Estuvo en Chile la semana pasada y le sacó provecho a su visita. Gabriela Ramos, segunda en el liderazgo de la Ocde, se reunió con el ministro de Hacienda, Ignacio Briones; la vocera, Karla Rubilar; el canciller, Teodoro Ribera; el ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno y el presidente del Banco Central, Mario Marcel, entre otros. Esas conversaciones las complementó con diálogos junto a amigos parlamentarios y exautoridades, notando un compromiso generalizado sobre los desafíos que enfrenta Chile.

¿Cómo ve el proceso constitucional en medio de la continua protesta social que vive Chile y que podría intensificarse en marzo?

-En la medida que se pueda definir el marco de las negociaciones, de una manera en que la población sienta que sus puntos de vista están siendo tomados en cuenta, podremos ver que la canalización de las diferencias se haga de una manera democrática y organizada. Nadie tiene una bola de cristal para saber qué sucederá y no quiero soslayar el que se trate de un reto muy importante. Es evidente que es un proceso complicado, con muchas vertientes, muchos elementos difíciles de manejar, pero tengo confianza en que la discusión constitucional pueda ser ejemplar para dar salida institucional a las demandas sentidas por la sociedad chilena.

¿Cómo ven las reformas de pensiones y tributaria que se adaptaron ante la crisis?

-Es una forma de dar respuesta inmediata a algunas de las demandas más sentidas, como las insuficientes pensiones o la progresividad de la reforma fiscal. Así como el gasto dedicado para apoyar a las pequeñas y medianas empresas y crear empleos, son muy importantes, van en la buena dirección y son decisivos para este momento. Pero también es importante a mediano y largo plazo.

¿Cuál es la visión de la Ocde sobre esta discusión impulsada por el estallido social de octubre?

-Chile no escapa a la demanda global de la ciudadanía contra las desigualdades. En la Ocde hemos documentado un incremento de las desigualdades de ingreso y sobre todo, de oportunidades. Hay una falta de movilidad social y una presión sobre las clases medias para poder mantener su estatus de vida. Chile es una expresión muy similar a lo que se está viendo en Francia y en muchos países de América Latina y de Europa. Durante muchos años Chile ha tenido crecimiento y estabilidad, por lo que ahora tiene que ir mucho más allá y revisar los impactos distributivos y de sustentabilidad de las políticas económicas. Lo que ha pasado es una expresión que simplemente nos confirmó una realidad que ya sabemos: el modelo de crecimiento que hemos seguido, aún cuando tenga buenos resultados en materia de creación de riqueza y en muchos de los indicadores claves, no ha sido beneficiado a todos de igual manera. Por el contrario, un grupo de ingresos altos ha podido capturado gran parte de los beneficios de este crecimiento. Esa es la realidad que se constata y hay una oportunidad y yo he visto buena disposición en las acciones que ha tomado el Presidente, los ministros y en particular el ministro (de Hacienda, Ignacio) Briones, que ha sido bastante abierto a reconocer los límites del modelo.

¿Cuáles son puntualmente esos límites?

-Justamente que la distribución de los beneficios del crecimiento no ha sido compartida de igual forma. Vemos que hay un grupo de la población que tiene sus ingresos estancados, como pasa en muchos de los países de la Ocde, sobre todo la clase media, que es precisamente uno de los grandes logros de Chile al abarcar a un 60% de su población. Lo fundamental de la discusión es que la distribución de los beneficios ha sido muy desigual, entonces a los grupos de ingresos medios y bajos les es mucho más difícil acceder a servicios de calidad en salud, educación y transporte, junto con lo cual tienen disparidades regionales que son importantes. Entonces, aquí la cuestión es cómo hacemos para que la política económica, que promueve la productividad y dinamismo económico, ofrezca espacio para favorecer a los grupos que tienen una percepción, que se confirma con los datos, de haber sido dejados atrás. Ese es el límite.

¿Cómo se aborda ese límite?

-El reto es no caer en los extremos, hay que rescatar lo que ha funcionado bien, que son muchas cosas en Chile, a la vez que se abordan los problemas de manera seria. Hay que mirar cuáles son esos factores que explican esa desigualdad y asegurar que la educación nuevamente vuelva hacer un elevador social. En Chile y en muchos países de la Ocde, aunque hemos tenido un incremento muy grande de la escolaridad, lo que está sucediendo es queaunque vayas a la escuela, usualmente si tus papás son de clase media baja o si tienen ocupaciones de bajo nivel, tú también te vas a ubicar ahí.

Señalaba que no había que caer en extremos y rescatar lo que se ha hecho bien en Chile. ¿A qué apunta?

-Confiar a la política de competencia, por ejemplo. Tener mercados bien regulados y una apertura comercial son elementos muy importantes en la construcción de la base económica de Chile y que al final del día han dado buenos resultados en términos de progreso económico. Pero las economías abiertas de mercados tienen que tener mecanismos de redistribución muy importantes y eso es lo que va ha faltado. Sin querer menospreciar los logros, como la disminución de la pobreza, la estabilidad macroeconómica, el crecimiento muy positivo durante muchos años, el tema es cómo preservar algunas de estas características, asegurándonos que eso no sea el objetivo último. Tanto en México como en Chile parecería ser que la apertura de mercado se convierte en el objetivo último, pero el objetivo último es que mejore el bienestar de los ciudadanos.