Antonio Martínez Ruiz siempre quiso que el negocio permaneciera en la familia, concuerdan quienes lo conocieron. Como buen aragonés, era de “choclón”. Cuatro hijos, 16 nietos y cinco bisnietos completaban su círculo. Martínez Ruiz fue el gran fundador del principal operador de casinos nacional: Enjoy. A cuatro años de su muerte, sus aspiraciones de prolongarse en el negocio se ven lejanas. Con 45 años de historia, la compañía ya en 2009 cedió una participación con su apertura en Bolsa; en 2018 eso se profundizó con la entrega del control al fondo norteamericano Advent International; y ahora debió iniciar un proceso de Reorganización Concursal. Ya no podía pagar las cuentas.
Todos los consultados advierten que esos pasos han sido con resistencia por parte del grupo Martínez. “Ellos aman su compañía; esto debe ser terriblemente doloroso, porque ceder o vender una parte de ella siempre fue algo que generaba rechazo”, señala un amigo de la familia. Aun más, explica que la decisión anunciada hace algunas semanas debe haber sido impulsada básicamente por Advent. “Los Martínez nunca hubiesen hecho algo así”, añade. El holding Enjoy hoy ha profundizado su crisis, una de la que espera salir; son años de historia que hasta la fecha se agotan prácticamente en la segunda generación.
Cueto Martínez, el origen del imperio
El barrio Matta fue el origen de una amistad que trascendió por años. Antonio Martínez Ruiz -hijo de españoles que habían llegado al país en la década del 30- vivía en esa zona capitalina. Y fue ahí donde conoció a su socio de toda la vida: Juan Cueto Sierra, padre de los controladores de Latam Airlines. Martínez Ruiz trabajaba con el padre de Cueto, que -comentan conocedores- trabajaba con cuero. Y Juan trabajaba, en paralelo, de contador con un tío en la firma de venta de géneros Casa Sierra. A corto andar este último empezó a independizarse. Y movió sus dotes de contador hacia el papá de Martínez Ruiz. La amistad entre los hijos los llevó a partir y a crear su compañía. Cueto Martínez fue el nombre de la empresa de cueros que levantaron. “Empezaron a crecer juntos, siempre juntos en los negocios”, revelan varias fuentes.
Bajo el paraguas de Cueto Martínez tuvieron la representación de Gucci en Chile, y al final del día pasó a ser simplemente Gucci Chile. En ella se podía ver tanto al primogénito de Martínez Ruiz -Antonio-, como al de Cueto Sierra -Enrique-, trabajando en el verano.
En eso estaban, mientras en paralelo -dicen amistades- disfrutaban la vida como buenos españoles. Entre su círculo cercano de aquella época estaban Moisés Rozental, Francisco Fluxá y Mario y Sergio Vilenski, entre otros, que se juntaban a jugar dominó en el Club Español. Y un día -en 1975- llegó el exministro DC, Enrique Krauss, a comentarles de un negocio.
Cueto Sierra tenía una fuerte vinculación con la Democracia Cristiana. Había participado en la campaña presidencial de Radomiro Tomic, y siempre se mantuvo cercano a ese partido. Krauss -tío Enrique, como le dicen los Martínez- les comentó que estaba disponible la licitación del casino de Viña del Mar. Y el grupo postuló. “La sociedad que se lo adjudicó se llamó Antonio Martínez, pero quien empujó el proceso fue Juan Cueto, porque él descubrió que ahí había un negocio financiero atractivo”, confirma un conocedor de aquella época. De hecho, varios contactados confidencian que fue el papá de los Cueto Plaza el creador del tradicional juego de ruleta Doble Cero que en Chile no existía y que disparó las ganancias de las salas de azar.
La junta directiva del casino la lideró Martínez Ruiz y fue él quien se trasladó a vivir a Viña. Un año después, en 1976, su vinculación con la ciudad jardín se profundizó. Llegó a presidir a Everton -también había sido dirigente de la Unión Española y en 1984 fue presidente de la ANFP- y consiguió que el equipo volviera a tener un título tras 24 años de sequía. En la década del 2000, su hijo Antonio llegaría a la mesa, hasta la venta del equipo a los mexicanos de Pachuca.
Todo iba viento en popa, hasta la crisis de 1981. Cueto y Martínez, entre otros, eran los dueños del Banco Concepción, y tenían además un sinfín de inversiones -tales como el casino, negocios inmobiliarios, la aerolínea Fast Air, Sabimet, Minera Michilla, Compañía de Seguros Continental, entre otras- que sumaban una alta deuda en dólares. Fuentes de aquella época relatan que al alero del Banco Concepción negociaron con el gobierno -puntualmente con el ministro de Hacienda, Hernán Büchi- y se les pidió entregar todo, con excepción del casino de Viña y Fast Air. Y ahí se separaron las aguas. La familia Cueto se quedó con la aerolínea y partió su desarrollo aeronáutico hacia Latam Airlines, y Martínez, con el casino, y empezó a construir el holding Enjoy.
Traspasando los negocios
Antonio Martínez Ruiz, casado con Antonia Seguí, tuvo cuatro hijos: Antonio, Cecilia, Ximena y Javier. Desde siempre -recuerdan amigos- su mirada fue que los hombres tenían que participar en el negocio, y que de alguna manera todos los hermanos debían estar unidos en la empresa familiar. De hecho, el primogénito -exalumno del Saint George- no siguió estudios universitarios y entró de lleno a trabajar con su padre. Si inicialmente se le veía haciendo de todo durante los veranos en Gucci, después empezó a disfrutar del mundo de los casinos. Ya en los 90 se hizo cargo del de Viña del Mar -y pasó a ser el principal accionista de la firma concesionaria Antonio Martínez y Cía.-, pero de la mano de un amigo que para muchos fue el que siempre conoció y manejó mejor el negocio: Pier -Paolo Zaccarelli. “Zaccarelli llegó como ingeniero comercial a Viña -a los 24 años-, y se notaba que era el que sabía”, comenta un alto ejecutivo de la industria. Él comenzó a administrar Viña y empezó a subir en el grupo, llegando a ser miembro del Consejo de Administración de Enjoy. Al tiempo se casaría con Ximena Martínez Seguí.
En los 90, el grupo sumaría Coquimbo, Pucón y el hotel en esa última ciudad. Antonio Martínez Seguí sería entre 1990 y 1995 el vicepresidente de Alaja, Asociación Latinoamericana de Juegos de Azar, con sede en Buenos Aires; y en 1998, la empresa compraría tres salas en Panamá, que en 2006 vendería.
Javier Martínez -el menor- estudió en Viña del Mar y luego ingresó a la Universidad Adolfo Ibáñez, tras lo cual debutó en Enjoy. Para los contactados, era el estudioso de la familia, y muy regalón de su papá. Llegó a hacerse cargo de la operación en Pucón, tras lo cual saltaría a la gerencia general. “A Javier le tocó armar Pucón desde cero, hasta iniciar su operación. Antonio estuvo siempre cuidando Viña”, comenta un cercano al grupo; las mujeres estaban fuera de la gestión. Zaccarelli velaba por los intereses de Ximena en Enjoy, mientras que Cecilia se casó con Percy Ecclefield, quien también ingresó a los negocios familiares, como fiscal del grupo y en calidad de director de varias de las filiales y negocios de la familia. Murió en 2017. De un matrimonio anterior de Cecilia había nacido Eliseo Gracia Martínez, el único de la tercera generación que hoy está en la compañía: llegó en 2015 como gerente de Negocios Hospitality.
Hasta el año 2005, la realidad del grupo era boyante. Ese año se lanzó la marca Enjoy. Viña del Mar era prácticamente el único casino de importancia del país. Tenía el 90% del juego en Chile. Fue una época de gran esplendor. El problema es que ese año empezó a regir una nueva ley de casinos que permitió la existencia de 24 salas, entre ellos los siete municipales que ya operaban y ahí partió la competencia. “Hubo lentitud en entender que se había acabado el monopolio”, dicen exdirectores.
El 2008 decidieron sumar una operación en Antofagasta, asociarse con Carlos Cardoen para levantar una sala en Santa Cruz y desarrollar su primer casino en Mendoza. Para varios contactados, esos procesos fueron un desangre. “La inversión fue muy grande, desmedida”, confirman conocedores. A lo que se habría sumado que la administración nunca limpió bien la compañía de cara al nuevo escenario que se venía. Al poco andar, Monticello -ligado al grupo sudafricano Sun International- ya tenía un tercio de la torta.
La familia operaba muy autónomamente gerenciando el buque. Años después de hecho, en 2015, firmarían un protocolo donde Martínez Ruiz y su señora, los cuatro hermanos y sus hijos, se comprometerían a seguir juntos en los negocios. Ya a esas alturas, Antonio Martínez Ruiz estaba lejos del día a día, y solo participaba en las reuniones de importancia. Los hermanos Antonio y Javier Martínez lideraban, ya sea desde el directorio o desde la administración.
En el intertanto, y tras un viaje de Javier Martínez a celebrar su aniversario de matrimonio a Uruguay, surgió la idea de comprar el Conrad de Punta del Este. Lo analizaron, y en 2013 sumaron el 45% de la operación por US$136,5 millones. Una decisión cara e impulsiva para fuentes del sector, donde además las expectativas no se cumplieron: sus principales clientes -argentinos y brasileños- vieron cómo la crisis económica azotaba sus países y las intenciones de Enjoy se diluían.
Todas las fuentes con las que se habló para este reportaje -contactada la familia Martínez no quiso participar del artículo- concuerdan en que Antonio Martínez Ruiz era una persona sumamente generosa e intachable, pero fue difícil que hiciera caso en términos de decisiones financieras. “Era porfiado y tenaz”, como se leía en un texto publicado en el obituario de El Mercurio el día de su muerte, el año 2016. La apertura a Bolsa de Enjoy materializada en 2009 fue difícil de concretar. “Antonio nunca quería hacer nada desde el punto de vista financiero, abrirse a Bolsa fue tema, él no quería vender ni un porcentaje”, señalan. Y con sus hijos, el trabajo ha sido similar. Desde hace varios años que se venía hablando de la necesidad de enajenar inmuebles para costear la deuda. La idea rondaba hace al menos cinco años. Nunca se concretó hasta hoy, cuando -para muchos- ya era tarde.
Si bien hoy el holding de casinos es el emblema empresarial de la familia Martínez, su abanico de negocios abarca bastante más. Información comercial da cuenta de más de una veintena de sociedades, entre financieras, inmobiliarias y agrícolas. En Rengo, VI Región, está Agrícola Victoria, la cual, si bien inicialmente fue adquirida como parcela de agrado, hoy es explotada básicamente con frutales; asimismo, poseen un amplio abanico inmobiliario. A través de Inmobiliaria Bicentenario tienen el edificio donde hoy funciona Enjoy, en Presidente Riesco, entre otras torres en la zona; administran además proyectos inmobiliarios en Coquimbo. De hecho, son los dueños de los terrenos que antes pertenecían al Club Hípico de Peñuelas, donde están levantando edificios residenciales, a lo que se suma el desarrollo del proyecto inmobilario de alta gama Valle Escondido, en Lo Barnechea, donde comparten propiedad con sus grandes amigos de la infancia: los Cueto Plaza.
Ahora, la familia solo espera que Enjoy continúe a flote. Ya no saben -dicen amigos- si permanecerán ellos en ese barco, pero de todas formas no quieren que su máximo legado empresarial se hunda.