Esther Duflo, Nobel de economía 2019: "Será muy importante fijar un compromiso de bienestar con el 50% de los chilenos"
La segunda mujer que recibe el Nobel de economía en la historia, reconoce su sorpresa ante el estallido social que tiene lugar a nivel nacional, aunque logra ver similitudes con la movilización de los chalecos amarillos en Francia, su país. Chile no es desconocido para la economista del MIT, gracias al trabajo de J-PAL, laboratorio cuya sede de Latinoamérica está en la PUC y que busca evidencia sobre las mejores políticas contra la pobreza.
Con 47 años, hace dos semanas Esther Duflo se transformó en la ganadora del premio Nobel de Economía más joven de la historia. Michael Kremer y Abhijit Banerjee, quien además es su marido, fueron los otros galardonados y no la superan por mucho en edad. Ella tiene una explicación para el reconocimiento. "En general se premia a una larga carrera que introdujo algo que aplican muchas personas. En nuestro caso ese proceso se vio acelerado por una estructura que nos ayuda a crear un gran movimiento", indica en entrevista con PULSO.
No se trata de cualquier movimiento, sino uno que -basado en una red de economistas a nivel mundial- busca evidencia para derrotar a la pobreza. J-PAL es el nombre del laboratorio, con su central en el MIT y su sede para América Latina en Chile, país que conoce bien la segunda mujer que ha recibido la medalla sueca en la disciplina.
Son tres las visitas que la han traído a nuestro territorio, por lo que no tuvo problemas en ofrecer su opinión sobre el estallido social que agita al país. Al respecto, reconoce sorpresa por la estabilidad económica que caracteriza a Chile. Sin embargo, lo comprende en función de la alta desigualdad, mucho mayor a la de Francia, su país, que recientemente también enfrentó un fuerte descontento de sus ciudadanos.
Ha visitado Chile en tres oportunidades. ¿Qué impresión tenía previo a los últimos acontecimientos?
-Me parece que en las últimas tres décadas han logrado establecer una sólida democracia. De hecho, me ha llamado particularmente la atención que, independiente de la visión que tenga cada gobierno, la economía ha estado muy bien administrada, con algunos excelentes ministros de Hacienda.
Es un lugar exitoso, sin una explosión de la desigualdad como hemos visto en otros lugares. A nivel personal me encanta ir. Siempre he tenido grandes conversaciones con estudiantes, gente de gobierno. Esa era mi visión hasta que ocurrió esto.
¿La han tomado por sorpresa las masivas manifestaciones?
-Me siento sorprendida y no a la vez. Me sorprende porque es Chile y pensé que el país sería capaz de mantenerse en calma como sociedad. Pensé que los gobiernos exitosos habían sido capaces de hacer sentir a toda la sociedad incluida. No me imaginé que había personas que se sintieran excluidas al punto de pensar que la única forma de enviar su mensaje era protestando.
Eso me tomó completamente por sorpresa, más aun considerando que no soy una persona que pueda seguir el día a día de la situación chilena. Estoy segura que hubo algo de lo que me perdí.
Sin embargo, de alguna forma no me sorprende tanto porque la situación me resulta familiar, por el movimiento de los chalecos amarillos que vimos en Francia. Allá partió de una forma similar, con una protesta sobre un asunto en particular, relacionado con el costo de vida; el alza de la gasolina. Si bien el gobierno retrocedió rápidamente en esa medida, surgió este movimiento que no dejaba en claro exactamente lo que quería, pero daba cuenta de su malestar.
Veo muchas similitudes entre el movimiento francés y el chileno, con gente señalando que la economía no estaba funcionando para ellos. Este mensaje no se emitió por los canales establecidos, como elecciones o el debate público. Ni siquiera tomó el curso de una protesta regular, en la que encuentras a un líder con demandas específicas. Solo da cuenta de un malestar general, tal cual está ocurriendo en Chile.
¿Qué lectura hace sobre ese sentimiento de que la economía no está funcionando para parte de la sociedad?
-Reviso las diferencias de equidad entre Chile y Francia y en efecto veo que en el caso de ustedes no se ha reducido. Lo que recibe el 1% más rico es el doble de lo que consigue el 1% francés. Eso puede explicar el descontento de la gente.
Aunque en Chile no hay una reciente explosión de la desigualdad, como vemos en EE.UU. o el Reino Unido, la gente puede haberse cansado que luego de tres décadas de democracia ésta no se haya reducido.
¿Cuáles debieran ser las prioridades cuando se ha logrado reducir la pobreza, pero la desigualdad sigue alta?
-Para mí, primero hay que atender a los más pobres de la sociedad y luego, progresivamente, ir atendiendo el resto de las personas. Cuando me refiero a pobreza no hablo solo de ingresos, sino que también la de calidad de vida general. Que se viva en un ambiente decente, con acceso a una alimentación diversa, en un medioambiente sin contaminación, con buenas escuelas para los niños y buena salud para todos.
La desigualdad es más compleja, porque aun cuando tu propia situación haya mejorado, si figuras como la persona en la peor situación puede ser muy difícil. Es por eso que aún con una mejora de la situación de pobreza y de ingresos, la desigualdad puede ser un problema, más relevante en la medida que sea más alta.
Parte de los reclamos en Chile tiene que ver con la calidad de educación y salud. ¿Es eso pobreza?
-Eso es pobreza. Yo creo que esto es sobrepobreza.
¿De qué manera se podría dar tranquilidad a la sociedad en este marco de manifestaciones?
-La buena noticia es que cuando una sociedad se enfrenta a estos problemas, aún en medio de un crecimiento lento, puede mantenerse unida si mejora la calidad de vida de los pobres.
Creo que con esta protesta va a ser importante establecer un compromiso de bienestar con el 50% de los chilenos. No va a haber una bala mágica que deje tranquila a las personas para que decidan volver a sus casas. No obstante, si en el tiempo se van estableciendo compromisos en diferentes áreas, con los recursos del gobierno, se lograría dar cuenta de que hay un deseo desarrollar políticas que los beneficien a todos.
Las bajas pensiones también están en el centro del malestar social...
-El tema de las pensiones es más complejo, porque Chile se decidió por el camino de la privatización del sistema y no a toda la gente le ha ido bien en ese proceso. Por lo tanto, hay mucha pobreza entre los ancianos.
Este tema requiere de toda la atención, más aun considerando que Chile es un país con una esperanza de vida muy alta. Es un problema muy crítico hoy y será más complejo en futuro.
En medio del estallido social, el avanzar hacia un sistema tributario más progresivo ha vuelto al debate. ¿Qué opina al respecto?
-En todos los países, incluyendo a Chile, es necesario repensar por completo el sistema tributario, buscando la manera de hacerlo más progresivo. Actualmente, no es raro ver en varios países que los más ricos pagan menos impuestos que el 50% de la población.
No tengo certeza de que esto último ocurre en Chile, pero sí me parece importante dilucidar cuál es el nivel de progresividad de los impuestos que se tienen, considerando que gran parte de la recaudación viene del impuesto al valor agregado que, de hecho, no es muy progresivo.
Mi opinión personal es que no hay muchos más riesgos al volver al sistema progresivo, porque la evidencia muestra que la gente no está particularmente desincentivado a trabajar en un lugar porque los impuestos son más altos. En tanto tengas un sistema que es transparente, puedes aumentar los impuestos sin mayores riesgos.
De hecho, los impuestos para los más ricos en Estados Unidos solían ser muy altos en las anteriores administraciones republicanas, ahora bajaron con Donald Trump y no veo cambios significativos.
El sistema económico puede dar apoyo a impuestos más altos, luego viene la discusión si se aplica sobre la renta y sobre el patrimonio. Personalmente, creo que la virtud de aplicarlo sobre el patrimonio es que si no se grava mucho de los ingresos que se generan por esa riqueza no están siendo sujetos a impuestos, con lo cual se está perdiendo mucho en miras de un sistema más progresivo.
Francia modificó su impuesto al patrimonio por la fuga de capitales. ¿No es ese un riesgo?
-El riesgo existe. Por supuesto, un país como Estados Unidos podría aplicar un impuesto a la riqueza y la gente no se movería, pero para otros países, como Francia y Chile, puede ser un problema.
Chile es un país muy bien organizado, así que podría ser capaz de frenar a los capitales que están saliendo de manera ilegal, pero igualmente pienso que se requeriría de cierta coordinación internacional, proceso que Chile podría liderar, considerando la importancia de su economía y que puede haber cierto consenso sobre esta idea, que no es particularmente revolucionaria.
Dada su experiencia en diversas partes del mundo, ¿cree que sea posible eliminar la pobreza o es una utopía?
-De alguna forma nunca vamos a poder resolver en un 100% el problema, porque en el momento en que alcancemos un objetivo vamos a ponernos otro más alto, así es la naturaleza humana. Esta es una tarea de nunca acabar. Sin embargo, hemos hecho enormes progresos en los últimos 30 años. Las personas bajo la línea de la pobreza, que viven con menos de US$ 1,9 al día, se han reducido muchísimo desde 1990. Además, la mortalidad infantil y maternal ha declinado muchísimo, también ha disminuido el hambre, mientras que ha aumentado la escolaridad a casi el 100%.
Dado lo que ocurre en Chile, quizá puede haber mucho pesimismo, pero la realidad es que tenemos espacio para ser optimistas porque la vida de los pobres realmente ha mejorado. En gran medida esto es gracias a las políticas públicas, que han hecho una diferencia en la identificación de algunos problemas y desafíos para actuar sobre ellos.
Esto no significa que podemos ser complacientes, todavía tenemos mucho trabajo por delante. Sí significa que podemos tener esperanza.
¿Qué ha aprendido de la pobreza en América Latina a través del trabajo de J-PAL?
-Es un caso muy interesante, en primer lugar porque no hay una sola América Latina; si comparas a Chile con Guatemala, son países muy diferentes, es como comparar a India con Estados Unidos.
Otra de las cosas que lo hacen interesante es que los gobiernos latinoamericanos son muy sofisticados. Eso es algo que he visto en Chile, sin importar quién esté en el poder. Desde que trabajamos en América Latina los gobiernos han sido técnicamente muy competentes y muy abiertos a hacer cosas en temas de pobreza.
¿Qué evaluación hace del trabajo que ha podido desarrollar J-PAL en Chile y la región?
-El trabajo ha sido excelente y la recepción ha sido muy positiva, pero a decir verdad, ha resultado particularmente difícil en Chile encontrar potenciales interesados en apoyar el trabajo. Tuvimos bastante respaldo para comenzar, lo que nos ayudó a sostenernos por los primeros años, pero después de eso creo que hemos fallado en generar interés entre las familias ricas o algunas corporaciones, para que comprendan la importancia del trabajo que hace J-PAL junto a gobiernos en países en desarrollo.
Nuestra idea es que más gente se anime a participar. Así que toda persona que esté interesada en nuestro trabajo y quiera visitar J-PAL, hablar con nosotros y transformarse en un partner, será bienvenido. Les podemos contar los siguientes pasos que tenemos pensado dar, así como facilitar información de los proyectos en los que ya estamos trabajando. Sin dinero no podemos seguir desarrollando la investigación que nos está permitiendo entender mejor cuáles son los problemas de los pobres en Chile y de otros países.
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