Alejandro Bascuñán venía planeando dar el paso desde hace varios años. Más precisamente desde que en 2005 fundó la primera red privada de jardines infantiles de Chile, Vitamina. Brasil siempre estuvo en su norte. No sólo porque su mujer, Paula Souza, es brasileña, sino porque el empresario viñamarino, con un MBA en Harvard, siempre tuvo entre sus planes hacer crecer su proyecto a una escala latinoamericana, y sabía que entrar en el país más grande de la región sería su pasaporte para lograrlo.
Ambicioso, lejos de desalentarse con la pandemia, Bascuñán continuó con sus planes. Así, mientras la educación parvularia se sumía en una crisis sin precedentes y muchos centros de educación cerraban sus puertas a falta de niños que atender, Bascuñán decidió que no podía seguir postergando su plan. Era el momento.
Meses antes, en 2019, habían entrado a la propiedad de Vitamina Holding dos importantes fondos de inversión de impacto, Lightrock, el brazo de LGT, el grupo de asset management más grande del mundo, y Península, el family office del magnate brasileño Abilio Diniz, fundador de los supermercados Pão de Açúcar en Brasil, accionista de Carrefour Brasil y conocido inversionista en proyectos educacionales en su país.
Hoy ambos fondos poseen cerca de un 49% de la propiedad de Vitamina en conjunto con el grupo peruano Wiese, que también ingresó en 2019, pero con una participación muy minoritaria. Bascuñán, por su parte, controla la sociedad con el 51%.
Según documentos oficiales, Península y LGT entraron en 2019 a Vitamina Holding aportando capital por unos $ 40 mil millones, con un aporte inmediato y compromisos para los siguientes 24 meses. Este año, los socios decidieron aumentar nuevamente su capital, en otros $ 50 mil millones que deberán ingresar a la empresa en cuotas que vencen en septiembre y diciembre de este año y marzo de 2022. Reforzada patrimonialmente y con recursos frescos, la empresa que dirige el empresario chileno ya no es solo chilena. Ahora está en Brasil.
Tropicalizarse
La última vez que Bascuñán viajó a Brasil fue en marzo de 2020. Desde esa fecha, todas las reuniones con sus nuevos inversionistas y con los equipos que ha ido formando en su nuevo destino han sido a través de las cámaras. De hecho, cuenta que todavía no conoce en persona al country manager de Vitamina en Brasil, Paulo Serino, MBA de MIT, con una amplia trayectoria en instituciones de educación, quien asumió hace pocos meses. Y a la country manager de Chile, Sonia Montalva, quien aterrizó en Vitamina en marzo pasado luego de 13 años en Latam, donde era directora de estrategia comercial, la conoció recién hace un mes. Por lo mismo, dice que si hubiera tenido que escoger entre internacionalizarse con o sin pandemia, lo habría hecho sin el Covid.
Aunque, sin duda, salir a comprar salas cunas y jardines infantiles, muchos de los cuales estaban al borde de la quiebra producto del Covid-19, de alguna manera aceleró los planes: en menos de un año, Vitamina sumó 40 nuevos centros ubicados en zonas estratégicas de Sao Paulo.
Hoy, la cadena completa suma 110 centros, 2.000 personas y atiende entre 10 mil a 11 mil niños entre los 0 y los 4 años. Y Bascuñán adelanta que en los próximos meses el ritmo se mantendrá. “Probablemente vamos a terminar el año con una compañía que va a ser más brasileña que chilena”, dice.
“La pandemia no necesariamente ayudó, sino que lo hizo más complejo. Pero hemos sabido gestionarlo y hemos construido sobre lo que ya habíamos hecho acá en Chile, no tuvimos que inventar la rueda completa. Y estamos tropicalizándonos cada vez más, porque en la medida que avanzamos en Brasil, todo Vitamina se tropicaliza”, agrega.
Mientras Vitamina crecía en Brasil, en Chile la operación vivió uno de los minutos más complicados de su historia. “Esta pandemia fue una prueba importante. Fue difícil sobrevivir con los jardines cerrados, pasamos por un periodo complejo, somos una organización de personas, es todo lo que tenemos, no tenemos propiedades, somos una compañía de servicio, nuestro foco es cuidar a las personas y lo que nos mueve e inspira como organización es apoyar a las familias, papás y mamás, en el cuidado y educación de sus hijos para que trabajen tranquilos, y no fue fácil, honestamente”, dice.
A diferencia de Brasil, su estrategia en Chile se enfocó en mantener sus operaciones y aguantar la tormenta. Cuenta que echaron mano a las herramientas que había: financiamiento disponible y suspensión de contratos a través de la ley de protección de empleo. A mayo del año pasado, Vitamina era la empresa educacional que más trabajadores había suspendido: 854 personas. Vitamina Holding tiene 110 jardines infantiles en Chile y Brasil. Su capital asciende a $ 97.447 millones (unos US$ 125 millones).
“Ahora ya llevamos un buen rato con las personas no suspendidas, por el contrario. Y además hay una parte importante de la organización que está muy dedicada a Brasil”, dice. Y agrega: “Pudimos salir jugando, aunque todavía no termina la pandemia. Todos nuestros centros, tanto en Brasil como en Chile, están en remaduración y reencuentro de las personas y eso va a durar por lo menos hasta el comienzo del próximo año”.
El triángulo virtuoso
La entrada en Brasil, cuenta Bascuñán, fue como armar una startup en un país extranjero. “No fuimos a fusionarnos con nadie, partimos una compañía prácticamente de cero, al igual como lo hicimos en Chile en 2005”, dice. Claro que esta vez llegaron a un país con todo el bagaje de lo aprendido en sus 15 años de historia.
El negocio de Vitamina consiste en ir generando economías de escala entre los centros que manejan y lograr convenios con empresas que entreguen beneficios a sus trabajadores con hijos entre 0 y 4 años. En Chile actualmente tienen 750 convenios con empresas y su idea es replicar esta figura en Brasil. Aunque en ese país no existe una ley que obligue a las empresas a proporcionar sala cuna a las madres -como ocurre en Chile, hasta que su hijo o hija cumpla 2 años y cuando una empresa tiene más de 20 trabajadoras-, sí son cada vez más las compañías que buscan este tipo de beneficio para retener y cuidar a sus talentos.
“Vamos a intentar hacer en Brasil algo parecido. Que la empresa sea un apoyo para que las familias, en general, puedan tener un servicio aún más accesible para cuidar y educar a sus hijos. Ese es el objetivo. Y tiene sentido porque si las familias trabajan más tranquilas, eso finalmente genera valor para las empresas, se produce un triángulo que es virtuoso”, explica.
Sobre la ley de sala cuna universal que se tramita actualmente en el Congreso en Chile y que obligaría a las empresas a entregar el beneficio a las madres, independientemente de la cantidad de trabajadoras que tenga, Bascuñán es cauto: “Honestamente, nuestra compañía no se basa mucho en una ley en particular, hay algunos que dicen que la ley de sala cuna ayuda, otros dicen que no. Ojalá los entornos regulatorios ayuden a que los papás puedan tener un apoyo en el cuidado de sus hijos mientras trabajan, pero nosotros nos tenemos que adaptar al entorno que haya”.
Un grande en Latinoamérica
Sobre el futuro, dice que no tiene una meta de crecimiento y que eso dependerá de que vayan encontrando cosas interesantes para comprar. Lo que sí tiene claro es que Brasil no es el único horizonte. “Tenemos pensado irnos a Perú y a Colombia, pero creo que para eso nos queda un rato. Estamos muy entusiasmados con Brasil, la verdad. Y tenemos que recuperar, además, a Chile de la pandemia. Pero tenemos ganas de ir a más países, seguro que sí”, asegura.
Otra de las convicciones de Bascuñán es que su apuesta por Brasil y por Vitamina en general, es de “larguísimo plazo”. “Esto para mí es mi vida”, dice y agrega: “No estamos armando esto en Brasil para empaquetarlo y después salir. Si llevamos 15 años en Chile vamos por 15 años o más en Brasil. Y esa es también la vocación de mis socios. Son inversionistas de largo plazo y nosotros no somos su fondo, somos una organización de educación inicial que lo que está tratando de hacer es extrapolar nuestra experiencia que es bien única, la verdad, a un país más grande, con todos los desafíos que tiene”, explica.
Bascuñán dice que si bien mira con entusiasmo lo que está ocurriendo con los nuevos unicornios chilenos, no está entre sus metas transformarse en uno de ellos. “No tenemos un norte necesariamente orientado a eso, estamos en un sector que es completamente distinto. La educación inicial en el mundo entero tiene muy baja cobertura, en promedio del 20% al 25% de cobertura y en calidad hay muchas oportunidades de mejora. No somos una compañía como cualquier otra y esa no es nuestra variable de medición, pero sí somos una empresa con un gran alcance”, explica.
Quienes conocen a Bascuñán saben que piensa en grande. De hecho, cuando creó Vitamina en 2006, su modelo a seguir fue la cadena estadounidense Bright Horizons, una red de salas cuna especializadas en el cuidado de empleados de empresas y organismos de gobierno que hoy opera más de 1.000 centros en el mundo y que cotiza en el Nasdaq.
Hoy Vitamina está en el lugar 15 entre las redes de educación inicial en el mundo. Y tras la expansión que lleva a cabo actualmente, bien podría llegar a situarse entre los diez grandes mundiales de este negocio.