Ignacio Briones asumió el Ministerio de Hacienda en uno de los momentos más complejos que tuvo que enfrentar la segunda administración del Presidente Sebastián Piñera. Llegó justo cuando estaba en curso el estallido social. El lunes 28 de octubre de 2019 arribó a La Moneda para el cambio de gabinete y reemplazó a Felipe Larraín.
Su nombre fue una sorpresa, incluso hasta para el mismo Briones. “Recuerdo perfecto que durante el fin de semana del 26-27 de octubre se escuchaba que se haría un cambio de gabinete. Todo el mundo lo sabía. Ese lunes 28 yo estaba en el directorio del Centro de Estudios Horizontal. Cerca de las 10 de la mañana me llama Gonzalo Blumel, quien en ese entonces era ministro de la Secretaría General de la Presidencia, y me dice que el Presidente quiere hablar conmigo”, rememora ese momento el ahora académico de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Y el diálogo siguió: “‘¿Cómo está Ignacio’, me dijo el Presidente y luego me preguntó: ‘¿Usted sabe por qué lo estoy llamando? Porque quiero que se integre a mi equipo de colaboradores al gabinete’”, a lo que Briones respondió: “Cuente conmigo Presidente, de todas maneras”. Pero el asombro mayor vino unos minutos después, cuando el Mandatario le reveló que lo necesitaba para el puesto de ministro de Hacienda: “Fue una sorpresa”, admite.
Recuerda con gratitud y emoción el haber compartido momentos de trabajo en conjunto. “A mí siempre me preguntan si era muy difícil trabajar con el Presidente Piñera. Hay mucha historia detrás, de que era el ministro de Hacienda en las sombras porque sabía mucho de economía, pero para mí fue un agrado. Lo pasé francamente bien, aprendí muchísimo de él y desde el día 1 marcamos la cancha. Me dio siempre mucha autonomía”, sostiene Briones.
La institucionalidad en esos momentos estaba en cuestión, frente a lo cual había que actuar rápido con medidas oportunas: “Me sentía con la libertad para decirle todo lo que quisiera, de manera muy, muy directa. Fue un período de respeto recíproco que fue creciendo, de mucha lealtad. Fueron tiempos extremadamente difíciles”, rememora el exsecretario de Estado. Recuerda también que las conversaciones eran a diario, varias veces al día y a todas horas, incluida a las 6 de la mañana.
¿Cómo recuerda ese momento del estallido social, que ha sido uno de los episodios más complejos del país en décadas?
-El Presidente siempre estuvo entero. La resiliencia que tenía era una cuestión impresionante. Nunca he visto una persona con tanto aguante y con la capacidad de mantener distancia, incluso en los momentos más difíciles, para tomar las decisiones con la mayor objetividad y frialdad posible. Pero sí lo vi en momentos difíciles, en momentos de cierta soledad, de cierto sentimiento de deslealtad, cuando las propias fuerzas no te apoyan.
¿Hubo deslealtad en esos momentos?
-En el estallido social, escuché muchas veces el argumento de que el Presidente Piñera había entregado la Constitución y que eso era un acto de cobardía. Tuve más de un encontrón en comidas con personas de derecha que manifestaban aquello. Mi argumento era que con espejo retrovisor todo es fácil y esta es la mayor muestra de coraje -no de cobardía-, de templanza, de prudencia, que es lo que hace un buen gobernante. Es muy fácil criticar a los gobernantes cuando pasamos las dos peores crisis que ha tenido Chile en los últimos años. Desde la izquierda, hubo una crítica francamente miserable en muchas ocasiones.
¿Pero las críticas del propio sector era lo que más lo afectaba?
-También hubo voces muy críticas desde el sector. Esa incomprensión generaba una cierta pena en el Presidente y quienes estuvimos cerca de él, en el comité político, siempre tratamos de apoyarlo, porque la soledad del poder es dura. Pese a ello, siempre mantuvo la distancia, la calma y tomó las decisiones que fueron las correctas y que el tiempo le ha dado la razón. Tras su fallecimiento las personas valoran aún más lo que fue la gestión del Presidente Piñera y las decisiones que tomó.
¿Esos sectores que criticaban al Presidente Piñera por haber entregado la Constitución son de Chile Vamos o fuera de Chile Vamos?
-No, diría que hay un sector más de derecha... no partidista. No de Chile Vamos.
¿Republicanos?
-No, no quiero poner apellido. Pero hay sectores que dicen que entregó la Constitución, y eso lo hemos escuchado. Es un simplismo, en circunstancias que el Presidente tomó una decisión extremadamente corajuda, que fue optar por el camino institucional en lugar que el de las armas, que probablemente hubiera provocado una crisis que todavía nos estaríamos arrepintiendo. Esas decisiones las toman los grandes estadistas, que tienen la claridad necesaria. Eso lo representa como un gran demócrata y como una persona con mirada de Estado.
Otra de las crisis que tuvieron que enfrentar fue la pandemia…
-Lo que las personas valoran fue su manejo de la emergencia de la pandemia. Pese a toda la crítica injusta que tuvo durante el camino, Chile fue un ejemplo mundial en materia de vacunación y eso fue en parte por la vacunación y el acceso de manera masiva y anticipada respecto al resto de los países. Eso, sin el Presidente Piñera y su empuje en su decisión, no habría sido posible. Me acuerdo que, en abril de 2020, el Presidente ya decía que a fin de año iba a haber vacuna y, por lo tanto, había que prepararse para empezar a hacer los acuerdos, las negociaciones con los laboratorios. Él estaba convencido que a fin de año iba a haber vacuna. En ese entonces me acuerdo que, para bromearlo, le mandaba pantallazos de los precios de las acciones de los laboratorios, de Pfizer y otros, diciéndole que no mostraban ninguna variación y le decía: “Presidente, el mercado no está de acuerdo con usted”. Y él me respondía: “A veces el mercado se equivoca”. Esa es la intuición genial del Presidente Piñera.
También los retiros de los fondos de pensiones fueron momentos complejos para el gobierno, considerando, además, que se aprobaron con votos del mismo sector. ¿Cómo recuerda que lo vivió el Presidente?
-Fue muy doloroso en muchos ámbitos. En primer lugar, porque fue una derrota fuerte para el gobierno. En el primer retiro, nunca lo voy a olvidar, perdimos por dos votos, y con varios de Chile Vamos. Fue una pésima política pública, pero también lo fue el hecho de que tus propios parlamentarios le dijeran que no al Presidente y votaran por el populismo, porque eso desarma tu coalición. Eso hacía prever tiempos difíciles a nivel de la gobernabilidad y fue exactamente lo que ocurrió.
¿Cuál es su visión más general de Sebastián Piñera como líder de la centroderecha y gestor de políticas públicas?
-Hay muchos atributos que se han recordado en estos momentos de mucha pena, de mucho dolor para quienes trabajamos estrechamente con él. Es una figura muy relevante, particularmente para quienes nos gustan las políticas públicas. Parte de su legado tiene que ver con sus credenciales democráticas que han sido recordadas.
¿A qué se refiere con las credenciales democráticas?
-Le dio una credencial de legitimidad democrática muy profunda a la centroderecha, en momentos en que la izquierda tenía esta suerte de superioridad moral respecto al tema democrático. Sebastián Piñera fue un demócrata siempre. Eso tiene mucho valor. Es un legado importante. Buscó siempre el diálogo, los acuerdos, el centro, el reformismo sólido, bien hecho, serio, pero gradual, con un énfasis muy importante en lo económico, que es fundamental recuperar. El Presidente Piñera no por nada incomodó a ciertas personas en la derecha, porque era reformista. No se contentaba con la mantención del statu quo, quería hacer cambios y la prueba está en que hubo reformas sociales muy importantes en sus dos gobiernos. Todo eso va tejiendo una identidad, una centroderecha que la aleja de esa caricatura que algunos quieren pintar, que es simplemente economicista.
Desde su propio sector a veces se le criticaba por impulsar medidas sociales como la PGU. ¿En eso se refleja el reformismo?
-Tenía una genuina preocupación social que se plasmó en una serie de políticas públicas, la más reciente de ellas la PGU o el posnatal de 6 meses. El Presidente, por el rigor que tenía, por su formación, siempre tuvo mucha convicción de tomar decisiones basadas en evidencia, en los mejores diagnósticos, de no improvisar. Eso es un legado que hay que recuperar, incluyendo al propio Chile Vamos, a la propia centroderecha: nunca más dejarse encantar por cantos de sirenas de corto plazo, medidas populares, muchas veces populistas, por ejemplo, los retiros, sino que volver al rigor que el Presidente nos impulsó, nos mostró y que hasta su último día reivindicó.
¿Ese es uno de los principales legados que deja para la coalición?
-Hemos aprendido a golpes en este último tiempo, cuán importante es el crecimiento. Pero también las reformas sociales, como la PGU, el posnatal, el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género. Todas esas son reformas que fueron impulsadas por Sebastián Piñera. Encarna muy bien esta dualidad que, con su trágico fallecimiento, vale la pena institucionalizar. Debemos tener un énfasis económico muy potente, volver a crecer, remover los espíritus animales para que nuestro país vuelva a surgir, pero también ser muy ambiciosos en términos de reforma social, siempre con nuestras ideas, siempre con las ideas de la centroderecha. Eso implica un valor muy importante para la libertad, pero no una libertad meramente formal, sino que una libertad equivalente a una sociedad de acceso abierto a las oportunidades, a emparejar la cancha de las oportunidades, a combatir la desigualdad y, por supuesto, la libertad económica que está en el ADN de cualquier ideario de centroderecha. El gran legado del Presidente Piñera es de una centroderecha moderna, reformista y con vocación de mayoría.
¿Ve posible materializar ese legado de una gran coalición, dado como está el escenario político?
-Hay dos opciones. O se vuelve a tener una ambición de convocar mayoría, o se atrinchera y sigue siendo minoría. Claramente, la opción es la primera y eso es lo que nos ha enseñado el Presidente Piñera. El problema estructural que tiene Chile, así lo vimos nosotros en la comisión Marfán, incluso yo mismo lo venía diciendo hace mucho tiempo y lo hablábamos con el Presidente Piñera, es el de gobernabilidad, básicamente por la estructura y los incentivos del sistema político que tenemos hoy día, que no son proacuerdos, son ‘propatada y combo’. Una de las cosas importantes que debiéramos ser capaces como país para generar un primer acuerdo, aunque sea impopular porque parece distante a la ciudadanía, pero es condición habilitante de todo, es tomar la propuesta de los expertos y hacer un cambio del sistema político. Porque si no, la gobernabilidad va a seguir siendo esquiva, va a seguir frustrando.