¿En qué se parecen una bióloga marina y una kinesióloga? Primero, en que ambas son de la Región del Biobío (aunque se conocieron en Santiago). Segundo, que el 2014 se embarcaron en crear FreeMet, una startup que mezcla un fuerte componente científico, con una estrategia de marca que conversa perfectamente con las tendencias de consumo sustentable. Quizás muchos han visto sus productos en supermercados y otro tipo de tiendas, pero para posicionarse y haber logrado facturar US$3 millones el 2022, hay un viaje de varios años.
Carolina Urrutia, que venía del mundo de las ciencias, le contó a la kinesióloga Andrea Moraga (que además tiene un MBA), acerca de la idea de desarrollar micropartículas que protegieran la piel de los metales pesados. Sin saber mucho del tema, Moraga pensó que era un buen problema a solucionar, especialmente en la industria minera. Unieron sus fuerzas y presentaron un proyecto para un fondo de Corfo. El 2014 se adjudicaron $140 millones para investigar la tecnología y lo primero que hicieron fue montar un laboratorio. Cerca de un año después registraron la patente y empezaron a ver cuál sería el plan de negocios. “Inicialmente pensamos que lo mejor era licenciar la patente, o bien, vender el compuesto de las micropartículas pero en productos específicos como detergentes, lavalozas o cremas, con foco en zonas mineras y ciertos países que tienen altas concentraciones de metal”, recuerda Moraga. Crearon cinco productos y se fueron a conversar con las mineras. “Fue difícil. A las áreas de prevención de riesgo les encantaba, pero para otras áreas era complejo porque, de alguna forma, había que asumir que existía un riesgo con los metales. Nadie se ponía de acuerdo y nos pasaban de un lado al otro”, cuenta Moraga.
El camino era otro. Pero antes, decidieron que los productos tendrían otros atributos, además de la tecnología que habían desarrollado, como por ejemplo, disminuir los componentes químicos, que fueran hipoalergénicos, biodegradables y sin testeo en animales. Tanto por convicción interna, como por una tendencia que estaba empezando a nacer ya en 2016. Pero además, se dieron cuenta de que no había una marca con estas cualidades posicionada en Chile y comenzaron a comercializar los productos en nichos de consumidores y comunidades ecológicas, así como en ferias en la misma línea. Gracias al boca a boca, subieron los interesados y aumentaron los clientes. “Realmente ahí se inició el negocio”, reconoce la kinesióloga.
Productos de limpieza para el hogar (detergentes, lavalozas, limpiadores e higienizantes) y de cuidado personal (shampoo, jabones, esponjas y más), comenzaban a tener la marca FreeMet. “Uno de los primeros mitos que derribamos en muchos clientes fue que los productos ecológicos eran menos eficientes y creo que eso hizo que los consumidores se fueran encantando”, cree la cofundadora de esta startup.
Pero era muy difícil llegar a los supermercados. Lo intentaron, pero esta industria -según la emprendedora- no estaba dispuesta a incluir una línea ecológica en una categoría hipercompetitiva y con dos o tres actores principales. Por eso es que, a pesar de estar en algunas tiendas pequeñas, decidieron desarrollar una plataforma de venta en línea y enfocarse hacia una estrategia digital. Corría 2018 y acertaron. La marca se dio a conocer más allá de un grupo cerrado de clientes y comenzaron a llamarlas desde el sector retail. Primero fue Supermercados Montserrat y luego Sodimac. Al poco tiempo ya estaban en ambos lugares. Más tarde entraron a la cadena Jumbo, donde aumentó más aún la exposición, pero aún no lograban altos volúmenes de ventas. Necesitaban más capital para abarcar la nueva etapa y levantaron una ronda de inversión a través del crowdfunding Broota, la cual empezó justo para el 18-O (estallido social) del 2019. “Pensamos que nos iría pésimo, pero en poco tiempo logramos recaudar $120 millones”, señala Moraga.
Luego vino la pandemia, que tuvo dos efectos positivos en FreeMet: aumentó exponencialmente la venta online, con una mayor conciencia por la ecología y más énfasis en la limpieza. Así, el 2020 crecieron tres veces, facturando $1.000 millones.
La startup se ha transformado en un verdadero referente para otras marcas sustentables y ya ha sido premiada con dos importantes premios: Avonni (2020) y Best For The World para Empresas B (2022). Además, el año pasado logró un convenio para estar en los supermercados de Walmart y ha aumentado su oferta a productos fuera del ámbito de limpieza, como jardinería y, próximamente, artículos orientados a las mascotas. “Nuestra patente tiene que ver con una composición que se adhiere a otros productos y lo que hace es evitar que los metales pesados que están en el ambiente ingresen al cuerpo de las personas, como por ejemplo a través de la piel, por un jabón o al lavar la ropa. No había una solución así”, explica Moraga.
Con respecto a salir al extranjero, las fundadoras creen que aún tienen que crecer en Chile para tomar la decisión. “Pero la mayoría de los países de la región están ahora como Chile hace unos dos o tres años, por lo que podría ser un buen momento”, asegura Moraga. Con una proyección de facturación de más de US$4 millones para 2023, hay otro elemento clave en su modelo de negocios: no tienen plantas de fabricación ni se encargan directamente de la logística del despacho. Tercerizan ambos procesos, para dedicarse a su core business: el desarrollo de productos libres de metal y amigables con el medioambiente.