están inmersas las compañías. La competencia muta como nunca, el modelo de negocios, los clientes… la tecnología. Muchos comentan que la generación a la que pertenecen (la mayoría tiene entre 50 y 70 años) no les hace fácil insertarse en esta ola de desafíos. Entonces, viene la oportunidad. La revolución tecnológica trae aparejado un cambio en la composición del directorio. Incluye un recambio generacional, y las mujeres tienen una nueva puerta que se abre al mundo de la empresa.
Pero para que ellas puedan llenar esos espacios, es relevante romper paradigmas, entre ellos, que la experiencia es lo más relevante en el cargo de director. Muchas veces, las mujeres no tienen tanta experiencia como los hombres, porque algunos de sus años laborales los han dedicado a criar hijos. Habrá que valorar entonces otros atributos como la dedicación, la intuición, la capacidad de dialogar de forma diferente. Ya lo tiene claro el CEO de Alibaba, Jack Ma: "Para tener éxito, una persona necesitará un alto coeficiente intelectual, un alto coeficiente emocional y un alto coeficiente intelectual de amor. Necesitamos estos tres juntos. La mezcla perfecta es la mujer".
La equidad de género no se trata de ser generosos. Es un asunto de productividad. Un estudio realizado por la firma Catalyst revisó el comportamiento financiero de las 500 compañías consideradas en el ranking Fortune, comparando la representación de mujeres en sus cúpulas directivas. El resultado: a mayor cantidad de mujeres en estos espacios de poder, se observaron porcentajes superiores en rentabilidad (53%), en rendimiento de las ventas (42%) y en retorno sobre la inversión (66%).
En tiempos de transformación digital, la brecha de géneros se vuelve hasta peligrosa. Y es que la diversidad es un imperativo en la sobrevivencia de los negocios. Sobre todo, en los directorios corporativos.