En octubre celebramos el mes de la educación financiera, un hito que busca relevar la importancia de este tema en la sociedad. Conocer las distintas formas en que se relaciona el dinero con la vida cotidiana -a través de los medios de pago, ahorros, créditos y seguros-, y emplearlas correctamente fomenta el bienestar de los hogares, y permite materializar los sueños de las personas y los proyectos de las empresas.
La tenencia de productos financieros no es un lujo, y se ha transformado en parte fundamental de la cotidianidad de los ciudadanos del siglo XXI. En este sentido, y de la mano de la banca, Chile presenta altos niveles de inclusión financiera: un 96% de los hogares cuenta con al menos una cuenta bancaria, totalizando más de 40 millones de cuentas habilitadas. Sin embargo, este crecimiento no ha conversado con la alfabetización y comprensión de conceptos financieros, donde todavía vamos un paso atrás.
De acuerdo con datos de la OCDE, el nivel de educación financiera de los chilenos es aún bajo en comparación a otros países de la región. A modo de ejemplo, solo el 28% de los encuestados en Chile supo calcular el interés que genera una cuenta de ahorro en un año, dada la tasa de interés anual y el monto inicial de la inversión. Algo similar ocurre con otras operaciones cotidianas, como los resguardos necesarios en el uso de medios de pago, conocer la capacidad de enfrentar obligaciones financieras futuras -tener un sano endeudamiento-, o poder proyectar los ingresos y egresos para planificar proyectos o proteger las finanzas familiares ante eventos inesperados como enfermedades o accidentes.
Vemos con preocupación los efectos negativos que genera la falta de conocimientos en esta materia, lo que hace necesario que contemos con una política pública integral que aumente su difusión en toda la sociedad. Debemos entender la educación financiera como un proceso continuo de adquisición de conocimientos y habilidades que nos permitirá tomar decisiones informadas y responsables sobre nuestro dinero en las diferentes etapas de la vida, ya sea en la juventud, adultez y en la vejez.
Esto no solo beneficia a quien adquiere estas herramientas, sino que promueve un cambio positivo en todo el entorno, mejorando la calidad de vida de las personas y sus familias, del mismo modo que impulsa a que tengamos como país una economía más sana, bajando los niveles de sobreendeudamiento en los hogares y evitando caer ante prestamistas ilegales, que precarizan las condiciones de los deudores, escondiendo condiciones abusivas: tasas de interés que superan la tasa máxima convencional, y métodos de cobranza al margen de la ley y que pueden comprometer la integridad física del deudor o su familia.
Desde la Asociación de Bancos, hemos tomado este desafío y junto a la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile hemos puesto en marcha una serie de programas en Educación Financiera. Este año más de 140 mil personas han accedido a las diversas capacitaciones en temas como ahorro, crédito y métodos de pago, inversión, endeudamiento, y seguros, entre otras herramientas.
Una correcta cultura financiera abre un abanico de opciones y permite conocer y adentrarse en el mundo de la formalidad, accediendo a las oportunidades y beneficios que entrega el sistema bancario.
Hacemos un llamado al mundo público y privado, la academia y a la sociedad a abordar transversalmente esta causa, que permitirá mejorar la calidad de vida de las personas y sus familias, contribuyendo al crecimiento económico y estabilidad del país.
* El autor es presidente de la Asociación de Bancos (ABIF)