“Nosotros éramos pobres, dormíamos arriba de los techos porque en el desierto había 45 grados a la sombra. No teníamos ventilación y vivíamos en casas pareadas que tenían una puerta común. Algunas tardes yo me sentaba afuera, en la calle, a escuchar los cantos de los llamados a oración. Pero entonces, no había guerra. Mi idea es que el colegio, además de contar con todas las comodidades, dedique tiempo y espacio para la práctica del yoga”, cuenta por Zoom, desde Jordania, Fabiola Mosa, la empresaria chilena de origen sirio que destinará US$ 1 millón en la construcción de una escuela en Siria.

Mosa, quien es hermana de Aníbal, el expresidente de Blanco y Negro, y de Jack, que preside el grupo Pasmar y es accionista minoritario de Parque Arauco, está en contactos preliminares con el gobierno sirio para levantar un colegio que además de formar a los niños, “ayude a sanarlos”, sostiene. Llegó a Medio Oriente hace más de dos meses y desde Jordania, en la frontera con Siria, ha estado trabajando en el proyecto, para “ayudar al servicio de la humanidad”, como define sus actividades y negocios.

Fabiola Mosa (57) es la segunda de los tres hermanos Mosa Schmes, que en 1973 siendo niños llegaron desde el desierto sirio al verde sur de Chile. Junto a sus padres se instalaron en Purranque, a 70 kilómetros de Puerto Montt. Aprendieron español trabajando desde pequeños en el negocio que su padre levantó, gracias al oro de la dote materna, que se lo trajeron desde Medio Oriente. Solo Jack, el mayor, hablaba algo de castellano. Cada uno siempre tuvo tareas y responsabilidades que cumplir, lo que los hizo muy unidos.

Aunque sus negocios están separados, los tres han trabajado juntos continuamente. Cuando Fabiola era adolescente a mediados de los 80, sus padres murieron. Entonces, la única mujer de los Mosa Schmes debió asumir un poco el papel materno. Tenía 16 años, Jack 17, y Aníbal, 15. “Jacko, como yo lo llamo, siempre tuvo una fortaleza por ser el hermano mayor, pero Aníbal se nos fue un poquito al hoyo, bastante diría yo, porque era el menor”, cuenta y revela que desde entonces no se separaron más hasta 2008, cuando vendieron los supermercados FullFresh al fondo de inversiones Southern Cross. Ella era la encargada de capital humano en la firma. “Vendimos porque era demasiado el desgaste y, además, Aníbal llegó a un momento en que se nos enfermó. Se puso un poco delicado. No es que se enfermó, sino que yo me asusté”, cuenta.

Después ella se concentró en su negocio del yoga. En los 90 se había graduado de pedagogía en la Universidad Austral y a mediados de los 2000 trajo a Chile el yoga bikram, un sistema de práctica con calor que según ella ha sanado a todo aquel que lo ha practicado, entre estos, su hermano Aníbal. A través de Fabiola Mosa Inversiones E.I.R.L. maneja ese negocio que ahora se llama Yoga Box y que también opera salas de prácticas y una oficina en los malls del grupo Pasmar, en el sur del país. También tiene inversiones inmobiliarias y es socia de sus hermanos en Agrícola Osorno.

Su hermano Aníbal fue clave para el negocio del yoga. Sirvió de aval para conseguir los recursos y la ayudó a instalarse con un centro en Puerto Montt, que se llama “Casa Diamante”, y que hoy además es un centro cultural y base de operaciones para los otros tres centros de yoga que posee. Cuando presidía Blanco y Negro, Aníbal Mosa contrató por una temporada los cursos de su hermana para los juveniles de Colo-Colo.

US$ 1 millón

Fabiola Mosa tomó la decisión de destinar US$ 1 millón en un colegio en Siria después de un largo tiempo pensando en cómo ayudar a los niños afectados por este conflicto. Desde que estuvo por primera vez a los 23 años en la tierra de sus ancestros siempre supo que volvería. Y lo hizo ahora, que existen esperanzas más reales de que la guerra civil que destruyó al país desde 2011, matando a miles de personas, pueda acabar.

El régimen de Bashar al-Assad está decidido a comenzar la normalización del país, paralizado por las sanciones occidentales y devastado por los enfrentamientos y los últimos terremotos. Ha sido readmitido por la Liga Árabe y algunas embajadas ya están anunciando sus próximas reaperturas. Pero de a poco, lentamente, en un proceso que se puede torcer en cualquier momento.

Por eso, Mosa prefiere no entrar en el tema de si es un buen momento o no para su proyecto en Siria. Dice que espera ser recibida en Damasco en los próximos meses para explicar bien su proyecto y empezar a trabajar. Siempre tuvo claro que se trataba de una idea a largo plazo y que requeriría de mucha paciencia y constancia. Su plan es construir una escuela, que en su currículo considere el yoga como un pilar y “forma de sanación para niños vulnerados por la guerra”, resalta.

En las últimas semanas ha estado ofreciendo sus clases de yoga y asistencia a las familias refugiadas, en una escuela que hace 8 años está ayudando a financiar junto a su hermano Aníbal en un campo de refugiados. Asegura que ello ha redoblado su deseo de seguir con el proyecto. “Estando aquí más me doy cuenta de que si yo quiero intervenir realmente en la salud y la educación de los niños, el colegio tiene que ser mío o debo liderarlo yo”, sostiene.

Por ahora no hay planos, ni maqueta del colegio. Tampoco lugar elegido para levantarlo. Los fondos ya están asegurados, sostiene y está asesorándose con profesionales locales para decidir, entre otras cosas, la figura que tendrá la sociedad bajo la cual ingresará a ese país. Dice que está totalmente decidida a hacerlo y que por lo mismo tendrá que instalarse en Medio Oriente algún tiempo.

Tus hermanos son bien mediáticos, por decir lo menos, ¿cómo enfrenta todo eso?

-No podría decirlo así. Nos sentamos hace años atrás en el departamento de Jacko los tres y de palabra, no más, dijimos: ya tú, tú y tú. Nos repartimos y ordenamos en forma natural. Cada uno ha ido desarrollando sus vetas, sus dones. Ellos tienen el don de los números, de los negocios. Cada uno de nosotros fue criado para desarrollar una función dentro de la estructura familiar, y lo que yo mejor sabía hacer era cuidar la plata y estudiar. Yo ahora estoy aquí en medio de la guerra e igual encuentro tanta felicidad. ¿Cómo puede ser? Aquí hay mucho más espíritu que en Occidente.