Las ganancias y pérdidas por lo general no son un factor de consideración para los bancos centrales, pero el rápido aumento de las pérdidas de la Reserva Federal y de muchos de sus homólogos corre el riesgo de convertirse en algo más que una rareza contable.
El mercado de bonos sufre su peor liquidación en una generación, provocada por la alta inflación y las agresivas subidas de tasas de interés que están implementando los bancos centrales. La caída de los precios de los bonos, a su vez, suponen pérdidas en papeles en las enormes tenencias que la Fed y otras entidades acumularon durante sus esfuerzos de rescate en los últimos años.
Los aumentos de tasas también implican que los bancos centrales paguen más intereses por las reservas que los bancos comerciales depositan en ellos. Esto ha llevado a la Fed a sufrir pérdidas operativas, lo que ha creado un agujero que, en última instancia, puede requerir que el Departamento del Tesoro cubra mediante la venta de deuda. El Tesoro del Reino Unido ya se está preparando para compensar las pérdidas del Banco de Inglaterra.
La medida de Gran Bretaña pone de relieve un cambio drástico en países como Estados Unidos, donde los bancos centrales ya no contribuyen de forma significativa a los ingresos del Gobierno. El Tesoro de EE.UU. experimentará un “giro asombroso”, pasando de recibir unos US$100.000 millones el año pasado de la Reserva Federal a una posible pérdida anual de US$80.000 millones a finales de año, según Amherst Pierpont Securities LLC.
Las pérdidas contables amenazan con alimentar las críticas a los programas de compra de activos implementados para rescatar los mercados y las economías, el más reciente cuando la pandemia de covid-19 cerró grandes sectores de la economía mundial en 2020. Coincidiendo con el actual brote de inflación, eso podría generar llamados a frenar la independencia de los encargados de la política monetaria, o limitar las medidas que pueden tomar en la próxima crisis.
“El problema con las pérdidas de los bancos centrales no son las pérdidas en sí mismas, siempre pueden recapitalizarse, sino la reacción política que probablemente enfrenten cada vez más los bancos centrales”, dijo Jerome Haegeli, economista jefe de Swiss Re, que anteriormente trabajó en el banco central de Suiza.
En el caso de la Fed, las remesas de la Fed que debe a Tesoro de EE.UU. alcanzaron un valor negativo de US$5.300 millones al 19 de octubre, un fuerte contraste con las cifras positivas observadas a fines de agosto. Una cifra negativa equivale a un pagaré que se devolvería a través de cualquier ingreso futuro.
Mientras que para un país en desarrollo, las pérdidas del banco central pueden socavar la confianza y contribuir a un éxodo general de capitales, ese tipo de desafío a la credibilidad es poco probable para una nación rica.
Como dice Seth Carpenter, economista jefe global de Morgan Stanley y exfuncionario del Tesoro de EE.UU.: “Las pérdidas no tienen un efecto material en su capacidad para conducir la política monetaria en el corto plazo”.
Pero aún puede haber consecuencias. Los bancos centrales ya se han convertido en instituciones con una gran carga política después de que, según admiten, no supieron anticipar ni actuar con rapidez contra la incipiente inflación durante el último año o más. El hecho de incurrir en pérdidas añade otro imán para las críticas.