La historia de Instacrops nace por un fracaso, que -según su CEO y fundador, Mario Bustamante- le enseñó dos grandes lecciones: tener siempre un foco y "nunca enamorarse de los productos, sino del problema que hay que resolver".

Durante seis años, este ingeniero electrónico se había gastado todo lo que tenía y lo que no en Bissen, una startup con domicilio en Viña del Mar, dedicada a crear productos tecnológicos para diversas industrias. Bustamante es de Curicó, pero estudió en la Universidad Federico Santa María y luego se cambió a la Católica de Valparaíso. "Llegamos a tener 20 personas, quemamos mucha plata. Teníamos proyectos con Komatsu, el Ejército y Nissan. Nos llenamos de productos, pero quebramos por falta de foco".

Durante un frío invierno de 2013, Mario pensaba cómo salir del túnel. "Me perseguían los bancos", recuerda. Fue cuando le preguntó a su polola, que trabajaba en el área agrícola, si se le ocurría alguna idea.

Ella le dijo que varias plantaciones tenían problemas con las plagas de insectos. "Inmediatamente me propuse el objetivo de inventar una máquina con rayos láser o algo así que matara los bichos".

La armó y llamó a un alto ejecutivo de Agrícola Garcés, uno de los más importantes productores de cerezas. Al séptimo llamado lo recibió. "Mario" -le dijo el ejecutivo- "acá nuestro gran problema no son los insectos, sino las heladas". Ese día comenzó el desahucio de Bissen y nació la idea de Instacrops. En dos meses el curicano armó otra máquina para predecir las heladas. Agrícola Garcés le compró dos.

Bustamante empezó a vender su invento en la zona. Fue en esos días que ocurrió un hito clave para Instacrops. El 17 de septiembre de 2013 hubo una de las heladas tardías más grandes registradas en la Región de Valparaíso.

Unos agricultores de Limache que estaban utilizando la máquina de Mario vieron la alerta antes de que el frío llegara y protegieron sus cultivos. Un diario local publicó la noticia, Mario la subió a Facebook y al otro día se viralizó. Aún Instacrops no se llamaba como tal y ya había logrado un golpe de marketing. "Quedó claro el foco", dice Mario, recordando el episodio.

El despegue

La primera puerta que tocó Bustamante luego de Limache fue la de Magical Startup. Llamó a su máximo ejecutivo, Tadashi Takaoka (hoy es gerente de Emprendimiento en Corfo). "No tenía tiempo de estar llenando los formularios, así que sólo le pedí que me diera 10 minutos en la próxima reunión de directorio para contarles lo que hacía".

Luego de insistir, lo consiguió, y a los dos días le dieron el primer financiamiento bajo el fondo de Subsidio Semilla de Asignación Flexible (SSAF), por $60.000.000.

El negocio de Instacrops se basa en un servicio de información para la agroindustria considerando cuatro parámetros: clima, suelo, riego y plantas. A través de equipos electrónicos de precisión y teledetección -entre otros elementos- un software basado en algoritmos entrega avisos, informaciones y alertas a los productores, como por ejemplo "hoy no hay que regar" o "adelanta la siembra tres días".

Además, el sistema va aprendiendo con el tiempo. En otras palabras, Inteligencia Artificial y Machine Learning basado en recolección de datos bajo un esquema de Internet de las Cosas o IoT (Internet of Things).

"En el fondo es un nuevo concepto denominado como 'Internet of Plants' (Internet de las Plantas), donde cualquier usuario puede ver la información en su celular. Son microasesorías virtuales", aclara Bustamante.

Haciendo un racconto, luego de ganarse el SSAF y empezar a vender, en 2016 consiguieron un fondo Scale Up Expansión de Corfo y un año después, una ronda con ChileGlobal Angels por US$120.000, donde -según Mario- pudieron conocer y entender el mundo de los inversionistas.

En septiembre de este año, se adjudicaron US$300.000 con el fondo CLIN (Fundación Chile) y ahora se acaban de ganar en México un fondo de BlueBox Ventures, cuyo monto, Mario prefiere no revelar aún. "Pero es muy grande", aclara, y agrega: "México es muy importante. Un estado de ese país tiene siete veces la producción agrícola de todo Chile".

El modelo de negocios consiste en dos componentes. Un hardware instalado que se paga una vez, más una suscripción anual al servicio. Pero ahora, parte del dinero que llegue de BlueBox más el de CLIN, será invertido 100% en desarrollar un nuevo modelo.

"Queremos apuntar a un servicio que se pague mensualmente y que sea por módulos. Por ejemplo, contratar un módulo de precisión o uno de clima.

El cliente paga una mensualidad básica y se le van agregando servicios. Similar a un Netflix, pero sobre información agrícola. Siempre, con el foco en los datos", dice Bustamante. Para esto destinarán US$600.000.

"Queremos ser el Siri del agro. Que los agricultores sólo pregunten y un sistema de IA les responda", concluye Bustamante, haciendo referencia al servicio del sistema operativo de Apple.

La huella de Cornershop

Actualmente, tienen clientes en Colombia, Argentina, Uruguay, Perú y El Salvador, donde se asociaron a distribuidores locales. Pero el gran salto lo darán el próximo año.

Acaban de contratar al mismo abogado que ayudó a Cornershop a su expansión fuera de Chile. Con él están realizando el proceso de abrir oficinas en México y Estados Unidos. "De hecho, varios muebles de nuestra oficina eran de Cornershop.

Se los compramos en un remate", dice riendo Mario, desde los headquarters de Instacrops ubicados en un edificio a pasos del metro Manuel Montt, donde recién se cambiaron debido a su crecimiento. Son 18 personas, pero ya tienen que contratar más.

Tienen 170 clientes, de los cuales un 70% son medianos agricultores. Pero también le prestan servicios a grandes como Bayer, Monsanto y Dole. Este año cerrarán con una facturación cercana a US$1 millón, cifra que proyectan duplicar en 2019.

Dentro de la expansión fuera de las fronteras, no descartan Brasil, pero por el momento no está en la hoja de ruta. "Hay que comerse el animal de a poco... Los piojos se matan de a uno", responde Bustamante al respecto. Tal como lo diría cualquier agricultor en este lugar del mundo.