Ahora es el momento de pensar sobre qué va a decir la historia acerca de esta crisis. ¿Los historiadores van a mirar atrás y decir que este fue el momento del Gran Retroceso?”. Esto se preguntaba hace unos días la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, respecto del impacto que tendrá la crisis del Covid-19 desde el punto de vista económico y social, en especial por sus efectos en la pobreza, la desigualdad y el empleo.

La preocupación por las consecuencias, de mediano y largo plazo, de la crisis sanitaria se están instalando en todo el mundo, y también en Chile.

Los primeros datos económicos concretos, y las proyecciones de entidades locales e internacionales sobre el devenir económico durante este año, están dando luces sobre cuánto estamos retrocediendo y no son buenas noticias: en varios indicadores hay que remontarse a cerca o más de una década para encontrar cifras parecidas.

El Producto Interno Bruto (PIB) de Chile se anticipa y podría caer entre el 4% y el 8,5% (el peor escenario del FMI), dependiendo a quién se le pregunte y si se logra o no controlar el coronavirus a tiempo. De concretarse el peor escenario, el Producto caería a niveles similares a los de 2014-2015, es decir, se borrarán cinco años de crecimiento, el elemento clave para sostener todos los otros indicadores económicos y sociales.

La caída de la economía contiene las bajas esperadas para el comercio exterior. Tanto las exportaciones como las importaciones anotarían en 2020 sus menores registros en dólares desde 2010. Además, en el caso de la demanda interna, la inversión se retrotraerá a niveles de 2017. Todo lo anterior, de concretarse las estimaciones realizadas en marzo por el Banco Central, en su Informe de Política Monetaria (Ipom) de ese mes. Sin embargo, se anticipa que en su nuevo reporte, que se publicará este miércoles, las estimaciones sean aún más negativas.

Todo esto, mientras la deuda pública bruta llegará a niveles de inicios de los años 90.

La inédita contracción de la actividad económica ya está registrando impactos directos en el empleo. Con buena parte del país en cuarentena y con muchos sectores sin poder operar, el dato de abril ya mostró una caída histórica del 14,1% y para mayo se anticipa un retroceso aún mayor. En este contexto, las cifras del mercado laboral han ido de la mano.

De acuerdo al nuevo sondeo de empleo del Centro de Encuestas UC, se han destruido cerca de 2 millones de puestos de trabajo en los últimos 12 meses, con lo que el empleo total llegó en mayo a un poco más de 7 millones. Al compararla con el indicador del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), sería la cifra más baja desde que existe la actual serie, en 2010. Además, la caída del PIB también tiene un impacto en la calidad del empleo que se genera. De acuerdo a un análisis del Centro de Estudios Públicos (CEP) de 2017, el trabajo asalariado es procíclico, mientras que el de por cuenta propia es contracíclico, es decir, cuando la economía va bien suben los trabajos con contrato, y cuando va mal, lo que sube son los cuenta propia, aunque eso se debería reflejar una vez que acaben las cuarentenas, porque, de hecho, al no permitirse el libre tránsito ni trabajos no esenciales, los trabajadores por cuenta propia también han bajado en los últimos meses.

“La tasa de desempleo nacional está cercana a la observada en marzo del 2010, cuando estábamos saliendo de la crisis financiera global. Si observamos el desempleo del Gran Santiago, elaborado por la Universidad de Chile, se observa que el nivel actual es el máximo obtenido en los últimos 20 años. Este es un aspecto crucial, ya que impacta directamente a las familias”, señala el investigador del CEP, Álvaro Cordero.

Este impacto es directo en los bolsillos de las familias, las que ven deteriorados sus ingresos, a puntos no vistos desde la crisis de 1982, y afectará principalmente a los grupos que antes de la crisis ya eran los de menos ingresos.

“El impacto de esta crisis en los ingresos de los más vulnerables será mayor. Se observa que los empleos informales -que es una fuente laboral relevante entre estos grupos- son los más afectados hasta el momento. Además, estas personas son las que cuentan con menores ahorros, por lo que sus herramientas para hacer frente a estas situaciones críticas son reducidas. Esto, sin duda provocará un crecimiento considerable en las cifras de pobreza y desigualdad. El efecto provendrá por menores ingresos hoy, pero también por los costosos meses de recuperación económica”, agrega Cordero.

El director del Centro de Encuestas UC, David Bravo, agrega que aunque aún no hay una proyección clara sobre la magnitud de la baja de los ingresos de los hogares en los próximos meses, “considerando una caída en ingreso en los hogares del orden del 25% que tenemos hasta la fecha, eso nos puede llevar varios años atrás”.

Este dato es clave para determinar los niveles de pobreza que tendrá el país pospandemia.

Según los últimos datos de la Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE, los ingresos del trabajo promedio de los chilenos era cercano a $ 573 mil. Sin embargo, dado el aumento en la tasa de desempleo y que más de 600 mil trabajadores asalariados (que en general son los que tienen sueldos más altos) han debido pasar a la Ley de Protección al Empleo, disminuyendo sus ingresos mensuales considerablemente, el nuevo ingreso promedio también será más bajo.

Es más, según la misma encuesta, el 50% de los trabajadores gana menos de $ 400 mil, lo que los deja en una situación crítica ante la falta de ingresos permanentes. Como se ha indicado en estas mismas páginas, la mitad de la población nacional está en peligro de caer en la pobreza, si deja de recibir remuneraciones por 3 meses, calcula la Ocde. Así, es lógico esperar que se vean tasas de pobreza por encima del 8,6% registradas por la última Casen en 2017.

“En términos de desigualdad, definitivamente vamos a retroceder. Porque cuando se toma la Casen incluso con subsidios monetarios, y vemos 10 años atrás, los niveles de desigualdad son bastante parecidos”, señala Bravo.

Las mayores bajas en la desigualdad se realizaron durante la primera década de este siglo y, de hecho, en la última medición se ve una leve alza, medida como ingresos monetarios, es decir, luego de las transferencias del Estado.

El profesor asociado de la UC y director científico de JPAL, Francisco Gallego, agrega que “sabemos que caídas en el crecimiento afectan fuertemente a la pobreza, hay investigación sobre eso, con diferentes estimaciones, pero todas significativas. Y, lo más importante, esta es una crisis cualitativamente diferente. Es una crisis mundial “real”, con elementos de oferta y demanda (y que se retroalimentan). Esto frena proyectos y destruye empleos con una profundidad no vista. Más aún afecta a la economía (casi) completa al mismo tiempo”.

Por esto, Gallego indica que “lo central es proteger el consumo de los hogares más vulnerables, posibilitar que, de modo creativo, se protejan puestos de trabajo y se piense en cómo ir reabriendo la economía de modo seguro lo antes posible. Aquí vale la pena enfatizar lo falso del trade-off entre salud y economía: hoy la mejor inversión económica es proteger la salud de las personas controlando los contagios de modo de poder ir saliendo pronto. Como diferentes investigadores han ido mostrando, las soluciones ‘esquina’ de cerrar todo o abrir todo ahora ya no resuelven ninguno de los problemas, ni la salud, ni la economía”.