Vivimos un momento único, una nueva revolución de la tecnología que está transformando todos los ámbitos de nuestra vida, la forma en la que trabajamos, nos comunicamos, compramos o aprendemos a un ritmo y escala que hace pocos años no podíamos imaginar, si bien es cierto que ésta no es la primera vez que las tecnologías de vanguardia y la innovación son el catalizador de cambios profundos en nuestra sociedad. Si echamos la vista atrás, vemos que las herramientas digitales que utilizamos ahora fueron en su día consideradas ciencia ficción. La Inteligencia Artificial (IA) es el próximo gran salto adelante en este viaje.
Es precisamente en este momento cuando confluyen tres factores que están acelerando la adopción de la Inteligencia Artificial en todo el mundo: la posibilidad de acceder a cantidades masivas de datos que permiten extraer información estratégica de negocio; la disponibilidad de potencia de proceso ilimitada gracias a las soluciones de "cloud computing"; y la existencia de algoritmos de "machine learning" y "deep learning" que transforman las aplicaciones en sistemas inteligentes capaces de "aprender" de forma autónoma.
Los computadores ya pueden "entender" una conversación hablada, incluso mejor de lo que lo haría una persona, ofreciendo traducción a múltiples idiomas en tiempo real. Agentes virtuales y "chatbots" se han convertido en interlocutores de los clientes que llaman a call centers, y son capaces de ofrecer de manera predictiva información precisa en cada situación. Y, por supuesto, la Inteligencia Artificial y el machine learning están detrás de las recomendaciones de compra que recibimos cada vez que realizamos una búsqueda en Internet. Estos son sólo algunos ejemplos de uso de la Inteligencia Artificial en nuestro día a día.
Cada empresa, cada proceso, cada producto y la forma de trabajar de cada empleado serán redefinidos en los próximos años mediante el uso de la Inteligencia Artificial. Lo cierto es que este tipo de tecnologías ya está presente en muchas de las aplicaciones, herramientas y dispositivos que utilizamos cada día en el ámbito personal y profesional. Soy muy optimista sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial, y creo firmemente que ayudará a que personas y máquinas trabajen juntos para encontrar soluciones a los principales desafíos a los que se enfrenta la humanidad. Sin embargo, la adopción de tecnologías de Inteligencia Artificial también presenta desafíos importantes. Las personas y las empresas no van a utilizar tecnología en la que no confíen. Las reticencias que puedan tener hacia la Inteligencia
Artificial irán desapareciendo, a medida que la vean, no como un sustituto de la inteligencia humana, sino como una herramienta a través de la cual potenciar la capacidad de las personas. Hablamos a diario de la transformación de las organizaciones, del replanteamiento de los modelos de trabajo tradicionales y de la implantación de nuevos esquemas de relación en las empresas. Es evidente que la tecnología es el catalizador de la transformación digital, pero son las personas las que la hacen posible.
Las habilidades para un mundo impulsado por la Inteligencia Artificial implican mucho más que ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. A medida que los computadores se comporten de una manera "más humana", las ciencias sociales y las humanidades serán también muy importantes. Disciplinas relacionadas con idiomas, arte, historia, ética, filosofía o psicología, pueden enseñar importantes aptitudes, que serán clave en el desarrollo y gestión de soluciones de Inteligencia Artificial. Somos las personas las que, además de aprovechar el enorme potencial que representa la Inteligencia Artificial, debemos crear un marco legal y ético para diseñarla y utilizarla de manera responsable.
Al mismo tiempo que las tecnologías de Inteligencia Artificial se hacen más sofisticadas y empiezan a jugar un papel relevante en la vida de las personas, se hace indispensable acordar un marco de este tipo, de forma que se puedan establecer las mejores prácticas en todas las disciplinas y sectores. Se trata de establecer criterios claros que guíen a las personas y organizaciones que desarrollan y aplican tecnologías de Inteligencia Artificial. Una vez que se hayan establecido, podremos examinar las nuevas normas y políticas reguladoras que deberán evolucionar en consecuencia. Debemos plantearnos si la tecnología se utilizará para amplificar las capacidades de los individuos y supondrá un impacto positivo en las personas y la sociedad, si esta tecnología será capaz de dar respuesta de manera efectiva a las tareas que nuestro proyecto o desarrollo tecnológico debería cubrir; y, por último, si será diseñada, operada y mantenida de manera ética.
A medida que este tipo de tecnología continúa evolucionando empresas, gobiernos, organismos públicos e instituciones educacionales deben trabajar para asegurar que los beneficios de la Inteligencia Artificial lleguen a todas las personas. En definitiva, debemos aspirar a que esta revolución de Inteligencia Artificial sea segura, transparente e inclusiva.