Faenas mineras operadas de manera remota, centros de distribución manejados con robots, plantas de packing en la agricultura con procesos automatizados, equipos autónomos de limpieza de mallas en la acuicultura son parte de una realidad creciente en nuestro país.
Es cierto que el miedo al reemplazo de trabajadores por máquinas se tuvo también en revoluciones industriales previas, las que no se materializaron. Pero el alcance y aceleración de esta transformación tecnológica no tiene precedentes.
El cambio tecnológico, que en el pasado había estado asociado a sectores manufactureros y a bienes transables, se está diseminando aceleradamente a todos los ámbitos de la economía, incluidos aquellos tradicionalmente intensivos en trabajo como los servicios.
La visión constructiva es que la creatividad humana nos permitirá generar nuevos sectores y actividades económicas cuya demanda por trabajo superará las ocupaciones perdidas.
Pero si la capacidad de generar nuevas actividades y sectores económicos va a ser la clave para enfrentar la automatización, tenemos un desafío grande como país. Nuestra actual canasta de exportación no es significativamente distinta a la de hace 30 años.
Hemos avanzado en mayor eficiencia y capacidad productiva en sectores claves de nuestra economía. Por algo hemos sido una de las economías de mejor desempeño en materia de PIB per cápita en las últimas tres décadas. Pero tenemos mucho que avanzar en materia de innovación y sofisticación productiva.
La Ocde ha señalado que más del 50% de las actuales fuentes de trabajo en Chile están en riesgo de ser automatizadas o de sufrir cambios significativos.
Si un porcentaje de estas potenciales pérdidas se materializa, ¿qué sectores de nuestra economía podrían absorber a los trabajadores desplazados?
Para enfrentar este desafío, debemos implementar una estrategia de desarrollo como país, con un objetivo común: potenciar el crecimiento y entregar oportunidades de más y mejores empleos.
La estrategia debe buscar generar nuevos sectores y actividades en nuestra economía. Lo anterior requiere potenciar la innovación en sectores económicos estratégicos y fortalecer el emprendimiento innovador.
Lo que a su vez requiere un mejor sistema educativo, más financiamiento y un Estado moderno. También requiere adaptar la institucionalidad laboral, entendiendo que algunos paradigmas en materia de protección a los trabajadores han quedado desfasados.
Al mismo tiempo se debe fortalecer la capacitación y la protección social en un mundo laboral más dinámico e incierto. En definitiva, la nueva estrategia de desarrollo debe ser pensada e implementada con una lógica de cluster, donde las distintas políticas interactúan, se complementan. Esta lógica es distinta a la que ha implementado el gobierno, la que, con excepciones, parece un listado de reformas de corto plazo, más que una agenda integral, de mediano y largo plazo.
Construir una agenda que verdaderamente nos permita enfrentar el desafío de la automatización requiere acuerdos amplios. Estamos aún a tiempo para generarlos. Si no lo hacemos, reformas como la previsional serán, en el mejor de los casos, una solución de corto plazo.