Algunos inversionistas institucionales han defendido la idea que cambiar cada ciertos años la firma de auditores externos sería una sana práctica. Lo mismo opinan respecto de los directores, estableciendo un plazo máximo de 6 años.
El principal argumento no es otro que el viejo adagio "escoba nueva barre bien", que también puede explicarse con la frase "miro tantas veces lo mismo que ya no lo veo". Es decir, la rotación mejoraría tanto la independencia del auditor como su capacidad de identificar problemas.
Tengo un punto de vista opuesto: el cambio de firma de auditores externos - como de los directores - solo por el transcurso del tiempo, no es una buena práctica de gobierno corporativo.
La efectividad de una auditoría depende, en gran medida, de la capacidad del auditor de comprender con profundidad las operaciones y la cultura del cliente, conocimiento que se construye con los años. Así, la conveniencia de una relación de largo plazo es hoy más importante, atendida la complejidad y el volumen de las operaciones.
No existe evidencia empírica que demuestre que el cambiar de firma de auditoría mejore la calidad de esa labor. En cambio, sí existe evidencia que mientras más profundamente el auditor conoce a su cliente, más efectivo será su trabajo.
¿Cómo reducir los riesgos como la pérdida de independencia o el acostumbramiento?
Con la ley Sarbanes Oxley se estableció en EEUU que un socio no debe dirigir una auditoría por un período superior a 5 años (ley chilena establece lo mismo). Adicionalmente, la rotación normal de personal del cliente, así como de los equipos de auditoría, produce un cambio permanente en estas relaciones.
Existen dos estudios significativos sobre la materia. Uno corresponde al US General Accounting Office y otro al American Institute of Certified Public Accountants. El primero concluye que los supuestos beneficios de la rotación en términos de aumento de la independencia son inciertos, pero que los costos son muy tangibles. El segundo trabajo sobre 400 casos en que se imputaron fallas de auditoría, concluye que éstas habían ocurrido con tres veces mayor frecuencia durante los dos primeros años de relación cliente-auditor.
Entonces, ¿nunca sería recomendable cambiar de firma de auditores? El trabajo de los auditores debe ser evaluado anualmente. Primero por la administración, es cierto que los auditores trabajan para los accionistas, pero lo hacen con la administración, la que debe formarse una opinión. Esta evaluación, por razones obvias no debe ser concluyente, pero sí un input para la que realizará el comité de auditoría, la cual debe ser aprobada por el directorio.