“Durante el primer semestre se dio por terminada la obra. El personal de Endesa completó su traslado en el mes de mayo”. La memoria institucional de 1969 de la entonces Empresa Nacional de Electricidad S.A resumía así el fin de un proceso que había comenzado años antes. En septiembre de 1968 había partido el traslado de los empleados al nuevo edificio de la empresa estatal que entonces presidía Raúl Sáez, vicepresidente ejecutivo de Corfo en tiempos de Eduardo Frei Montalva.

Los 19 pisos de la torre de Santa Rosa 76, ya no albergarán al grupo eléctrico, la ex Endesa hoy llamada Enel. En el primer semestre de 2024, el grupo Enel trasladará sus oficinas centrales a la torre 2 del complejo Mercado Urbano Tobalaba, en la comuna de Las Condes, de Territoria. Enel también, en la misma operación vendió Santa Rosa 76 a Territoria, grupo que conservará el edificio, pero desarrrollará un nuevo proyecto que incluye viviendas y comercio.

Según consigna el libro “Endesa 50 años” -de 1995, basado en una investigación de historiadores de la Universidad Católica−, el traslado al edificio institucional fue un paso a la modernidad y reunió al personal disperso en al menos 10 inmuebles. Desde entonces, varias generaciones de empleados han visto pasar a través de sus ventanales la historia política, social y económica del país, además de experimentar los cambios de mano desde un dueño estatal, Corfo, a privados en los 80; la toma del control por parte del grupo Enersis, a fines de los 90, que la internacionalizón hasta terminar en un turbulento traspaso a Endesa España, la que más tarde fue adquirida por la italiana Enel. Hoy todos los negocios en Chile llevan el prefijo Enel.

Un administrador público que llegó a la empresa a comienzos de los 60 y lleva unos 15 años retirado recuerda varios episodios. Por ejemplo, que en Santa Rosa desembocaban las marchas de obreros a comienzos de los años 70; que desde el último piso fue testigo del bombardeo a La Moneda; o como se tapiaban los primeros pisos cuando llegaban los ecologistas a protestar por la construcción de las últimas hidroeléctricas, en la primera mitad de los 2000. Funcionarios actuales dan cuenta de lo complejo que han sido las protestas de los últimos años: la noche del 18 de octubre de 2019 sus escaleras de emergencia quedaron envueltas en llamas y el incendio de Enel fue icónico esa noche. A ello se han sumado el aumento de la delincuencia y el comercio ambulante. “Nunca fue un buen sector. Pero hasta el siglo pasado se podía andar con tranquilidad”, comenta un antiguo exempleado.

El expresidente de Endesa, José Antonio Guzmán, quien dirigió la empresa entre el caso Chispas y la llegada de los españoles, no olvida una tormentosa conferencia de prensa en Santa Rosa, con ocasión de la sequía de 1998: “Se acusaba injustamente a Endesa de haberse gastado el agua de las centrales para generar y no prever la sequía. El problema se resolvió con la traída de centrales diésel y no hubo racionamiento”. Guzmán agrega que también fue muy interesante la disputa de Opas para quedarse con la compañía en 1999, que subieron el precio de las acciones favoreciendo a los fondos de pensiones y que ganó finalmente Endesa España.

Una obra imponente

Endesa fue creada por Corfo en julio de 1943 como sociedad anónima. En la segunda mitad de los 50 ya no solo era una constructora de centrales hidroeléctricas: también las explotaba, instalaba líneas de transmisión y había entrado al negocio de la distribución al absorber numerosas concesiones locales.

Endesa fue creciendo en línea con las exigencias que le imponía el plan de electrificación: se crearon gerencias, departamentos, secciones y se creó una cultura institucional de “gran familia” para mantener “la cohesión humana que requiere una empresa cuyo personal está distribuido a lo largo de casi todo el país”, como dice la Memoria de 1957. Una exfuncionaria relata que eran usuales los matrimonios entre colegas y que trabajaran padres e hijos. Y aunque los sueldos no eran tan altos como en Codelco, tenían muchos beneficios, como la inamovilidad de funcionarios públicos. O planes habitacionales. Hasta 1968, por ejemplo, se habían construido 2.091 casas para empleados de Endesa. El 32% tiene casa propia, destacada la firma en su memoria de ese año.

En 1961 ya se había tomado la decisión de construir el edificio. Según un empleado de la época, que hoy ronda los 80 años, Corfo y Endesa barajaron dos paños: el que ocupa Cepal en Vitacura y el solar de Santa Rosa. Optaron por el segundo por su accesibilidad, cree.

El hombre clave del proyecto fue Luis Larraguibel, arquitecto jefe de Endesa, quien dijo que necesitaba asesoría profesional, ya que su departamento era muy pequeño. El directorio lo autorizó a crear un equipo ad hoc, integrado por Gastón Etcheverry, Jorge Aguirre y Emilio Duhart.

Los ventanales iban a ser de cristales italianos que refractarían la luz y el calor del sol, por lo que no se necesitarían cortinas ni persianas, pero los recursos se agotaron antes de tiempo.

Gastón Etcheverry -exdecano de la Facultad Arquitectura de la Universidad de Chile− contó en una entrevista que circula en internet que empezaron a proyectar la obra hacia 1958 y que Endesa buscó por años el terreno. “La condición era que debía ser grande y estar cerca de la Alameda” recordaba. “Tenían muy metido en la cabeza que se trataba de un edificio institucional (…). Y que debíamos hacerles un proyecto que fuera ‘la papa’, que no hubiera ninguna cosa mejor en el mundo”, decía Etcheverry.

Las obras se desarrollaron principalmente durante el gobierno de Jorge Alessandri y se detuvieron algunos años por razones económicas. Según Etcheverry, quien falleció en 2016, fue el primer edificio de Santiago con hormigón a la vista, con arena que provenía del estero Marga-Marga. “Desde Viña del Mar traían la arena porque el gerente general de Endesa, (Renato) Salazar tenía ideas preconcebidas que trataba de imponer a toda costa. La primera fue el hormigón a la vista y la segunda, que tuviera un color rubio. Salazar, por lo tanto, le dio al edificio cierta personalidad que se ha mantenido a pesar de los años; no es un edificio cualquiera”.

Como tendría estructura a la vista, era clave quién haría los moldajes de hormigón. Endesa contaba tenía un equipo de carpinteros que trabajaba en las cascadas por las que baja el agua de las centrales hidroeléctricas y a Desco, la firma que se ganó la construcción, le impusieron estos carpinteros.

Etcheverry enfatizó que Endesa era un cliente muy particular: “No podíamos pasar gato por liebre (…) El ingeniero parte de la base de que sabe dos veces más de construcción que el arquitecto. Entonces, este encargo lo tuvimos que agarrar poco menos que con pinzas”. Y prosegía: “Nunca agarramos un lápiz; revisábamos y dábamos ideas para que otros las desarrollaran. Así es que el edificio es muy impersonal. Tiene más impresa la mano o pensamiento de los ingenieros de Endesa que de nosotros. Lo que quería Endesa era hacer la maravilla del mundo”, contaba.

Uno de los dilemas fue definir si la estructura se extendería horizontal o verticalmente. Jorge Aguirre era partidario de hacer un inmueble de cuatro a seis pisos, extenso, porque consideraba que para el funcionamiento burocrático era preferible andar a pie que usar ascensores. Emilio Duhart pensaba que un edificio institucional tenía que sobresalir. Consensuaron, así, que tuviera “una altura considerable”.

El edificio tiene 19 pisos (los dos pisos superiores son para instalaciones mecánicas, ascensores y sala de radiocomunicaciones) dos subterráneos y un total de 34.022 metros cuadrados construidos que incluían 2.100 metros cuadrados para estacionamientos. Contó con dos baterías de cuatro ascensores cada una y una capacidad de 16 pasajeros a una velocidad de 3m/seg, más un montacargas para 1.500 kg, aire acondicionado y una planta telefónica con 120 líneas y 600 anexos.

El costo de la construcción más instalaciones eléctricas, ascensores, aire acondicionado y eyectores de alcantarillado, alcanzó a 42 millones de escudos (unos E°1.200/m2), dijo Larraguibel en un foro de la revista Auca sobre el proyecto.

Para el casino, ubicado en el segundo piso, un reportaje de Auca de la Universidad de Chile, detalla que se planificó la funcionalidad con cálculos de superficies y movimientos de materiales y personas, insumos y comida elaborada, vajilla y disposición de desperdicios. En el primer subterráneo se ubicaron las bodegas de alimentos junto con las cámaras frigoríficas.

El interior eran plantas libres, ya que los arquitectos pensaron que como Endesa tenía alta movilidad de personal debía soportar modificaciones permanentes. Una fábrica de muebles implementó el sistema de paneles desatornillables.

El diseño del mobiliario lo hizo la oficina de decoración de Carlos Garretón, pero el alhajamiento tuvo demoras; partió por el piso 17, destinado al directorio y la gerencia general, informática y la biblioteca, y las dependencias del resto se habilitaron inicialmente con muebles de las anteriores oficinas, por lo que en algunos pisos había gran heterogeneidad. Las directrices consideraban las restricciones económicas que significaba abordar en forma masiva el equipamiento; la funcionalidad, para aprovechar al máximo las superficies y que permitieran realizar un trabajo eficiente; y la importancia estética, dada su transparencia desde el exterior, lo que exigía un mobiliario armónico con su arquitectura.

Las restricciones económicas habrían hecho bajar algunos estándares. “La idea original era muy faraónica. Por ejemplo, los ventanales iban a ser de cristales italianos que refractarían la luz y el calor del sol, por lo que no se necesitarían cortinas ni persianas. Pero como el presupuesto se agotó, tuvieron que poner vidrios comunes y en unos pisos instalaron cortinas muy baratas, en otros, un poco mejores, y otros no tenían y poníamos estantes para protegernos del sol”, dice un jubilado funcionario de Relaciones Públicas que resalta que quienes trabajaban en la torre de Endesa se hinchaban de orgullo al contarlo, pues era como hablar de las Torres Gemelas.

Cambio de barrio

Ya en septiembre de 2015 la italiana Enel estaba incómoda con el espacio y proyectaba construir una segunda torre de 10 pisos y seis subterráneos, aledaña al edificio corporativo, para trasladar ahí a empleados desde otras dependencias. El terreno de Santa Rosa 76 mide 9.500 metros cuadrados.

Entonces la aún llamada Endesa Chile -hoy Enel Generación Chile- ingresó al Servicio de Evaluación Ambiental el proyecto “Oficinas Complementarias Complejo Santa Rosa”. Incluía la construcción de un auditorio para 450 personas y 193 estacionamientos. Pero no se supo más.

“Esta es una obra muy respetada y querida por el Colegio de Arquitectos y por todos. Por eso nos preocupamos de que en la venta del edificio hubiera un compromiso de que no se demuele. Tiene un terreno en el cual cabe otra torre. Pero para nosotros, lamentablemente el estado del sector nos hacía complejo permanecer ahí y tuvimos que tomar esta decisión dolorosa de abandonar Santiago. Llevábamos cinco o seis años dándole vueltas al tema y se buscaron soluciones, todas fuera de la comuna de Santiago, y se presentó esta. Logramos un buen acuerdo”, explica Herman Chadwick, presidente de Enel Chile.

Territoria, por su parte, pretende crear un espacio mixto que “incluye la remodelación del lugar, espacios de oficinas, comercio, plazas y jardines, que hoy está en desarrollo”, afirmó Ignacio Salazar, gerente general de Territoria, al comunicar la transacción con Enel. El plan incluye también edificios de viviendas, agregó luego a DF Mas.

Lo claro es que el edificio de hormigón a la vista de Santa Rosa 76 seguirá en pie.