En esta época del año las empresas elaboran sus presupuestos para 2025 y para ello un insumo relevante es proyectar cómo será el desempeño de la economía global el próximo año. Una primera aproximación para responder a esta interrogante es mirar las recientes proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esta institución proyecta que el próximo año el mundo crecerá 3,2%, lo mismo que este año. En dicho informe, se destaca también los avances en la convergencia de la inflación a las metas de los bancos centrales, lo cual es una buena noticia porque permitirá que la política monetaria siga normalizándose. Hasta aquí todo bien.
Sin embargo, estas proyecciones se deben mirar con cautela. En primer lugar, porque dejan de manifiesto que el impulso externo para Chile será menor que en la década prepandemia, cuando el mundo crecía a tasas en torno a 3,7%. Detrás de esto, destaca sobre todo el menor crecimiento previsto para China, nuestro principal socio comercial que se expandiría 4,5% en 2025, muy por debajo del 7,7% que creció en la década terminada en 2019. Nuestra economía es uno de los países más expuestos a China y, por lo tanto, esto es algo que debería alertarnos. Estimaciones del FMI (2019) muestran que cada punto de menor crecimiento en ese país impacta en hasta medio punto porcentual al crecimiento de Chile.
La segunda razón para mirar con cautela este escenario global es por los riesgos que están claramente sesgados a la baja. Una encuesta mensual que hace un banco de inversión a gestores de fondos globales muestra que la mayor incertidumbre para estas proyecciones son los riesgos geopolíticos. Por su parte, un índice desarrollado por Caldara y Iacoviello (2022) muestra que desde hace tres años el mundo atraviesa por una situación poco común de elevados riesgos geopolíticos, comparable en alguna dimensión con lo ocurrido durante la guerra del Golfo y tras el ataque a las torres gemelas.
Por otro lado, al momento de escribir esta columna la situación de virtual empate en la carrera por la Casa Blanca hacía que la principal preocupación fuese que las elecciones del próximo martes fueran seguidas por un largo período de incertidumbre política. Una vez resuelto ese tema la atención se volcará hacia la política comercial, tributaria y migratoria que implementará quien resulte electo en EE. UU.
En las últimas semanas, el mercado ha apostado por un triunfo de Trump, que se traduciría en un mayor déficit fiscal, mayores presiones inflacionarias derivadas de las políticas proteccionistas y migratorias, pero también en menores impuestos a las compañías y desregulación de algunos mercados. Con todo, el hecho de que ninguno de los dos candidatos controlará el Congreso, es visto como un factor que introducirá moderación a los programas.
Según el FMI la combinación de una escalada de los riesgos geopolíticos, medidas proteccionistas y condiciones financieras más restrictivas, restarían más de 1,5 puntos al crecimiento global ¿Qué hacer en este escenario? Desde el punto de vista macro, el organismo internacional hace recomendaciones que nuestro país debería seguir al pie de la letra.
Lo primero es continuar normalizando la política monetaria que sigue siendo restrictiva; en el frente fiscal es necesario estabilizar la deuda pública bajo un nivel prudente de forma creíble y reconstruir los colchones usados post pandemia (el FEES en nuestro caso).
Por último, pero no menos importante, los esfuerzos en este período de relativa calma deben destinarse decididamente a impulsar medidas que permitan elevar la capacidad de crecimiento de la economía.
*El autor de la columna es miembro de Clapes UC