Nadie esperaba algo distinto, pero aun así los datos y proyecciones del Informe Especial sobre el Calentamiento Global 1,5°C, inquietaron a todos, porque muestran cada vez más certeramente las consecuencias de lo que el ser humano le está haciendo, conscientemente, al planeta.

Lo primero que destaca de este documento, encargado por los gobiernos tras la Conferencia de Cambio Climático de la ONU en París (COP21) en 2015, es que cada grado cuenta, y que existe una diferencia catastrófica entre limitar el calentamiento a 1,5°C y dejar que llegue a 2°C, o más.

Por ejemplo, el aumento del nivel del mar al 2100, sería 10 cm superior si llegamos a 2°C; la probabilidad de que el océano Ártico se quede sin hielo en verano sería de solo una vez por siglo con 1,5° C, en lugar de al menos una vez por decenio; los arrecifes de coral disminuirían entre 70% y 90% con un calentamiento global de 1,5°C, mientras que prácticamente todos ellos desaparecerían con uno de 2°C; 350 millones de residentes en ciudades, en lugar de 410 millones, estarían expuestos a sequías en 2100; y solo el 9% de la población mundial sería vulnerable a olas de calor extremas al menos una vez cada 20 años, en lugar del 28%.

Para mantener el calor a raya necesitamos una transición "rápida y de gran alcance" en términos energéticos, de la industria, los edificios, el transporte y las ciudades. Esto, dado que será necesario que las emisiones netas globales de dióxido de carbono (CO2) de origen humano bajen en 2030 alrededor de 45% respecto de los niveles de 2010, y sigan cayendo hasta alcanzar el "cero neto" aproximadamente en 2050. Esto puede parecer oneroso, pero será una fracción de lo que tendremos que pagar a futuro, porque no tomar las medidas hoy aumentará los costos de forma significativa, considerando que los devastadores impactos climáticos debilitarán la economía global.

Sabemos que las promesas actuales de los países en el Acuerdo de París para reducir las emisiones no son suficientes si se quiere limitar el calentamiento global a 1,5°C, dado que aún falta hacerse cargo del 50% de reducción que quedó en tierra de nadie. Por lo tanto, el llamado es a que los gobiernos aumenten la ambición de sus propios compromisos climáticos nacionales para 2020.

En esta línea, son clave las conversaciones que estamos teniendo en la mesa de descarbonización, oportunamente convocada por el Ministerio de Energía, donde como WWF esperamos que se llegue a un plan para el cierre del parque termoeléctrico a carbón al 2030. A esto se suman otros aspectos clave, como la movilidad baja en emisiones y la restauración de bosques y suelos.

Es evidente que no será un camino sencillo, pero tenemos muchos ejemplos de cambios que en un principio se veían inabordables, pero que la realidad nos ha mostrado que no eran tan terribles.

Por ejemplo, lo que ha ocurrido con la experiencia de erradicar las bolsas plásticas del comercio, o con el porcentaje de energías renovables proyectado dentro de la matriz, que luego de múltiples discusiones en 2015, en el marco de la Hoja de Ruta energética, se situó en un 70% al 2050, pero hoy se estima podría llegar al 100%, tal como WWF lo ha venido defendiendo.

Las leyes de la física y la química aún nos dan esperanzas, pero solo será posible concretarlas con una decidida voluntad política y, hay que decirlo, también con bastante audacia, que esperamos esté presente en las próximas decisiones de las autoridades de nuestro país.