Empezaba primero medio en el INBA cuando el Cote Valenzuela nos sorprendió un día con sus trucos de magia. De la nada aparecían detrás de un pañuelo unas flores, una moneda se materializaba desde la oreja de Pepe Zagmut, una carta que recién estaba en una mano se encontraba en el bolsillo de la chaqueta del Chico Cáceres. Cada semana llegaba el Cote con un truco nuevo. Algunos logramos convencerlo que nos enseñara a hacer tales prodigios. Así descubrí que el arte de la magia estaba en distraer la atención del público hacia un lado mientras la otra mano o un ayudante hacían el truco sin que se notara.
En el último tiempo me siento como en la sala del INBA en 1976. Cada semana alguien en el gobierno aparece con un truco de magia política. En vez de pañuelos o varitas que se mueven con agilidad, lo novedoso de estos prestidigitadores es que usan el lenguaje y con eso distraen al público, mientras por detrás, sin que se note, hacen la política de verdad, esa que va cambiando la realidad.
Una semana, la ministra del Trabajo dice que es el egoísmo empresarial la causa de que no se paguen mejores sueldos. En los siguientes 10 días docenas de columnas, entrevistas, y horas de prensa y redes sociales se dedican a explicar lo obvio, que el mercado de los salarios obedece a causas económicas conocidas, no al egoísmo empresarial.
Luego el ministro de Hacienda celebra el virtual estancamiento económico del 2023 fuera 0,2%, y fustiga a los economistas que decían que no habría crecimiento. Dos semanas más dedicadas a explicar lo evidente, que 0,2 o -0,2 de crecimiento es irrelevante, que el país el 2023 estuvo en la cola de toda América Latina y que si no volvemos a crecer estamos fritos, nada de lo que se necesita mejorar en lo social podrá ser financiado.
Luego, cómo no, el propio Presidente en un acto simplemente brillante deja caer una frase que nadie entiende y la euforia mediática es total. ¿Qué quiso decir? Los ministros de a uno, en un show perfecto, dicen que no saben, y todos pasan días y días comentando el asunto. Y finalmente, el acto supremo, una caminata insomne por el barrio buscando la causa de una supuesta explosión.
Y mientras tanto qué está pasando de verdad.
El sistema de seguridad de salud de más de 2 millones de chilenos, al que se había logrado encontrar una solución técnica transversal para que pudiera sobrevivir luego del activismo judicial, la alianza de gobierno lo bota en el TC y queda así todo listo para que el Estado sea el único prestador al que se pueda acudir, el sueño del clientelismo del PC a un par de meses de ser realidad.
La educación pública, misma cosa, mientras el ministro comunista avanza con sus contenidos con ideología identitaria, adoctrinando generaciones de futuros jóvenes sin discusión alguna, la atención se centra en la “inexplicable” falta de reparación de vidrios quebrados, baños insalubres y guarenes en las salas.
Decenas de miles de empleados se agregan a la planilla del Estado sin que mejore la seguridad, la salud, la educación pública, el déficit de vivienda, los hoyos en las calles de Los Andes o se limpie el basural en que han convertido a Valparaíso o el centro de Osorno. Pero esos miles están allí ahora, agradecidos de la oportunidad y dispuestos a defenderla.
¿Y de los miles de millones del fraude de fundaciones? Ni media demanda o nueva querella.
¡Prestidigitación a otro nivel!
- El autor es socio de Bofill Escobar Silva Abogados