El viernes pasado, las dos principales economías del mundo comenzaron la tan anunciada guerra comercial.
Estados Unidos partió aplicando aranceles de hasta 25% a una lista de 818 productos provenientes de China, por un total de US$ 34 mil millones. En las próximas semanas, se sumarían otros US$ 16 mil millones. Beijing ha dicho que no quiere un enfrentamiento, pero responderá a las acciones de Washington de manera proporcional, aplicando gravámenes a una lista de 545 productos de EEUU, incluyendo la soya y la carne de cerdo.
Esta semana el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a golpear la mesa, subiendo el tono del conflicto, y anunciando que aplicaría aranceles de 10% a importaciones chinas por US$200 mil millones. Estas últimas declaraciones le significaron críticas de su propio partido. Paul Ryan, vocero de la Cámara de Representantes y líder del Partido Republicano, señaló que "nos arriesgamos a que los productos estadounidenses queden excluidos de los nuevos mercados". Las declaraciones de Ryan ponen de manifiesto una situación real: en algún minuto las medidas proteccionistas de Trump terminarán golpeando a la propia economía norteamericana.
En ese contexto, países como Chile -con una economía pequeña y muy abierta al mundo-, pueden verse particularmente afectados. Por de pronto los efectos ya se han dejado ver en una caída del precio del cobre. En este escenario, Chile debe reaccionar en defensa del libre mercado, modelo que se instauró en nuestro país a mediados de los años 70 y que ha sido el cimiento del progreso económico y social, que le ha permitido reducir de manera importante la pobreza y acercarnos a niveles de ingresos per cápita de países desarrollados. Las bondades de este modelo no pueden olvidarse ni dejarse de lado, es necesario que desde los distintos ámbitos de la sociedad, académico y político, se levante la voz en defensa del libre comercio. Lo que está en juego es muy relevante.