Jorge Desormeaux: "Estamos bien al límite de lo que se le puede exigir al gasto público"

Jorge Desormeaux
Foto : Andres Perez/ La Tercera

El presidente del Consejo Fiscal Autónomo reivindica la importancia de la expansión del PIB en la base del estallido social que enfrenta Chile. "El elemento común es que la economía perdió dinamismo", sostiene, lo que frustró las expectativas de la población.


"Cuando no hay crecimiento, la desigualdad empieza a doler". Ese es el diagnóstico del exvicepresidente del Banco Central (BC) y actual presidente del Consejo Fiscal Autónomo (CFA), Jorge Desormeaux, al evaluar las razones de la crisis social que afecta al país. A su juicio, luego de crecer 30 años a una tasa cercana al 5%, el deterioro de los últimos 6 años pasó la cuenta y hoy el país y todos sus actores están enfocados en hacer frente a las demandas, generando una fuerte presión sobre el gasto fiscal. Desde su rol en el CFA, reitera la máxima de que los gastos permanentes deben ser financiados con ingresos permanentes y aunque admite que puede haber un desvío de la regla fiscal por la actual coyuntura, señala que es crucial fijar un retorno creíble a ella en los años siguientes. Cuenta que la instancia que encabeza se puso a disposición del nuevo ministro de Hacienda, Ignacio Briones, quien les encargó "algunas tareas que hemos cumplido y le hemos enviado un par de cartas con nuestras conclusiones". Sin embargo, precisa que recién cuando esté aprobado el Presupuesto 2020 podrán hacer una evaluación acabada del impacto fiscal de corto y mediano plazo de la agenda social del Ejecutivo.

¿Cómo se explica esta crisis y la fuerza que ha tenido?

-Se han dado múltiples explicaciones. Está el tema de la desigualdad, se ha dicho que ha habido interferencia externa, pero la verdad es que coincido con analistas que plantean que cuando se incendia la pradera, lo importante no es quién la enciende, sino por qué el pasto está seco. Y estaba seco porque se fueron acumulando presiones. El elemento común es que la economía perdió dinamismo. Durante los últimos 30 años Chile creció a tasas levemente superiores al 5%, y entre 2014 y 2017 el crecimiento se redujo a 1,8%. Además, se agrega una migración gigantesca de más de 1 millón de personas.

¿La economía estaba débil para enfrentar ese shock?

-La economía tenía síntomas de bajo dinamismo y tuvo que acomodar 1 millón de empleos extranjeros, de gente dispuesta a trabajar por menores salarios. Eso perjudicó a los chilenos con menos capital humano, los más pobres. Muchas familias que hicieron el esfuerzo por educar a sus hijos, por llevarlos a la universidad, vieron que las oportunidades que ofreció la modernización capitalista -como la llama Carlos Peña- no llegaron. ¿Por qué reventó ahora? Básicamente por la acumulación de deterioro en su situación.

¿Hubo un desencanto de expectativas? Los "tiempos mejores" del Presidente Piñera tampoco llegaron.

-Por supuesto. Y mucha gente se endeudó a cuenta de los "tiempos mejores", y hoy está agobiada. Cuando no hay crecimiento, la desigualdad empieza a doler.

Entonces, si hubiésemos crecido más en los últimos 6 años, ¿no se habría dado una crisis así?

-Algunos elementos habrían estado, como el malestar por el nivel de las pensiones, pero de haber habido una crisis, habría tenido una mucho menor intensidad.

¿Y cuánto incide el factor de la desigualdad? The Economist acaba de señalar que el foco de las reformas de la administración Bachelet iban en la dirección correcta.

-La desigualdad ha sido parte de la historia de nuestro país, pero ha caído rápido en los últimos años. Chile tiene un coeficiente de Gini de 46,6 y partimos desde niveles de 57 en los 90. Entonces, no solo creció mucho la economía, sino que ese crecimiento trajo una mejora relativa para el 20% más pobre de chilenos de las más significativas vistas en el mundo, por lo que la desigualdad no puede ser el principal argumento. Coincido en que el diagnóstico de la administración Bachelet de dónde estaban las necesidades puede haber sido correcto, pero las soluciones no fueron buenas.

Hay gente que considera mejor crecer menos, pero más inclusivamente. ¿Lo comparte?

-Cuando se deja de lado el crecimiento económico, el avance en redistribución se estanca. Al final lo que se redistribuye son los ingresos que generan los agentes económicos. Si ellos no crecen, lo que queda para repartir es nada. Es el caso de Venezuela, donde el 95% de la población está bajo la línea de pobreza. ¿Está más cohesionada la gente allá? No, están desesperados. Pensar que cuando un país crece poco, pero la distribución es más igualitaria -son todos pobres-, la gente es más feliz, es una falacia.

¿Qué responsabilidad les cabe a los políticos y al empresariado en lo que está ocurriendo?

-Me preocupa la inercia que hubo en estos grupos en el pasado. Por ejemplo, cuando había evidencia clara de comportamientos anómalos de empresarios, estos no fueron enjuiciados públicamente como correspondía. El deterioro económico de los hogares molesta mucho más cuando se ve que otros juegan con otras reglas: que ha habido empresarios que se han coludido y que la clase política recurrió al financiamiento ilegal de la política y nadie termina sancionado. Además, en épocas como esta, de desafección con la política, los parlamentarios se sienten muy presionados a dar señales de que están con la calle y se traduce en un comportamiento con el cual es muy difícil gobernar el país.

¿Y la crítica que se le hace al modelo económico chileno? Sebastián Edwards dijo que "el experimento neoliberal está completamente muerto".

-Es una simplificación muy grande, todos los apellidos son imperfectos. En Chile tenemos una economía mixta con algunas características particulares, como el rol subsidiario del Estado, cuyo objetivo ha sido potenciar las posibilidades del sector privado y cuidar las finanzas públicas. Ese rol subsidiario será uno de los grandes temas del debate constitucional que viene. Creo que vamos hacia una socialdemocracia y probablemente no habrá piso para un Estado subsidiario en la nueva Constitución.

¿Le preocupa el debate constitucional?

-Por el esquema de 2/3, el gran peligro es que haya temas de gran importancia para el país donde un 1/3 se oponga, sin los cuales la economía chilena no va a ser la misma. Por ejemplo, la independencia del Banco Central, la iniciativa exclusiva del Ejecutivo en materia de gastos e impuestos y la protección del derecho de propiedad. Son el tipo de preocupaciones que tienen los agentes económicos y que mientras no se aclaren, no van a estar dispuestos a iniciar nuevas inversiones.

¿Cómo ve a la economía en lo que queda de 2019 y 2020?

-En octubre veremos una caída importante del Imacec y para este cuarto trimestre, dado que está en desarrollo, tengo un rango de -0,5% a 0,5%. Con eso 2019 cerrará con un PIB bajo 2%, en torno a 1,7%. Para 2020, en vez de tener la inversión aumentando entre 4% y 5%, con suerte se alcanzará el 0% y el crecimiento del PIB lo veo entre 1,8% y 2,3%, con mucha incertidumbre por el debate constitucional.

¿Persiste el riesgo de una recesión técnica?

-Es un peligro, pero para eso deberíamos tener un primer trimestre muy pobre también, ajustando por estacionalidad. Quiero pensar que el país, a raíz de los acuerdos que se han logrado, se va a ir tranquilizando gradualmente. El país necesita recuperar la normalidad, tanto en el trabajo como en la vida diaria, y eso debiera consolidarse en el primer trimestre.

¿Qué pasará con la política monetaria en este nuevo escenario?

-Es muy posible que no veamos nuevas bajas de tasas, porque hoy la presión sobre el tipo de cambio es una preocupación por el impacto que pueda tener sobre la estabilidad financiera. Estamos protegidos de las fluctuaciones cambiarias, porque muchas empresas tienen contabilidad en dólares, o si tienen contabilidad en pesos tienen descalces de moneda muy acotados. Pero, así y todo, grandes fluctuaciones del tipo de cambio producen daños y el BC, en ese sentido, ha hecho un manejo prudente.

¿Cree que podremos salir de esta crisis mejor de como entramos?

-Los países sabios logran hacerlo así: tienen una crisis, se produce un gran desahogo, se presta atención a los problemas que la gestaron, esos problemas se resuelven y tenemos un país más cohesionado después. Esa es mi expectativa.

¿Cómo ve al país en el mediano plazo?

-Creo que no vamos a volver a crecer al 4%. Vamos a tener tasas de crecimiento que, si las cosas van bien, van a estar más cerca de 3%. Con eso podremos recobrar dinamismo, sobre todo en la generación de empleos, y vamos a tener un país más consolidado y en paz. Así, la clave si no queremos tener otro reventón en un par de años más, es que Chile siga creciendo.

"Estamos muy cerca del límite de una política fiscal prudente"

¿Cómo lo ha hecho el ministro Ignacio Briones? ¿Son sostenibles los compromisos de gasto que está adquiriendo?

-Hoy probablemente no hay ningún empleo en el sector público menos apetecido que el de ministro de Hacienda. Él tomó esa responsabilidad con un entusiasmo y una entrega que para mí lo transforman en un héroe: es un hombre dispuesto a conversar, pero con conceptos muy claros. Sobre la responsabilidad fiscal, nuestra regla fiscal acepta -y eso lo dice la comisión Corbo- tener desviaciones y una cláusula de escape para enfrentar situaciones como la que estamos viviendo. Lo importante es definir después un camino de convergencia a niveles que sean compatibles con un endeudamiento sostenible, porque en la medida que nos salgamos de la regla, el riesgo es que la deuda empiece a crecer y no se estabilice en el tiempo.

¿Queda espacio para una política fiscal aún más agresiva, sin que se descarrile el gasto público?

-Depende de qué tipo de gastos. Si son puntuales, hay espacio. Pero si se trata de compromisos permanentes, estamos bien al límite de lo que se le puede exigir al gasto público. Si sigue habiendo presiones para comprometer gastos permanentes sin aportar nuevos ingresos permanentes, o reducir otros gastos, corremos el riesgo de argentinizar las finanzas públicas chilenas. Todos sabemos que eso al final se paga.

Hay quienes plantean que se pueden gastar más de los US$ 2.400 millones que se dispuso de los fondos soberanos, porque en la crisis subprime se usaron US$ 9.000 millones.

-El contexto es diferente. Buena parte de esos US$ 9.000 millones fueron destinados a gastos por una sola vez y teníamos una economía mundial que se desaceleró, pero ya en 2010 estaba creciendo, y por lo tanto el ambiente para que Chile gastara más era menos riesgoso. Hoy se debe tener cuidado con los fondos soberanos, porque son recursos líquidos que es preferible usarlos de forma muy prudente, y recurrir más al endeudamiento de ser necesario.

¿Cuánto espacio hay para que aumente la deuda pública? Hoy tenemos casi el 30% del PIB.

-La Ocde recomienda que los países emergentes, por el hecho de tener más volatilidad y ser más riesgosos, no superen el 40%, y los desarrollados el 60%, pero muchos han superado esos niveles. Nosotros estamos por debajo y tenemos espacio, pero somos un país con una dependencia muy alta de commodities, por lo que debemos tener mucho cuidado con no exagerar la nota.

¿Eso debiera entenderlo el mundo político y también la ciudadanía, por más legítimas que sean sus demandas?

-Absolutamente. Si se traspasan ciertos umbrales fiscales es pan para hoy, pero hambre para mañana. Esa es la triste realidad en muchos países emergentes que han querido resolver los problemas de desigualdad de una vez y sin prestarles atención a los técnicos, "porque no tienen corazón". Al final, el resultado termina siendo mucho peor que la enfermedad. Hoy, en Chile, estamos muy cerca del límite de una política fiscal prudente.

¿Esa es una de sus preocupaciones como presidente del Consejo Fiscal Autónomo?

-Una de nuestras preocupaciones como Consejo Fiscal Autónomo es la sostenibilidad de mediano plazo de la deuda. Este año vamos a escapar de la regla y hay razones atendibles para esa desviación: la economía va a crecer menos, la estimación de crecimiento del PIB potencial se ha corregido a la baja, y la agenda social va a comprometer mayores recursos. Lo crucial es que después de eso con el Ministerio de Hacienda concordemos una convergencia a niveles que sean compatibles con la sostenibilidad de mediano plazo.

¿Existe el peligro de que las clasificadoras de riesgo bajen la nota de Chile?

-Qué duda cabe. Vamos a deteriorar nuestras cuentas fiscales y una vuelta a una convergencia tiene que ser creíble, y hemos visto las dificultades para alcanzar algunos consensos.

Pero hay voces que señalan que eso no es importante ahora, que es de segundo orden.

-Pregúntenle a los argentinos cuán inocuo es perder el grado de inversión y tener un país donde nadie está dispuesto a prestarle plata, salvo a tasas de 60%. Ese costo lo van a pagar varias generaciones en Argentina. La fortaleza fiscal de Chile ha significado no solo una alta clasificación de riesgo, sino que también un endeudamiento a un nivel mucho más bajo y eso se traslada a todo el sector privado. Eso tiene un impacto favorable sobre la inversión, sobre el crecimiento económico y sobre el empleo. Al final del día, todos los chilenos nos beneficiamos de esa fortaleza fiscal.

En orden a allegar más recursos el ministro Briones ha dado dos señales para el mediano plazo: revisar las exenciones del sistema tributario y también la productividad del gasto público. ¿Son buenas señales?

-Efectivamente. Tenemos que tomar muy en serio a nuestra Comisión de Productividad para que revisemos no solo los nuevos gastos y las nuevas leyes y su impacto sobre productividad, sino también lo que ya se está gastando en los programas existentes, donde sabemos que hay muchos que tienen bajas evaluaciones. Es una oportunidad que no hay que dejar pasar.

¿Queda espacio para seguir aumentando la carga tributaria?

-Si el sistema tributario se aleja del óptimo, la economía va a crecer a una velocidad de crucero más baja, y a la larga tendremos menos recaudación. En ese sentido, habría preferido dejar la reintegración. Sobrelos impuestos patrimoniales, la mayor parte de esos patrimonios son recursos que se pueden mover a través de las fronteras y, además, generan un efecto negativo en los incentivos para ahorrar e invertir. Entonces, el entusiasmo por gravar a los que tienen más hay que conciliarlo con los intereses generales del país.

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