En su frase “paguen mejor”, la ministra Jara usa como forma verbal la segunda persona del plural (ustedes) del imperativo de pagar, conjugación utilizada para dar una orden a una segunda persona. Además de ser una frase confrontacional, omite los múltiples y complejos determinantes de los salarios, junto con desligarse y reducir la discusión meramente a la voluntad y/o egoísmo de los empleadores.
En ausencia de distorsiones de mercado, los sueldos tienden a reflejar el valor de la productividad laboral. Si bien existe un estancamiento de los salarios reales en Chile en los últimos 10 años y el porcentaje del PIB destinado a remuneraciones es hoy un 83% al de 1990, este es un fenómeno global explicado por múltiples y complejos factores: progreso tecnológico, globalización, cambio de la matriz productiva, menor crecimiento económico, menor sindicalización y negociación colectiva, estancamiento de la educación, concentración de mercado, entre otros.
El aumento de la tecnología y la globalización han facilitado y reducido los costos de la adopción y acumulación de capital tecnológico. Correa, Lorca y Parro (2017) muestran que el capital tecnológico es más sustituto del trabajo poco calificado en Chile, reduciendo la demanda relativa del mismo, lo que explica una parte significativa de la desigualdad salarial. Además, el desarrollo de las cadenas globales de valor, acompañado por el fuerte crecimiento de China y su integración a la economía global como “la fábrica del mundo” han fomentado la competencia en la industria manufacturera y presionado a la baja los salarios. Luego, no es de extrañar que el estancamiento de los salarios reales y la caída en la participación del factor trabajo sobre el PIB vengan acompañadas por un crecimiento de la desigualdad.
El poder de negociación es sin duda otro determinante, pero carece de evidencia concluyente; Ciminelli, Duval y Furceri (2018) sugieren que la desregulación reduce la participación del trabajo en el producto, mientras que Ellis y Smith (2010) sugieren que la aumenta. En el contexto actual de progreso tecnológico y globalización, políticas destinadas a aumentar el poder de negociación de los trabajadores pueden incrementar los salarios y la participación del trabajo en el corto plazo, pero fomentar su reemplazo por capital en el mediano y largo plazo. Además, políticas públicas pueden tener efectos contrapuestos; por ejemplo, un incremento del salario mínimo podría ayudar a mejorar los salarios y disminuir la desigualdad, pero incentivaría la sustitución del trabajo por capital, pudiendo incluso reducir su participación en el PIB.
El desafío de incrementar los salarios reales requiere una combinación de medidas y estrategias destinadas a mejorar la productividad, fortalecer las instituciones del mercado laboral y promover un crecimiento económico inclusivo. Así, las políticas públicas debiesen enfocarse en aumentar la inversión en capital humano y mejorar la institucionalidad para lograr que las ganancias del progreso tecnológico sean ampliamente compartidas con los trabajadores. Políticas que mejoren la competencia no solo aumentan la productividad, también facilitan el traspaso de las ganancias de productividad a los salarios reales. Sin duda el sector privado tiene un rol y puede ayudar en este desafío, pero gran parte de las medidas necesarias dependen más del desempeño de las autoridades políticas que meramente de la voluntad de los empleadores.
*El autor es economista sénior del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales (OCEC-UDP).