Álvaro de la Barra y Alejandro Yung se conocen desde el colegio. Entablaron una amistad entre la lluvia y el calor hogareño de las ciudades sureñas de La Unión y Río Bueno. Al dejar su vida escolar optaron por Santiago y se encontraron nuevamente en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica (UC), donde conocieron a su futuro tercer socio: Martín Cruz.
Cuando egresaron tomaron caminos relativamente diferentes. Alejandro Yung emprendió desde el primer día con una empresa de bebidas 100% naturales, algo exótico en 2013. Quebró al poco andar. Álvaro De la Barra se zambulló en el mundo de las finanzas corporativas y rápidamente ya estaba en RedSalud. A los 30 años era el gerente de finanzas de la ex Clínica Tabancura (hoy RedSalud Vitacura).
“Y yo, trabajé en una startup financiada por Corfo, relacionada a inteligencia artificial para la industria del cobre, pero que también quebró en 2016, cuando estaba de viaje por Australia”, cuenta Martín Cruz. Antes de tomar el vuelo a la tierra del surf, Cruz estaba compartiendo departamento con Yung, quien también trabajaba para esta startup relacionada a la industria cuprífera. Cuento corto: Cruz volvió de Oceanía con ganas de emprender y Yung, que estaba cesante, tenía capital para empezar a armar algo.
“Lo que se viene en el mundo es lo digital, Martín”, le decía su compañero de departamento. Ambos empezaron a madrugar haciendo cursos online sobre diferentes tecnologías. Justo escucharon de un fondo de Corfo para proyectos relacionados a SmartCities (ciudades inteligentes) y decidieron postular con un software llamado Sáltala, que permitía agilizar las filas de espera.
El piloto de esta startup lo hicieron en el Hospital Sótero del Río, lo que de alguna forma marcó su línea de negocios. Había muchas oportunidades en el área de la salud. Naturalmente, este software factory, como ellos mismos la denominan, desarrolló proyectos en dicha industria. Los contrató la ONU para un programa de pacientes de VIH, luego la UC para la iniciativa Crece Contigo y varios ministerios. Pero, digámoslo, ya hablaban un poco el lenguaje de este mercado. La madre de Young fundó una clínica oftalmológica en Osorno y el padre de Cruz es siquiatra. “Llegamos a tener 40 personas en nuestro equipo… pero tener un software factory es lo más agotador del mundo”, señala Yung, y agrega: “Nos encontramos en una encrucijada: Todos los proyectos estaban relacionados a la salud, por lo que íbamos aprendiendo más y más, pero veíamos que las grandes oportunidades estaban también en el sector privado”.
Así estuvieron tres años, hasta que un día llamaron a De la Barra para dar el siguiente salto: fundar una healthtech (empresa de tecnología para la industria de la salud), que se hiciera cargo de digitalizar el “viaje del paciente”, desde que pide una hora médica hasta que finaliza todo su proceso. Entre los tres fundaron Keirón el 2019. “A mí me estaba yendo muy bien como alto ejecutivo, pero preferí salir de RedSalud para dedicarme a emprender. Así que amarré mi contrato de salida y ahí partimos”, recuerda De la Barra. “Reciclamos muchas cosas de Sáltala. Sabíamos cómo desarrollar productos y había un modelo de negocios. Juntamos conocimientos de tecnología, de salud y finanzas. Gracias a los contactos de Álvaro (De la Barra) empezamos a cerrar más negocios con el sector privado”, añade Cruz.
“El viaje del paciente” de Keirón es una plataforma tecnológica compuesta por 12 módulos. Cada uno se puede implementar de manera independiente, los cuales van desde la confirmación de la hora médica desde diferentes plataformas (omnicanalidad), hasta la confección de presupuestos quirúrgicos. En otras palabras, desde el check-in del paciente hasta que se cierra la atención con el doctor. El modelo de negocio es un cobro por el uso de los servicios de cada módulo, los que usan tecnología cloud computing en Amazon Web Services (AWS), bajo una modalidad de Servicio como Software (SaaS). “Siempre hemos estado en break even, ya que tratamos de ser creativos, y con costos eficientes en la operación. Si bien la inversión inicial fue propia, nos ganamos un fondo Corfo por casi $ 90 millones”, aclara Cruz.
Partieron con seis clientes en 2019, logrando ese año 132 mil interacciones con los usuarios a través de los módulos. Hoy tienen más de 120 clientes (uno en México) y durante 2021 generaron 6 millones de interacciones. Más de la mitad de las clínicas chilenas de alta complejidad usan la tecnología de esta startup y casi un 20% de los hospitales y centros médicos públicos.
Claramente, la pandemia fue un hito clave y un punto de inflexión para una empresa basada en una plataforma online: “Antes de la pandemia se nos abría una puerta de las 20 que tocábamos. Al llegar la pandemia, se abrieron 15 de inmediato. Nos empezaron a llamar de muchas partes porque necesitaban digitalizarse”, cuenta Yung.
El año pasado facturaron US$ 1,2 millones y este año proyectan vender sobre los US$ 3 millones. Pero para eso no basta con la venta orgánica. La healthtech chilena acaba de concretar la primera de las dos rondas de inversiones que tienen pronosticadas para este año. Este aumento corresponde a una ronda “bridge” por US$ 500 mil, siendo parte de los inversionistas el CEO de Buk, Jaime Arrieta; el CEO de Rankmi, Enrique Besa y el CPO del unicornio argentino Mural, Agustín Soler. Claramente, el gran objetivo de esa inyección de capitales es México. De hecho, en mayo de este año, Martín Cruz se va con camas y petacas a tierras aztecas para dirigir el viaje de los pacientes mexicanos.