La evidencia que recopiló la Cepal en el “Panorama Social de América Latina” muestra el impacto “desproporcionado” que la crisis económica, generada por la pandemia, ha tenido en las mujeres trabajadoras. La inclusión femenina en el mercado laboral retrocedió 12 años, en el marco de una reducción del empleo de 18,1% y una salida de la fuerza de trabajo de 15,4%.
Se trata de cifras que superan al impacto de 15,1% y de 11.8%, respectivamente en el caso de los hombres, para quienes además de “se observa una recuperación sostenida” que dista de la dinámica que se ha observado en el caso de las mujeres. De hecho, a septiembre de 2020 la tasa de participación de los hombres alcanzaba el 72,7% desde el mínimo de 61,1% de mayo, mientras que en el caso femenino, en el mismos periodo se avanzó a 40,2% desde el 35%.
“Estos resultados se relacionan con el hecho de que las mujeres se insertan en condiciones de mayor precariedad laboral y participan en mayor proporción en las ocupaciones informales (el 54,3% en comparación con el 52,3% de los hombres)”, precisan en el informe, donde además consignan que el 56,9% de las mujeres trabaja en sectores considerados de alto riesgo de ser afectados por la pandemia.
Se trata de servicio como en hotelería y restaurantes, así como también en el servicio doméstico. De hecho, con una caía de 46,3%, Chile fue uno de los países donde más disminuyó el empleo remunerado en hogares, aunque no está muy lejos de países como Colombia y Costa Rica, donde la baja también superó el 40%-
Dificultades adicionales
Por otra parte, el coronavirus visibilizó “la importancia de las tareas de cuidado para la sostenibilidad de la vida, así como su injusta distribución en detrimento de las mujeres, sobre quienes recaen mayoritariamente estas tareas, entre las que ahora se incluye también el esfuerzo por dar continuidad a los estudios de sus hijos”, consigna la Cepal, para la cual “la actual división sexual del trabajo y organización social del cuidado persisten como uno de los nudos estructurales de la desigualdad en la región”.
Según señalan en el reporte de más de 200 páginas, es posible prever que dichas inequidades se “agudicen en el contexto de la pandemia, atentando contra el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres y su autonomía”.
Pero de esta compleja fotografía no está únicamente ligada a la pandemia, de ahí las preocupaciones de cara a la recuperación económica y el futuro. El organismo indica que el envejecimiento de la población implica “un aumento de la demanda de cuidados y una disminución de la oferta. Esta escasez de posibles personas cuidadoras puede entrañar para las mujeres una sobrecarga de trabajo no remunerado”.
Después de todo, como sostiene la misma Cepal, son las mujeres quienes históricamente han sido responsabilizadas por los cuidados, tal como indica la proporción de horas del día que dedican a los quehaceres domésticos y los cuidados no remunerados.
“El modelo actual de organización social de los cuidados ya no es sostenible. Este se basa en las familias y se mantiene gracias al trabajo no remunerado de las mujeres, sin suficientes mecanismos estatales y de mercado para asumir la responsabilidad social del cuidado”, se lee en el reporte.
Por ello proponen que “las políticas públicas establezcan mecanismos que instituyan el derecho a cuidar y a ser cuidado”. De esa manera, se debe apunta a “consolidar la autonomía de las mujeres, la inclusión de la economía del cuidado en los planes de mitigación de la crisis y reactivación”, lo que a su vez tiene el potencial de contribuir a un mayor crecimiento de la economía en general.
Sesgo en la reactivación
Por otra parte el organismo de la ONU con foco en la región, destaca que “al no incorporarse una perspectiva de género en las acciones de respuesta (a la pandemia), se podrían profundizar las desigualdades de género”.
De hecho, los paquetes de estímulo destinados a mitigar los efectos de las crisis asociados a la generación y protección del empleo y la provisión de subsidios a los hogares más pobres y, en general, “no siempre tienen un efecto positivo en la autonomía de las mujeres”.
En el contexto de ese análisis, la Cepal identifica sesgos en las políticas desplegadas a nivel regional para la contención de los efectos económicos de la pandemia. La primera de ellas se refiere a los roles de género en relación con el mercado laboral, persistiendo el prejuicio de que el trabajo remunerado de las mujeres constituye un aporte secundario al ingreso familiar.
En función de aquello las ayudas estatales tienden a priorizar a los sectores masculinizados en las políticas de generación de empleo, como la minería, construcción o energía. Al mismo tiempo que se percibe una “ausencia de políticas que permitan una redistribución efectiva del trabajo de cuidado”.