Una de las primeras cosas que hizo José Rafael Campino cuando salió de la universidad, fue ir a surfear. Pero no en playas chilenas. Su pasión por este deporte lo llevó a tomar un avión al archipiélago de Mentawai, frente a Sumatra (Indonesia), atraído por los relatos de su amigo y compañero en la Universidad Católica, Pier Paolo Colonnello.

Una vez allá, se les ocurrió la idea de hacer un documental sobre el mundo del surf en ese lugar. Hablaron con canales de televisión en Chile, quienes -según Campino- “les dieron mucho feedback”, pero no se entusiasmaron mucho en el proyecto. Sin embargo, ambos chilenos contrataron un camarógrafo y se fueron a surfear con un grupo de tribus locales.

Hasta ahora esta historia no tiene nada que ver con su startup de inteligencia artificial para mejorar la seguridad vial. Pero Campino insiste que es clave para entender lo que viene.

“Durante la filmación casi me muero”, indica, y sigue: “Me enfermé y tuvieron que trasladarme en bote por 12 horas con 40 grados de fiebre por el océano Índico. Llegamos a Sumatra y no había doctores que me atendieran. El seguro médico tuvo que mandar un jet para trasladarme a Singapur. Fue fuertísimo. Me marcó mucho”.

Claramente, la trama principal del documental fue esa experiencia. “Cuando volví a Chile decidí que no quería seguir el típico camino del ingeniero comercial de ‘la Cato’ que hace un MBA y trabaja en una gran empresa. Necesitaba hacer algo que realmente impactara positivamente, pero aún no lo encontraba”, relata.

Lo buscó en algunas fundaciones e incluso le ofrecieron trabajos en esa línea, pero no cuajaba. En 2012 y a menos de un año de su viaje entró a trabajar a Endurance, un fondo de inversión enfocado a venture capital y private equity. En poco tiempo llegó a ser el número tres de la organización. Un día se puso a ver el documental y las piezas del puzle calzaron: “¿Y si hacemos un proyecto que ocupe tecnología para ayudar a la minería a reducir sus accidentes viales? ¡Es como salvar vidas!”, le comentó a Colonello.

Renunció a su trabajo y en 2013 crearon Guass Control, una empresa que utiliza la Inteligencia Artificial, generando métricas y modelos predictivos para mitigar riesgos. Todo esto, sacando y procesando datos de múltiples fuentes y dispositivos. “En ese tiempo, dos tercios de los accidentes laborales eran viales. O sea, si realmente quieres salvar vidas en el trabajo, había que empezar por ahí. Vimos experiencias en otros países y encontramos que habían muchos papers al respecto y empresas aplicando modelos matemáticos con la data que existen en los vehículos”, cuenta.

Acto seguido, se juntaron con Luis Riffi, un profesor de ingeniería de la UC, con quien durante 2013 y 2015 hicieron un proyecto de investigación en base a los accidentes de varios clientes, quienes les entregaron sus datos. Captaron ciertos patrones que se repetían antes de que ocurriera un accidente grave. Paralelamente, también se asociaron con Circadian, una empresa norteamericana especialista en evaluar la fatiga humana. “Sabíamos que este factor era una de las principales causas de accidentes viales, así que desarrollamos un modelo predictivo de fatiga y lo empaquetamos en un software. Ya teníamos nuestro Producto Mínimo Viable (MVP por sus siglas en inglés)”.

Con esto en mano se ganaron varios fondos de Corfo, pero no llovían los clientes. “La idea parecía muy loca. Incluso, un actual cliente me echó de su oficina porque simplemente no me creía. Un cabro de menos de 30 años no iba a enseñarle a una industria tradicional cómo hacer seguridad vial, que es algo muy complejo”, señala el CEO de Gauss Control.

Mientras seguían moviéndose con ventas y con los fondos estatales, el 2017 lograron su primer levantamiento de capital ángel (US$ 400 mil), liderado por Fernando Valle, dueño de la empresa Loginsa y expresidente de la Asociación Logística de Chile (Alog), quien se dio cuenta de que había mucho futuro en esta startup. Fue cliente e inversionista al mismo tiempo. “Desde ahí crecimos 10 veces en dos años y logramos el break even. Fue una explosión. Ya teníamos el producto, sólo necesitábamos la plata para salir a venderlo”, indica Campino.

Incluso, reconoce que justo en ese momento consiguieron demostrar con un caso de éxito que podrían reducir en un 40% los accidentes viales, lo que ayudó también en la estrategia comercial.

El modelo de negocio de Gauss Control se basa en un software como servicio (SaaS), donde los clientes compran una licencia por cada usuario. O sea, por cada operador de maquinaria o conductor de un vehículo. “Por lo general, los clientes parten con un piloto de unos 100 usuarios, para ir creciendo. Hoy tenemos casi 18 mil operadores. Antes de levantar el capital el 2017, eran solo 20”, dice Campino.

Actualmente, el 80% de sus clientes son de la industria minera y de Oil & Gas, o bien, proveedores de esos sectores. Aparte de Chile, tienen operaciones en Colombia y Perú. El año pasado y en plena pandemia, levantaron una segunda ronda de inversión por US$ 1,5 millones a través de Invexor Venture Capital, con el objetivo de crecer más durante este y el próximo año. De hecho, proyectan facturar más de US$ 2,5 millones.

El año pasado la revista MIT Technology Review reconoció a Campino como uno de los 35 innovadores menores 35 años en Latinoamérica, clasificando a Gauss Control como una de las empresas que “podrían estar a punto de cambiar el mundo”.

Por otro lado, hace unos meses lanzaron Cognus, un nuevo dispositivo que mide las capacidades cognitivas y físicas previo al inicio de la jornada laboral de los trabajadores. “Más que una empresa de seguridad vial, nos preocupa el desempeño de la salud y bienestar de los trabajadores. Siempre, con modelos predictivos”, insiste el fundador de esta startup.