¿Estamos preparados para enfrentar la automatización?
Estudios recientes de organismos e investigadores nacionales e internacionales coinciden en que Chile presenta una alta probabilidad promedio de automatización de sus puestos de trabajo. Todas las estimaciones realizadas están en torno al 50% de las actuales ocupaciones, con lo que es fácil prever impactos sociales y económicos.
Pese a que la automatización de los procesos productivos y la expansión de la inteligencia artificial ya son una realidad, falta saber qué tan extendida y acelerada será esta transformación, cuál será la velocidad del reemplazo de la actividad manual o cuáles serán los oficios u ocupaciones que primero serán reemplazados, entre otras interrogantes.
Para enfrentar con éxito la cuarta revolución industrial, también necesitamos saber cuál es la capacidad de adaptación de nuestro sistema productivo, qué sectores económicos serán vanguardistas y cuáles se rezagarán. Y debemos plantearnos el desafío de construir los acuerdos sociales para que costos y beneficios de esta revolución se distribuyan equitativamente.
Será clave contar con un conjunto de políticas públicas que potencien las ventajas de estos cambios y atenúen sus efectos indeseados, para lo que es fundamental contar con un Sistema de Capacitación y de Formación Continua para el Trabajo que esté a la altura del desafío.
Estudios recientes de organismos e investigadores nacionales e internacionales coinciden en que Chile presenta una alta probabilidad promedio de automatización de sus puestos de trabajo. Todas las estimaciones realizadas están en torno al 50% de las actuales ocupaciones, con lo que es fácil prever impactos sociales y económicos.
En este sentido, el proyecto de ley de reforma al SENCE presentado por el gobierno es una buena noticia. Sin embargo, éste -que tiene propósitos y medidas que avanzan en la dirección correcta- carece de la densidad suficiente para lograr una reforma que sea capaz de prepararnos para la nueva realidad que enfrentan empresas y trabajadores.
Aprovechemos que en las últimas semanas la discusión en torno al mundo del trabajo ha tenido una fuerte presencia en la agenda pública, aunque su foco ha sido acotado a la reducción de la jornada laboral. Discutamos sobre un diagnóstico base que plantea la obsolescencia de nuestras regulaciones laborales en relación a los nuevos desafíos productivos.
Evitemos una discusión estéril e incompleta en la que no se asuma con responsabilidad los desafíos que enfrentamos en materia de fortalecimiento del capital humano, esto de cara a la transformación productiva que estamos viviendo. Nutramos la discusión haciendo partícipes a todos los estamentos: Gobierno, Parlamento, trabajadores, empresas, gremios, sindicatos y académicos. Como Estado, sector privado y sociedad civil tenemos una responsabilidad ahora y con las futuras generaciones que no podemos eludir.
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